— ¡¿Como que no te recuerda?!— Me preguntó exaltada Lara quien a pesar de tener diez años se había convertido en una de mis grandes amigas, además de ser su canguro.
— ¡Es que no tengo ni idea de cómo ocurrió! Es el mismo… Francisco Anand, ¡Tiene la maldita cara que tenía cuando era niño! ¡No lo entiendo Lara!
— ¿Y por qué no haces algo? ¡Llama su atención!— preguntó gritándome desde su baño personal.
— ¡Es que ya lo intenté todo! El profesor ha gritado mi nombre cuando pasa lista, he pasado a su lado, hasta nos sonreímos y le he preguntado la hora, ¡nada! Es que estoy completamente segura que tambien fue una etapa importante para él, ¡éramos inseparables! —Le grito cansada mientras preparo su cama, su habitación en verdad parece el de una princesa,
—Deja de agobiarte Lina, tal vez no te reconoce, ahora eres muy diferente, ahora eres una belleza. —Me dice tranquila y alisando su pijama se sube a su cama, llevo un mes aquí y desde que llegué Lara no para de adularme, se ha convertido en un gran ser de luz para mí.
— ¿Te puedo creer? No sé si lo dices para que te dé más galletas— Le digo tapándola y ella se ríe, no hay niña más perfecta que ella, su piel totalmente blanca con esos labios rojos le hacen ver como un ángel pícaro, cuando peino su oscuro cabello rizado siempre pienso que sería la muñeca perfecta.
— ¡Hablo en serio Lina! ¿Querías mis sabios consejos no?— Me pregunta y asiento triste, se hace a un lado para dejarme un lugar y me acuesto a su lado. —No te recordará hasta que le digas algo relacionado con su infancia, se valiente, eres bonita, inteligente, sabes de Futbol Americano, sabes muchas historias increíbles de Mitología y crees en Dios de todas las maneras posibles, ¡eres maravillosa!— Me suelta con suma ternura acariciando mi mejilla.
—Me gustaría que él tuviera tu cerebro un solo día, te quiero Lara, es hora de dormir, tu madre ya no tardará en llegar y yo… tengo que hacer tarea y buscar la forma de no deprimirme.
—Si te deprimes avísame para ir por galletas, así no podrás decirme que no. —Responde sonriendo y parándome apago su luz dejando una lámpara prendida.
— ¿Sabes que estoy aquí para ti verdad?
—Si…— responde floja.
—en verdad, si necesitas algo…
—Estaré bien Lina, encárgate de ti… gracias por todo. —Me dice tranquila y volteándose cierra los ojos.
La casa de los Rockenford es increíblemente maravillosa, todo un palacio; la historia de esta familia es algo triste, todo comenzó cuando el matrimonio de Robert Rockenford iba viento en popa, su esposa y él querían tener cuatro hijos, pero ninguno de los dos planeó el accidente de avión del señor Robert, así Lisa Rockenford quedó viuda y embarazada de su primer hija, Lara.
Toda la increíble mansión para dos mujeres solitarias, de alguna manera cuando yo llegué encajé con estos dos corazones rotos, Lisa Rockenford me trata más como su hija que como la empleada, me dio una habitación enorme y me deja disfrutar de la casa completamente ya que ella no está todos los días, a veces se va semanas enteras dejándome al mando, mientras ella se encarga de las empresas que su marido dejó.
Cuando entro a mi habitación examino todo a mi alrededor, tengo una hermosa cama, un hermoso escritorio, una buena Universidad, pero lo único que no tengo es el apoyo de mis padres, un sacrificio grande por uno más anhelante.
Abro mis libros tranquila y busco el tema de la clase, Mitos y leyendas sobre culturas antiguas, ¡es tan apasionante que no puedo creer que esté en esta Universidad!, pero sobre todo… ¡Pancho! No me recordaba pero eso no significaba que yo lo hubiera olvidado, desde mi primera clase que fue hace unos días no dejo de pensar en él, sigue sin ser el más guapo, pero la energía que tiene es maravillosa, es el ser más perfecto y motivante que puede existir en el mundo.
Por momentos intento olvidarlo para poder estudiar tranquila y después duermo esperanzada.
A la mañana siguiente después de haberme levantado temprano y preparar el desayuno de Lara y llevarla al Colegio me dirijo a la Universidad, la única Universidad a la que se tiene que llevar obligatoriamente uniforme, falda negra y sweater azul, razón por la que me sentía como niña de Primaria, un detalle de miles que no me gustó, en fin. La Universidad era un poco fuera de lo común, tiene su propio centro comercial, su propio gimnasio, dormitorios, cadenas de comida y hasta un Spa para después de cada examen. Y tras llegar temprano, como siempre me sorprende la voz del profesor Evan Miller, un erudito de las Ciencias Ocultas, jamás he podido entender cómo puede saber tanto siendo tan joven.
— ¡Señorita Kelly! ¿No cree que es muy temprano aun? Las clases empiezan en una hora.