Cuando te fuiste

Capítulo once

El subir al auto de Nick suponía algo a lo que me había negado a hacer esa mañana, contarle lo que me había pasado para no querer estar en casa y, sorprendentemente, no me incomodaba tanto la idea de charlar con alguien más aparte de Mery —al menos no tanto como en la mañana—.

El destino al que íbamos era incierto, lo único que no era incierto era que no quería estar en casa, no con Thomas Miller ahí dentro.

No quería hablar con él, me negaba a hacerlo. Al menos no en ese momento que las cosas seguían frescas en mi mente y lo único que quería hacer era gritarle por el engaño en el que me había hecho vivir.

— ¿Quieres que te lleve a algún lugar en específico? —Nick interrumpió mis pensamientos con su pregunta y haciéndome ver que no tenía idea de a donde quería o podía ir.

—No lo sé —murmuré avergonzada—. Sólo no me lleves de regreso ahí.

—De acuerdo, ¿qué tal si vamos donde Mery?

Aquella podía haber sido una buena idea, si quitábamos el hecho de que mamá sabría que estaría allí. Cuando no estaba sola ahogándome en mis pensamientos, iba donde Mery para que intentara distraerme y Juliette lo sabía.

Le hice saber aquello a Nick y lo que atinó a hacer fue a estacionar el auto en un lugar de comida rápida, mientras que ambos pensábamos en donde podía esconderme de mis padres, bueno, de Thomas Miller en específico.

—Lo tengo —Nick chasqueó los dedos en el aire, con una sonrisa triunfante en el rostro—. Mi abuela tiene una pequeña casa cerca a la playa, podemos ir ahí si quieres —ofreció.

Parecía un buen plan, excepto por la parte en la que sentía que estaba abusando de la amabilidad de Nicholas. Pero no tenía un lugar a donde ir donde Thomas Miller no llegara a intentar darme explicaciones que no quería, ni mucho menos necesitaba en aquel momento.

—Si no te molesta —susurré.

Él guiñó un ojo y puso el auto en marcha una vez más. Al inicio estuve viendo por la ventana como las calles pasaban, pero el cansancio cayó sobre mí a mitad del viaje y me quedé dormida.

Volví a abrir los ojos al sentir una suave brisa fría llegarme al rostro y el usual olor salado característico del mar a lo lejos. Además de los pequeños toques que dejaba Nick en mi hombro para despertarme.

—Ya llegamos —murmuró a mi costado.

No supe qué responder y me limité a darle una pequeña sonrisa. Ambos bajamos del auto y lo seguí hacía la entrada de la casa de playa de sus abuela.

—Gracias —murmuré cuando estuvimos frente a la puerta—, por traerme aquí y no dejarme sola.

—Somos amigos —me sonrió y siguió con su tarea de buscar la llave de repuesto que solían esconder en la entrada—, puedes contar conmigo, ya te lo dije —me guiñó un ojo.

Una pequeña sensación de calidez se acumuló en mi pecho al saber que aún me consideraba su amiga.

Entramos a la casa que estaba llena de polvo, pues empecé a sentir una pequeña picazón en la nariz y terminé estornudando debido a mi alergia. Nick se rió de mi manera de estornudar y me mando a la cocina para ver si había algo que pudiéramos comer.

Sentí mi teléfono vibrar en mi bolsillo y no dude en apagarlo sin siquiera ver quien era la persona que trataba de comunicarse conmigo, aunque lo más probable es que fueran mis padres.

— ¿Encontraste algo? —preguntó Nick desde la pequeña sala, sacándome de mis pensamientos.

—Un par de latas de atún.

—Sobreviviremos —dijo, asintiendo una y otra vez, como si tratara de convencerse a su mismo de su afirmación—. Bien, ¿quieres quedarte aquí? ¿O me acompañas?

Hizo una pequeña señal hacía el techo. Definitivamente no iba a quedarme sola en la sala, lucía como el lugar de las películas de terror cuando te van a matar.

—Te sigo —y eso hice. Dejé caer mi celular en el sillón y caminé detrás de él.

La planta superior consistía en un pequeño pasillo con tres puertas, de las cuales Nick abrió —la que suponía— era su habitación.

Al parecer había acertado en una pequeña parte, pues tenía una litera y supuse que era la habitación que compartía con su hermanita cuando venían. En la pared que daba a la primera cama de la litera iban colgados dos posters de alguna banda que no conocía, una fotografía familiar sobre un pequeño escritorio junto a una guitarra acústica que se encontraba sobre el colchón cubierto por un edredón azul.

El sonido de una llamada entrante me distrajo de mi indagación. Nick me hizo una seña de que iba a tomar la llamada, dejándome sola en su habitación y salió para contestar la llamada.

Al verme sola, decidí recorrer la habitación, más no llegué a encontrar algo interesante con que entretenerme, mientras escuchaba a lo lejos su intento de disculparse con Caroline por no poder ir a la pequeña fiesta que había organizado de último minuto en su casa.

Tomé la guitarra entre mis manos, limpiando la capa de polvo que tenía con el borde de mi camiseta y luego pasé mis dedos por las cuerdas.

— ¿Qué haces? —preguntó Nick cuando volvió a su habitación.

— ¿Probar si tengo talento para la música? —respondí en broma, señalando la guitarra—. Adivina qué, no lo tengo —intenté bromear, pero su mirada neutra no siguió mi juego—. Creo que quieres ir con tu novia, ¿cierto?




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