Cuando te acuerdes de mí

MI VALOR

— ¿En verdad te dijo todo eso? Bueno, no sé qué pensar; Pancho debió sufrir un trauma muy grande cuando te fuiste y si ahora de grande le atraes sin que él te recuerde… debe ser porque los sentimientos del niño que te amaba siguen ahí.

—Pero no sirve de nada Geral, lo mismo le dije, de cualquier forma se casará, si no lo hubiera parado no sé hasta dónde hubiéramos llegado esta noche, debo de alejarme de él.

— ¿Estas segura?— me pregunta sentada en mi cama tomando mi mano.

—Sí, él tiene una prometida Geral, yo era su mejor amiga de la infancia, hoy en día ya no, lo estamos confundiendo con otras cosas que no debemos hacer, si quiere ser una persona elite entonces que deje de molestarme, ¿Qué es lo que quiere pidiéndome que le diga lo que era a los ocho años? No regresará el tiempo, y aun que pudiera regresarlo sería totalmente imposible hacer que yo no me fuera porque ni siquiera teníamos voz ni voto.

—Lo cierto es que no estás obligada a continuar siendo su amiga como antes, eres una adulta Lina, hay muchos hombres que quisieran estar contigo… por ejemplo…

—No digas Alberto.

—Alberto— repite sonriendo.

—No… yo no entré a la Universidad a buscar novio, entré para superarme, para quitarme las ataduras, me alejé de mis padres para no sufrir y no comenzaré a sufrir estando aquí, ya no.

— ¡Entonces vayamos al campamento Luciérnaga! Se pondrá muy divertido, habrá cuentos de fogatas y día de alberca, además contarán la historia de la noche de reflexión y habrá concurso de fantasmas, lo sé todo porque uno de mis primos ya fue y dice que es la mejor experiencia del mundo.

—Pero él irá, no creo poder verle la cara después del agasajo en su cuarto.

—Vamos Lina, no me dejes ir sola con chicas raras, tu eres la única con la que me llevo bien, te prometo no dejarte sola pero acompáñame— me dice poniendo cara de perrito mojado y me gana la risa.

—Está bien. — le digo y me abraza feliz.

— ¡Genial! Ya muero por ver nuestra cabaña asignada, tenemos que apartarla mañana en la escuela, si no nos apuntamos antes nos pondrán con otras personas y no queremos eso ¿verdad?

—Jamás me imaginé ir contigo a un campamento, supongo que será muy divertido además las dueños de la casa no llegarán aun.

—Ahí lo tienes, entonces ¿ya no piensas hablarle a Pancho?

—No hasta no saber qué es exactamente lo que quiere, ¿quiere casarse con Zoe pero me besa y me dice que me necesita? No lo entiendo.

—Necesita tiempo, supongo que cuando leía esa carta pensaba en ti y ni quisiera sabía quién eras, es como si supieras que amabas a alguien en un sueño y al despertar no está, aun así prefiero que esté contigo que con esa… golfa.

— ¿Sabes? Durante todo el tiempo que no lo vi le perdí completamente la pista, había días en los que me obsesionaba buscándolo por internet, en redes sociales y jamás lo hallé, soñaba con él día que nos encontráramos y abrazarnos como antes, me resigné a no verlo jamás pensando que tal vez ya se habría casado o estuviera muerto, pero cuando lo vi el primer día de clases me sentí feliz como esa niña que caminaba de su lado, me duele que quiera cambiar, pero no puedo obligarlo a escogerme, así que… me centraré en ver a otros chicos y a estudiar, lo sacaré de mi cabeza y que él sea feliz con su chica.

—Así se habla. — me dice y brindamos con nuestro vaso de soda.

Al siguiente día me arreglé súper lindo, ¡No iba a dejar que me afectara la mala decisión de un hombre indeciso! Así que dejé mi cabello suelto y lacio con un flequillo coqueto, me maquillé sin exagerar con un perfecto labial rojo y salí contenta a la escuela. Geraldine y yo nos encontramos en la entrada de la Universidad y ambas nos sentíamos un par de divas listas para ser felices y deslumbrar a todos, de ser la que más odiaba resultó ser mi mejor amiga, nuestra complicidad era muy grande y podíamos hablar de lo que quisiéramos. Alberto ya no me molestaba más porque era más que obvio que Pancho le había contado lo ocurrido y no le coquetearía a la chica que Pancho quería aparte de su prometida, pacto de mejores amigos.

Al llegar al aula de la clase Geraldine y yo nos sentamos hasta abajo, en primera porque estoy un tanto ciega y no veo demasiado de lejos, y en segunda por que el profesor Miller era jodidamente guapo, no era como si quisiéramos coquetearle, era más como para deleitarnos con sus conocimientos y sus perfectos ojos.

— ¿No nos apartaron un lugar?— nos pregunta Pancho y me ve, por la cara que pone le extraña verme tan feliz y bien arreglada, además de mi perfecto estado de ánimo.

— ¡Ups! No, nosotras llegamos temprano para poner atención a la clase, pero tú y Beto pueden sentarse en las tarimas de arriba, no queremos distracciones. —le dice un tanto seca Geraldine y Pancho se molesta un poco.




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