Cuando seamos Tú y Yo

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La mañana acompañaba el humor de Danna, el cielo nublado con intensiones de acabar con el mundo, los nubarrones impedían que la luz del sol se filtrara en ellas, el viento soplaba sin oposición alguna, si el fin del mundo estuviera cerca aquella mañana sería el principio del fin.

–Entonces ¿Te aprobaron el proyecto?– pregunto el padre de Danna a su esposa con quien desayunaba.  

–Por suerte sí, aunque fue un cliente muy difícil de convencer, no sabes los peros que me ponía que, si el color podía ser más claro, que la decoración debía ser de marca que, el ambiente tenía que ser ecológico que, si aquella columna se podría quitar, etc., etc.–

–Bueno espero no te ponga más trabas, has trabajado en ese proyecto durante meses como para que…– Ambos miraron a Danna que apareció en silenciosa como un fantasma descendiendo al comedor bajando por unas cuantas gradas.

–¿Estás bien?– pregunto la madre al ver a su hija cubierta de pies a cabeza con una manta gruesa y el rostro algo tapado con la capucha de su pijama.

–Bu… buenos días – dijo Danna soltando un bostezo poco convincente –estoy bien solo que hoy tengo mucho frío, baje por algo de comer nada más– sonrió o eso era lo que parecía, la capucha dificultaba poder ver su rostro cubierto su cabello frondoso.

–¿Segura qué estás bien?– pregunto el padre poco convencido.

–Lo estoy solo es frío, hambre, cosas de mujeres, el festival, la universidad– Danna soltaba toda idea que se le venía a la cabeza, había bajado con la intención de comer un poco y pasar desapercibida.

–De acuerdo, lo hemos entendido – dijo el padre percatándose de las esquivas palabras.

Danna tomo su plato con el desayuno, un par de huevos fritos acompañados de pan tostado con su respectiva salsa y un jugo de naranja recién exprimido, sus brazos seguían cubiertos con la gruesa manta haciendo que el acto de balancear la comida fuese toda una hazaña.

–¡Provecho!– dijo alejándose lo más pronto posible.

Una vez en su habitación Danna coloco el desayuno sobre el escritorio, cerro las cortinas y puso seguro a la puerta, respiro profundamente mientras abría primero la manta y a continuación la bata se colocó frente al espejo de cuerpo completo en una de las paredes de su habitación, su cuerpo estaba lleno de moretones y manchas que iban del violeta a la morera tinturados de escarlata y en ocasiones con un toque de esmeralda.

–Eres un tonto– musito en un intento de que su alma gemela lo escuchara – tonto, tonto–

El día de ayer había tenido un día de lo más normal, la tarde desprendía una luz perfecta para leer, sus amigas le habían regalado un par de sus libros favoritos así que aprovecharía para leerlos todos si se lo proponía.

Fue entonces que todo empezó, al principio acomodarse era incómodo sentía como ciertas zonas de su cuerpo le dolían en especial cuando se presionaban en ellas, poco después pequeños moretones en sus brazos, algunos otros en sus costillas y otros en su pecho.

–Cálmate– dijo pellizcándose el brazo izquierdo tanto que le dolió más que todos los moretones juntos –¡Por favor!– murmuro.

Después de eso todo había parado no había más moretones ni más contusiones en su cuerpo, pero sería difícil explicar que su alma gemela había sido lanzada a una trituradora de basura y a causa de eso ella terminó así.

Sin aviso alguno sintió un golpe en su rostro uno que la dejo inconsciente.

Durmió toda la tarde y parte de la noche, en la madrugada había entrado a darse una ducha de agua fría en un intento de borrar los moretones algo que funciono un poco, no quería preocupar a sus padres así que ese día decidió encerrarse en su habitación y olvidar todos los planes de salida.

Se lanzó hacia la cama, estaba cansada mientras un montón de ideas pasaron por su cabeza, desde la actitud de su alma gemela hasta como estaría, para ella eran muchos golpes para su alma gemela deberían ser el doble.

–Eres un idiota, ¿Por qué tienes que pelear?– dijo abrazando una almohada –debo detenerte, buscar la manera para comunicarme contigo. Te juro que si me descubren te encontraré estés donde estés y me las pagaras– lo juro mientras se cubría el rostro con la almohada.

–Auch– soltó un pequeño gimoteo proveniente de su mejilla.



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En el texto hay: decisiones, primer amor, destino elegidos

Editado: 10.08.2021

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