El sonido de las luces titilando, las gotas de aquel líquido viscoso cayendo al suelo, junto con las manchas carmesí en las paredes.
Los pasos silenciosos se detuvieron enfrente del escritorio, el hombre tomó un archivo entre sus manos, lo miró con asco, su acompañante jugaba con su arma mientras miraba el móvil.
—Ella se desmayó, está en la entrada, dudo mucho que regrese dentro de ese cuerpo. —anunció el hombre con el arma.
—Lo sé. —dijo soltando aquellos molestos archivos en la mesa, sus botas con sus pequeños hilos bordados de oro, manchadas de sangre—Por lo menos se donde está. —se notaba descontento con la situación.
¿Cuánto más podría aguantar él y su criatura? Era una tortura, no tenía comparación con lo que había hecho.
—¿Quieres que me deshaga de los cuerpos?
El asintió y su compañero se retiró del laboratorio.
Era más que consciente de las múltiples atrocidades que había cometido, sus dedos picaron queriendo salir lo que tenía dentro de sí, negó con la cabeza y tomó algo de aire, intentando calmar su acalorado corazón.
Su mala reputación era algo que lo seguía como acompañante, las personas le tenían miedo, sabía que no era la persona más recta y amable.
Merecía que le tuvieran miedo, siempre y cuando no fuera ella, por él no había problema, sabía que una vez se vieran ella no huirá, no habrá temor en su mirada, a menos que él le diera motivos para tener miedo.
Los míseros humanos siempre arrastrándose hacia su destrucción, él solo les facilita las cosas, no era su culpa después de todo.
Planeaban unirse cuando algo los amenazaba, es una lástima que no lo hicieran antes.
—¡Caleb! —Gritó llamando a su guardia, este llegó en un momento.
—¡Quiero que sueltes el virus! —anuncio gritando para salir del laboratorio.