Luc
En cuanto me siento en la terraza de un pequeño bar junto a Liam, me deshago de la gorra y me paso una mano por el pelo. Desde nuestra mesa podemos observar a Dahila y a Nina volviendo a sus toallas después de darse un rápido chapuzón. Sam y Noah siguen juntos en el mar. No sé cómo esos dos han reunido fuerzas para salir con nosotros con lo tarde que llegaron a casa. Sam es el que parece más cansado tras la fiesta en la que han estado hasta las cuatro de la mañana.
Liam le da un gran trago a su cerveza antes de hablar.
—Esos dos se han vuelto a liar.
—¿Qué te hace pensar eso?
—Está bastante claro, solo hay que verles. Mira, Sam no deja de lanzarle miradas descaradas a nuestro pequeño e inocente Noah. Es un claro tonteo. Y él parece bastante contento con la situación.
Sí que es cierto que desde que hemos venido han estado todo el rato pegados. No sé si habrá pasado algo más entre ellos en la fiesta o mientras Sam dormía con él en casa de Nina. Pasase lo que pasase, eso solo lo saben ellos dos.
—¿Cómo sabes que Sam está coqueteando con él?
—Menuda pregunta más estúpida me acabas de hacer.
—No seas capullo y respóndeme.
—¿Por qué debería? Es una lección básica que tú ya deberías saber.
—No soy como tú, Liam. Yo no sé tontear.
Con una sonrisa socarrona se baja un poco las gafas de sol para verme mejor.
—¿Qué te hace pensar que no sabes ligar?
—Nunca he ligado con nadie.
—¿Lo dices en serio? —Frunzo el ceño ante su extraña sorpresa. Tarda unos segundos en echarse a reír—. Oh, Dios mío, sí que lo dices en serio.
—Connard. ¿De qué te ríes?
—No me lo puedo creer, Luc. Llevas todo el verano coqueteando con Dahila y ni siquiera te has dado cuenta.
—Creo que si hubiese estado tonteando con ella lo sabría.
—Pues parece que no.
—Liam, no he hecho nada de eso. No se me habría ocurrido.
—¿Por qué?
Liam suelta un resoplido ante mi silencio y apoya los brazos sobre la mesa.
—No me puedo creer que a mis veinticuatro años tenga que explicarte esto.
—No te he pedido que me expliques nada.
—Pero soy tan buen amigo que lo voy a hacer de todos modos. —No me da tiempo a decirle que cierre la boca—. Primero de todo, digas lo que digas, llevas la mitad del verano poniéndole ojitos a Dahila. —Levanta la mano para hacerme callar en cuanto abro la boca. La vuelvo a cerrar a regañadientes—. Aunque te empeñes en decir que no es verdad, te equivocas. Sé de lo que hablo, me he licenciado en el arte del ligoteo.
—Pues de poco te ha servido.
Suelta una risa divertida y se recuesta contra el respaldo de su silla. A Liam se le ha dado bien hablar con chicas desde que tengo uso de razón. No sé cómo lo hace, pero siempre ha conseguido llamar la atención de las chicas que le han interesado. Para él ligar es tan fácil como respirar. A mí, por el contrario, pocas veces se me ha pasado por la cabeza hacer algo parecido.
—Ponte en situación, ¿de acuerdo? Imagínate que estás en una fiesta y ves a una desconocida que te llama la atención al instante.
—No puedo imaginármelo.
—¿Por qué?
—Porque no puedo.
—Solo tienes que hacer uso de tu imaginación. No es tan difícil.
—Tampoco quiero.
No puedo imaginarme un rostro nuevo, y mucho menos a una total desconocida que sea capaz de despertar el más mínimo interés en mí. Es imposible. Por mucho que intente imaginarme otras curvas, otra melena u otros ojos, la figura siempre se va a desdibujar y va a cambiarse por otra.
—¿Por qué no...? —Suspira y sacude la mano en el aire—. ¿Sabes qué? Déjalo. Imagina que yo, Liam Hall, estoy en una fiesta y veo a una chica que me gusta. A primera vista, siento un deseo por acercarme a ella porque me atrae. Es simple, ¿verdad? —Asiento—. Entonces, si quiero acercarme a ella e intentar que ella busque lo mismo que yo, jugaré con la mirada y las palabras. Ligaré con ella.
—Sí, sí. Lo he entendido, pero ¿qué tiene esto que ver con lo que hablábamos?
—No me has dejado terminar. Lo que quiero que diferencies es la atracción del interés personal. Cuando te atrae alguien y quieres acercarte a esa persona, piensas en la forma de poder hacerlo. Sin embargo, cuando te interesa conocer a alguien que te gusta, no piensas en lo que debes decir o hacer. Nuestra parte más pícara sale a la superficie sin siquiera darnos cuenta. No existen técnicas de flirteo ni nada por el estilo, simplemente te vuelves más lanzado y transparente.
«Más lanzado y transparente», repito para mí mismo. Es cierto que me he notado más suelto y sincero cada vez que he estado con Dahila. Era como si no pudiera esconder mis pensamientos, como si necesitara urgentemente que ella los escuchara.
—¿Me estás diciendo que he estado tonteando con Dahila todo este tiempo?
—Síp. Y ella te ha seguido el juego. Es lo que pasa cuando dos personas se gustan de verdad.
Sigo queriendo decirle que no tiene razón pero, ahora que lo pienso mejor, no estoy tan seguro. Molesto por que Liam parezca haber dado en el clavo, me vuelvo a poner la gorra y desvío la mirada hacia las chicas. Se están riendo de algo mientras Dahila le pone crema solar en la espalda a Nina.
—No puedes esconderte con esa gorra. Las orejas se te siguen viendo, y están rojísimas, por cierto.
—Cállate.
Vuelve a reírse. Las comisuras de mis labios tiran un poco hacia arriba, pero me esfuerzo por mantenerme serio.
—No seas idiota, Luc. No debería darte vergüenza algo tan banal como esto.
—No me había dado ni cuenta. Si lo hubiese sabido me habría contenido.
—¿Por qué?
—Porque es una idiotez que alguien como yo intente algo así con Dahila.
—Creo que no te sigo.
—Dahila está muy por encima de mí. Está a otro nivel. Yo no estoy a su altura.