Durante “la fiesta” que en realidad no era una si no; más bien una comida con solo nosotros tres estuvimos riendo y contando las cosas que nos pasaban en la Universidad. La madre de Pancho aun cocinaba perfecto y yo agradecía eso ya que extrañaba el sazón de mamá.
—Yo no sé por qué mi hijo no puede evitar decir chistes en clase, si ven que quiere hacerlo les doy mi permiso para que lo golpeen, es enserio. —Dice intentando mantenerse seria mientras le da otro sorbo a su copa de vino, bueno… su quinta copa.
—Es para animar las cosas madre, odio que todos terminen aburridos si es algo aburrida, excepto en las clases del profesor Evan, esas cases me apasionan.
— ¿Y a quién no?— pregunto tambien bebiendo. —El profesor es un erudito, ¿sabían que ha viajado alrededor del mundo dos veces y ha hecho bastantes descubrimientos sobre diez culturas diferentes? Hay leyendas sobre él haciendo exorcismos en África.
—Creía que solo el vaticano daba esos permisos. —Dice Geraldine sorprendida.
—Lo que si es cierto es que es un experto en Demonología, no puedo creer que siendo tan joven sepa tanto, quien sabe, tal vez es un Nosferatu y por ello sabe tanto. —Comenta Alberto y come pastel.
—Eso sería un gran giro de la situación. —le responde Pancho y chocan los cinco.
—Bueno hermano, me gustaría quedarme un poco más pero tengo que llevar a estas dos señoritas a su casa. —le dice Alberto poniéndose de pie y hago lo mismo tomando mi suéter pero algo cambia todo.
—Yo llevaré a Lina a su casa no te preocupes Beto— dice quitado de la pena y se hace un silencio extraño en el comedor. —Es que necesito enseñarle unas cosas y ella es la única que me puede ayudar con ello. —les explica mirándome.
— ¡Perfecto!— grita Geraldine y sonríe, —mucho mejor, así no damos tantas vueltas, los veré mañana chicos, vámonos Beto…— le dice jalándolo a la puerta.
—Genial… tambien los veo mañana…— logra decir Alberto mientras es arrastrado por Geral y se van.
— ¡Bueno! Mientras yo recojo todo esto… ustedes vayan arriba. —Nos dice su madre y nos guiña un ojo, Pancho no sabe qué le pasa pero con un movimiento de cabeza me indica que lo siga. Y mientras lo sigo me pongo un poco nerviosa ¿Qué quiere enseñarme? La nostalgia me invade al recorrer los mismos pasillos que pasé cuando era niña y jugábamos en su habitación.
—Sé que es extraño que te pida que te quedes un poco más, pero es que en verdad eres la única esperanza que tengo.— Me dice abriendo la puerta y prende la luz, y sí, su habitación ha cambiado un poco porque, obvio ya es un hombre, pero aun es un poco como antes.
— ¡Vaya! es exactamente como yo recuerdo…— dejo salir emocionada y el me mira impresionado.
— ¿ya estuviste aquí?
—Perdón… me dejé llevar.
— ¡No! de hecho es lo que quiero, quiero que seas la que eras antes conmigo, verás, la infancia es una etapa muy importante para todo el mundo, es la base de tu crecimiento, pero yo no recuerdo nada después de los nueve años, así que necesito que me cuentes lo que éramos, todo; ya sabes, que me gustaba… de que hablábamos, de algo importante que me pasara, quiero entender mi niñez.
— ¿Pero no crees que la más indicada para hacer eso es tu madre?
—Mi madre ya me ha hablado mucho sobre mi niñez, pero no era lo mismo estar con mi madre a sentirme libre con mi mejor amiga, a ti te contaba otras cosas quiero suponer, cosas que mi madre no sabía, así que quiero que veas esto. —Cuando casi me hace llorar con lo que me dice se agacha y saca una caja de debajo de la cama y la pone sobre ella. —En esta caja tengo guardadas cosas que yo no sé qué tenían que ver conmigo, mi madre dice que después del accidente yo cambie de gustos por no recordar los anteriores, así que… ¿me ayudas?— Le sonrío conmovida y asiento, lento abro la caja y miro lo que nos espera, lo primero que veo es una credencial y me rio encantada.
—Esta… — de nuevo sonrió y limpio una lagrima que me sale sin permiso. —Es una credencial que daban en un programa de tv, era especial para niños, tú estabas obsesionado con él, jamás parabas de hablar de ello, sobre cada cosa que pasaba, muy pocos recibían la credencial que los hacía reporteros y tu después de quince intentos enviando una carta la recibiste, ¡Jamás te había visto tan feliz! —él me presta atención a cada palabra que le digo como si de ello dependiera su vida.
— ¿Y a ti te gustaba ese programa?— me pregunta tomando la credencial.
—Me gustaba por ti. —dejo salir y me mira de nuevo con esa mirada que me desestabiliza, entonces desvió la mirada y tomo otra cosa de la caja. — ¡Papiroflexia! Pensaba que solo era una temporada tuya hacer figuras, pero después pasaron meses y seguías, te juro que no entendía cómo es que tenías el talento para hacer cualquier figura, eras un senseí en el arte. —él se ríe y saca de la caja un sobre morado con mi nombre.