Cuando te acuerdes de mí

QUERÍA SER

—Podríamos caminar y contarme cosas sobre ti, podría haber una ligera oportunidad de que te recuerde, sería grandioso. — Me dice sonriendo y observa mi espalda. —Dame tu mochila, yo la llevo. — y me la quita sin esperar mi respuesta, ese acto podría haber sido el acto más simple del mundo, pero hoy en día era muy complicado encontrar un hombre que hiciera algo así, lo malo era que este hombre ya estaba ocupado por un horrible ser.

—Gracias, pues… ¿Qué quieres que te cuente?

—Todo, desde lo más superficial hasta el más profundo de tus sueños.

—Bueno… mi más grande miedo es que la gente que quiero me olvide, el abandono me mata así que ya lo sabes, tambien amo el frio… ya sabes no es como el calor que no se te quita tan fácil, en cambio el frio lo puedes combatir rodeándote de una manta y leyendo un libro enfrente de una chimenea, am los días lluviosos, me parecen románticos y melancólicos, me hacen sentir en una película donde la protagonista discutió con el hombre que ama y al final se besan sin importar mojarse.— le explico con emoción y cuando levanto la mirada a él me mira extasiado por mis palabras.

— ¿Algo más? — pregunta feliz.

—Soy una aficionada a las novelas románticas, sé que son cursis pero me encanta que el trasfondo de todas sea el amor puro y profundo, de ese que te calienta el corazón con un beso y te hace añorar un amor como esos.

—Así que sí eres una romántica empedernida…

—Si me hubieras preguntado eso hace unos años yo misma me hubiera catalogado como la mujer más fría que existe, pero hoy en día siento que el amor me invade en todo lo que hago, cuando cuido a Lara, cuando hablo con la señora Lisa, cuando estoy en clase con el profesor Miller o cuando abrazo a Geral, así que admito que si soy una vil romántica perdida de esas que sueñan con un beso bajo una tarde nevada, me declaro cursi. —Explico y él se ríe al oír o ultimo.

— ¿Alguna música favorita?

—Me gusta Beethoven, su música y su vida fueron apasionantes; tambien me gusta Mozart y unos cuantos eruditos más de la música clásica, por otro lado también me gusta la música relajada, la que me invade cuando estoy triste y que sé que no debo de seguir escuchando pero que se complementa tan bien con lo que siento que la dejo hacerme sufrir.

—Me gusta cómo te expresas Lina, es como si hubieras nacido en otra época; dices todo con gracia como si un poeta estuviera en tu lengua. —Lo escucho atenta, parece tan interesado en lo que digo que me sonrojo y bajo la mirada. — ¿Qué hay sobre Dios? ¿Crees en él?

 

—Sí, ¿sabes? Antes cuando éramos niños nos gustaba vernos los domingos en la iglesia local, nos abrazábamos y nos mirábamos entre la multitud, recuerdo que me emocionaba hacer todo lo que hacían los demás… ya sabes, arrodillarse cuando suena la campana, darse los golpes en el pecho y esas cosas, sentía amor por la religión y me sentía en casa.

— ¿Y qué ha cambiado?—me pregunta y frunce el ceño preocupado.

—Tuve mi despertar de conciencia, poco a poco comenzaba a sentirme incomoda en esa iglesia después de que aparecían los curas pederastas y ya no vi igual la casa de Dios, conforme crecí profundicé en los temas más místicos que me llevaran a él; a Dios, y encontré muchas formas nuevas de acercarme a él, aprendí a meditar, conocí la mayoría de las religiones, Mormones, Testigos de Jehová, Krisna, Judíos, Cristianos… ¿y sabes qué? Llegué a la conclusión de que todas esas religiones eran creadas por los hombres, es decir… Jesús nunca pidió que hubieran cristianos, el punto es que… quería encontrar a Dios por mi parte sin escuchar a personas gritando alabanzas en mi oído o cantando canciones sin ton y son, quería sentirlo en mi corazón, así que hoy en día aprendí a hablar con él, con ese ser supremo que nos guía cuando más solos nos sentimos, ¿y sabes que es lo mejor?

— ¿Qué?— pregunta intrigado.

—Que siento que él me escucha, lo siento conmigo siempre y gracias a eso no le temo a nada, mi religión es Dios. —Le digo y lo miro, él me sonríe sin decir nada.

—Yo me he sentido igual de inquieto que tú, aunque a veces siento que me abandona y no sé cómo seguir, ¿Cómo le puedo pedir que no me desamparé y estar seguro de que me escuchó?— me cuestiona como si yo fuera el gurú de la religión.

—Entra a tu habitación, apaga la luz y respira hondo, cierra los ojos y solo… habla, dile lo que te preocupa, él ya lo sabe de seguro pero esto ayudará a que forjes una nueva amistad con él, tal vez tarde un poco en darte respuesta a lo que le has pedido o preguntado, pero.. Debes estar al pendiente de alguna señal o mensaje que tenga para ti y te lo envié por otra persona, todo estará bien.




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