Cuando te acuerdes de mí

YO TU OXIGENO

— ¿Qué? —pregunto alejándome un poco.

—Al parecer por lo que te digo en la carta, yo estaba enamorado de ti pero estaba dispuesto a ser tu mejor amigo con tal de no sentir que me dejabas, esta carta me hace ver que yo era profundamente sentimental, lo cierto es que ¿solo me considerabas tu amigo no?

—Yo pensaba que todo era al revés, de todas formas no importa si te lo digo ya, no creo que le des importancia a esas cosas que pasaron hace muchos años, ahora eres una persona diferente y te casarás con una mujer bellísima. —Le dije burlándome por dentro. —Yo te consideraba mi príncipe azul, jamás te lo dije porque… porque tú me decías que te gustaba Geraldine, y si así era… yo no tenía como competir con ella. —Admito triste con una sonrisa forzada.

—Así que si no te hubieras ido tal vez… solo tal vez hubieras sido mi primer amor. — comenta metiendo sus manos a su bolsa y se recarga en la pared.

—Yo puedo confirmarte que tú sí fuiste mi primer amor, no hubo necesidad de leer tu carta o de que yo te dijera cuanto te quería, teníamos ocho años Pancho, éramos unos niños que solo pensaban en jugar y que el amor era tomarse de la mano.

— ¿Y no es así?

—No, el amor es mucho más, es apoyarse uno al otro cuando más estás en apuros, es cuando estás en el suelo y alguien te levanta diciendo que te ama y aunque no aguante tu peso te carga y te lleva a una zona segura donde te motiva a seguir. —Le explico mientras me mira poniendo atención a cada palabra que le digo.

— ¿Alguna vez me demostraste algo así siendo niños?— me pregunta acercándose y me pongo nerviosa.

—Sí, una vez… bueno, no sé si se considere así…

—Cuéntame. —Me ordena con voz etérea y suspiro para recordar cada detalle de lo que estoy a punto de contarle.

—Una vez en la escuela tu llegaste enfermo del estómago y justo antes de empezar educación física te dieron ganas de ir al baño, así que corriste pero… ya no alcanzaste a llegar y te ensuciaste todo el pantalón, yo vi todo desde lejos, no había nadie alrededor así que me acerqué a ti, me quité mi sudadera y te la amarré en la cintura, después te dije que te metieras a uno de los baños, yo… no sabía qué hacer, así que se me ocurrió hacer algo un poco malo, entré a la bodega de la escuela y… me robé un uniforme deportivo, después te lo llevé y nos deshicimos de toda tu ropa sucia tirándola en todos los botes de basura de los baños, al final fue como si nada hubiera pasado y salimos felices.—Le termino de contar y alzó la mirada, él está serio.

—Es la primera vez que escucho esto…

—Sí, bueno… es porque nunca le dijiste a tu mamá, los dos guardamos el secreto y nada pasó, tu no eras como ahora, eras un poco tímido y no quería que se burlarán más de ti, hice lo que tenía que hacer para que tu estuvieras bien.

—No te importó que te culparan de robo y te expulsaran con tal de ayudarme. — Me dice impresionado como si hubiera hecho algo increíble.

—Ya te dije, tenía ocho años ¿Cómo iba a dejar que mi príncipe sufriera?— pregunto y me sonrojo al darme cuenta de lo que dije, él solo sonríe encantado.

— ¿Y yo hice algo bueno por ti?

—Sí, tu hiciste mucho más por mí, pero de entre todo recuerdo una ocasión donde unos niños del segundo grado me empujaron y me lastimé la muñeca, tu llegaste hecho una furia y no te importó que fueran tres contra ti, los atacaste y aun que no ganaste y terminaste con el ojo morado te levantaste sacudiendo tus rodillas y me llevaste a los lavabos para limpiar mi herida, para mi ganaste.— Con esfuerzo le explico y de nuevo empiezo a llorar, era muy difícil tener que contarle todo eso, él da otro paso hacía mí y toma mi cara entre sus manos, limpia mis lágrimas y me mira, de nuevo no dice nada pero su mirada dice completamente todo.

—Si tú estuviste en mi vida significa que fui el niño más feliz de todos. —Le miro fascinada por lo que dice casi susurrando y corta la última distancia entre nosotros juntando sus labios con los míos, al principio no lo creo, ¡me está besando Pancho! Pero poco a poco los dos nos sintonizamos y nuestros cuerpos se unen más, él esta vez rodea mi cadera con sus brazos pegándome a su cuerpo y yo en el séptimo cielo abrazo su nuca, nada como un beso lleno de nostalgia y complicidad.

Mientras nuestras bocas se exploran puedo sentir sus latidos contra mi pecho, sin duda el tambien siente el mío, no podría engañarme con eso. De repente él abre los ojos sin soltarme.

—La araña… —Y cuando lo oigo decirlo mi corazón se detiene. —Tú tenías una araña… en el hombro, yo te la quité.

— ¿Lo recuerdas?— pregunto esperanzada.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.