LIANA
Adrián me recuerda a todo lo que papá me describió como chicos que no deberían estar cerca de mi círculo. Tiene el cabello desenfadado, un piercing en la ceja , otro en el labio inferior. Hay tatuajes asomándose encima del cuello de su camiseta y tiene otros cuantos en los brazos. Su cabello es negro y muy pegado, y tiene unos ojos hermosos. Es muy difícil para mí detectar algo malo en él cuando me siento completamente deslumbrada por lo atractivo que es. Y esta es precisamente la parte de la que habló mamá.
Está bien que te dejes deslumbrar un momento, pero no te ciegues por una cara bonita y un indo trasero...
Bueno, la última parte la dijo Chloe.
Encontrarlo a unas pocas calles de la casa de Theo, fue todo un milagro. Al principio me rehusé a aceptar su invitación de llevarme porque aún no olvidaba que él me había besado sin mi permiso. Después de unos buenos minutos de insistencia, logró que suba a su motocicleta y junto con eso, que empiece a caerme un poco menos mal.
Al menos sirve para poner de los pelos a Theo y eso me encanta. No sé por qué, pero lo hace.
Adrián toma mi mano mientras me lleva a lo largo del muelle. Lo acepté porque él parece querer hacer de esta noche algo inolvidable para mí y se lo agradezco, me parece un gesto mucho menos egoísta que el de Theo. Theo prometió muchas cosas antes de que yo llegue a Procida, pero hasta ahora parece que lo ha olvidado por completo.
Está un poco oscuro por aquí, los faroles iluminan de manera tenue y hay mucho viento golpeando y agitando mi cabello. Todo se mezcla con la sensación de que estoy tensando la cuerda demasiado con Adrián, después de todo, él es un desconocido para mí y sumándole a eso, me besó.
No puedo decir que no me gustó.
—Cuéntame de ti, Liana.
Su pregunta me hace pensar en muchas respuestas a la vez, pero nada claro.
¿Quién soy?
No puedo decir que soy una ingenua chica de dieciocho años que tiene mil reglas en la espalda y un cuidador encima que parece no querer divertirse conmigo. Debe sonar más interesante. Debo serlo.
—Terminé el bachillerato y decidí venir a Procida para tomar un respiro antes de entrar a la universidad. Vivo en Charlotte con mis padres, pero... será por poco tiempo, planeo mudarme a California. Mi hermano es médico y...
—Eso suena muy planificado.
—No lo es —meneo la cabeza—. Para nada es algo planeado.
—Pues se escucha como un plan.
—¿Y eso sería tan terrible?
—Prefiero vivir un poco antes se sentarme frente a un escritorio o en el pupitre de un salón.
—¿No has ido a la universidad?
Adrián camina hacia las barandas del muelle.
—Sí, pero dejé la carrera.
—Entiendo.
Saca un cigarrilo de su cajetilla y luego un encendedor de su bolsillo izquierdo.
— Cuando te dije que me contaras de ti, me refería a qué tipo de chica eres.
¿Más preguntas que me hacen tener crisis existencial?
—No estoy dentro de un adjetivo calificativo. No lo sé, no me puedo clasificar en un grupo. Solo soy yo.
—Eso me gusta — dice, al segundo le da una calada honda a su cigarrillo, unos cuantos segundos después expulsa el aire entre sus dientes apretados.
La acción me hace hiperventilar un poco.
—¿Te gusta que no me halle dentro de un grupo en específico?
Sonríe de lado.
El tipo de sonrisas que papá dijo que eran obra del diablo de siete colas.
Pues yo lo veo muy sexy hasta ahora.
— ¿Alguna vez has nadado desnuda?
Su pregunta me toma por sorpresa otra vez.
—¿Ser una recién nacida cuenta?
Él ríe. Su rasposa risa empieza a oírse como algo relajante.
—Lo sabía — ladea la cabeza y guarda el cigarrillo usado en su chaqueta—. En ese caso...
Rotrocedo cuando lo veo quitarse las botas y la chaqueta.
—Espera, ¿qué mierda estás haciendo?
—Uhh, eso me gusta.
—No, hablo en serio, ¿vas a desnudarte frente a mí?
¿Eso es malo?
—¿Sí? ¿Nunca has visto a un chico desnudo?
¿Los videos pornos de Chloe cuentan?
—Bueno...
Toma los bordes de su camiseta y tira hacia arriba. Sus pectorales desnudos causan el primer efecto de barbilla caída. La levanto al instante y niego con la cabeza, intentando no verme demasiado impactada aunque lo esté.
Mierda, ¿qué rayos le dan a los chicos de Procida?
¿Popo de unicornio?
Cuando lo veo tomarse los bordes de sus jeans, cubro mis ojos con una mano.
—Oye, para.
—¿Qué?¿Qué pasa?
Puedo oír que está conteniendo una carcajada.
—¿Me trajiste aquí para desnudarte frente a mí?
—Dijiste que viniste aquí para relajarte, ¿no?
Levanto la cabeza, aún con los ojos tapados.
—No incluía ver a un chico que, acabo de conocer hace unos minutos, desnudo.
—Ou, me equivoqué.
Escucho el sonido de algo golpeando con el agua, me descubro los ojos y ya no veo a Adrián frente a mí. Me acerco a los barandales para averiguar si ha caído al mar, pero no encuentro rastro de él.
Carajo.
Su ropa aún está tendida en el piso y... sus boxers.
Doble carajo.
Me acerco un poco más hasta que lo veo emerger del agua.
—¡¿Estás loco?! —chillo.
—¡Ven, salta!
—¡Claro que no!
—¡El agua está riquísima!
Lo veo zambullirse y Dios, veo su trasero. Aprieto los ojos.
—¡¿Vas a quedarte ahí?! ¡Algún día te vas a arrepentir de no haberlo hecho!
—¡Créeme, no gano nada!
—¡Ganas una experiencia más, ¿no es suficiente?!
Buen punto.
—¡Tengo una lista!
—¿Y qué la encabeza?
Me apoyo un poco más en las barandas.
—¡Robar la ropa de un idiota que decidió nadar desnudo!
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Editado: 02.11.2021