Cuando salga el sol

09 | ¡Feliz cumpleaños!

Miro la hora por décima vez en los tres minutos que llevo sentada en el sofá del salón. Nina y Noah se han ido hace un rato, y lo más probable es que ya estén preparando todo en casa de la abuela de Luc. Por mucho que lo piense, sigo sin entender por qué, entre todas las personas posibles, me ha tocado hacer esto a mí. No lo entiendo.

Vuelvo a encender la pantalla de mi móvil para mirar la hora y me doy cuenta de lo tonta que debo de verme. No sé si es por el excesivo calor que hace hoy o es por los nervios, pero me sudan las palmas de las manos. Me las seco en la zona del pantalón del mono amarillo que llevo y observo la bolsa que he dejado encima de la mesa pequeña del salón.

Debe parecer una tontería que esté tan inquieta por la fiesta sorpresa de Luc, pero quiero que todo salga bien. Quiero que le guste.

Creo que transcurre una eternidad hasta que el timbre de casa suena, aunque pronto me doy cuenta de que me equivoco. Luc ha llegado puntual.

En cuanto abro la puerta me topo de lleno con sus ojos grises. Se ven tan...diferentes que me es imposible apartar la mirada durante los primeros segundos. Parece feliz. Su mirada brilla tanto que esta vez sus ojeras no logran apagarla. Cuando desciendo hasta su sonrisa mis labios se curvan.

—Hola —su voz se escucha bajita y dulce. Esconde las manos en los bolsillos de sus tejanos negros.

—¡Hola!

No sé si es por la camisa blanca que ilumina sus facciones, si por las cuidadas ondas de su cabello o por sus ojos sonrientes, pero hoy se le ve especialmente iluminado. Está tan guapo y arreglado que no puedo evitar comparar mi aspecto con el suyo.

—¿Podrías confirmarme que no he leído mal tu mensaje y que me has pedido a mí y no a otra persona salir por Madeira a dar un paseo?

—¿Tan poco confías en mí?

—No. Es en mí. Podría haberlo soñado y haberme plantado aquí como un tonto.

Ruedo los ojos, divertida y me adelanto para agarrarle de la mano. Luc abre los ojos con sorpresa cuando tiro de él para que entre en casa. Pronto recaigo en el error que he cometido. Ahora está cerca. Tan cerca que lo único que contemplo es la zona superior de su pecho. Me dan ganas de abrocharle esos malditos botones que se le han soltado.

Solo cuando alzo la mirada hacia su rostro me doy cuenta del descenso que hacen sus ojos por mi cuerpo. No lo hace de forma descarada, es más, creo que es la inexpresividad de su rostro cuando lo hace lo que me pone realmente nerviosa, porque no sé en qué piensa mientras me mira así. Me siento expuesta.

El calor me recorre todo el cuerpo al ver la sonrisa pícara que curva sus labios cuando vuelve a mirarme a los ojos.

—Te queda bien el amarillo.

Entrecierro los ojos. A veces pienso en lo vergonzoso que sería vivir en una de esas historias fantásticas con hombres lobo que tienen el oído tan desarrollado. Porque si ahora mismo Luc pudiera escuchar mi corazón, se sorprendería al notar la velocidad a la que late. No es solo el cumplido. Es cómo lo dice, como si no pudiera callárselo y necesitara hacérmelo saber.

—No empieces tú también.

—¿Empezar con qué?

—A decir esas cosas —respondo y me doy la vuelta. Mi mano, que continúa agarrando la suya, tira de él—. Ven. Quiero darte algo antes de irnos.

—¿A qué cosas te refieres? No te he dicho nada malo.

—Por supuesto que no. Pero no hace falta que seas un pelota conmigo —bromeo—, Liam ya se ocupa de agrandar mi ego, no te preocupes por eso.

Al llegar al salón suelto su mano y me acerco a la mesa para coger sus regalos. Cuando me doy la vuelta y estiro mis brazos hacia él, Luc ni siquiera está pendiente de lo que quiero darle. Solo me mira a mí. Parece disgustado y eso me sienta como una patada en el estómago.

—¿Crees que digo lo que digo por decir? —Ni siquiera me da tiempo a responderle—. ¿Alguna...? —Vacila un poco—- ¿Alguna vez te he hecho pensar que me estaba riendo de ti?

—¿Qué? ¡No, claro que no! Nunca he pensado eso.

—¿Entonces por qué te sienta tan mal mis halagos? —"Porque no siento que sean reales", pienso pero no lo digo—. Estás guapa, Dahila. Y si te digo que ese color te queda bien, es porque es lo que pienso. —No sé qué decir ni cómo reaccionar. Quiero decirle que abra sus regalos para que se olvide del tema, pero vuelve a hablar—. Cuando te dije que estabas guapa en la fiesta del otro día no me dijiste lo mismo.

—Porque no era lo mismo.

—Lo es.

—Estaba distinta. Nina me maquilló.

Su mirada se torna más intensa de lo normal. Es como si sus ojos estuvieran gritando cosas que todavía no sé traducir.

—Fallo mío, entonces. Utilicé ese momento para decirte que estabas guapa porque sabía que no me pondrías pegas, pero lo cierto es que...

Antes de que termine la frase me pongo de puntillas y le tapo la boca con la mano.

—Vale, vale. Me ha quedado claro. ¿Contento? —suplico entre quejidos. Noto sus labios curvándose bajo mis dedos—. Así que, por favor, no digas nada más y abre tus regalos.

Parece que no había notado lo que tenía en mis manos, porque cuando baja la mirada hacia la bolsa que todavía sostengo, una chispa ilumina sus ojos grises. En cuanto la agarra me aparto un poco de él y entrelazo las manos tras mi espalda.

—Feliz cumpleaños.

—Ya me has felicitado, ¿o es que estabas demasiado cansada como para acordarte? Esperaste a las doce en punto para felicitarme.

Por supuesto que me acuerdo. Ayer por la noche estaba envolviendo sus regalos cuando me mandó un mensaje. Estuvimos hablando por el chat durante unos minutos hasta que apareció una llamada entrante en la pantalla de mi móvil con su nombre en grande. Hubiésemos estado en llamada o no, tenía planeado mandarle un mensaje sí o sí a las doce.

—Ábrelo.

—No tenías por qué comprarme nada.

—Luc —insisto.

—Vale, vale. Ya los abro.




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