Elizabeth:
Tantas preguntas empezaban a desesperarme. Edgar me ponía nerviosa, su sola presencia en esta casa, en la misma mesa me llenaba de recuerdos, de pensamientos y de rabia al recordar la forma en la que me trató la última vez que lo vi. Tomé un trago de vino al ver que al fin todos habían hecho silencio.
—¿Cuál es tu nombre pequeña? —preguntó Edgar dirigiéndose a mi hija y eso hizo que mis labios temblaran. En mis planes nunca estuvo que él supiera que tenía una hija, menos que hablaran pues era muy inteligente y podía comenzar a sospechar.
—Me llamo Mili y usted—respondió la pequeña mirándolo fijamente, yo me quedé muda observándolos a ambos, sus ojos eran exactamente iguales y aunque todos decían que era muy parecida a mí, en las facciones de su rostro había también algo de él.
—Me llamo Edgar, que edad tienes pequeña—comencé a ahogarme con un trago de vino al escuchar su pregunta, incluso la nueva novia lo observó asombrada.
—Cinco años—sonrió mi hija inocentemente.
—Cinco años —repitió él mirándome fijamente y acomodando sus brazos sobre la mesa mientras todos nos observaron—cinco años Elizabeth, tu hija tiene cinco años—su mirada se quedó fija en mí y en ese momento hice lo único que podía hacer una persona desesperada como yo, huir.
—Vamos Mili es hora de tu medicina—exclamé pues mi hija tomaba medicamentos para la alergia, y aunque no era la hora era un excelente pretexto.
—Adios—dijo la pequeña obedeciendo y tomé su mano alejándome de allí.
—Elizabeth—pronunció de nuevo pero fingí no escucharlo, todos se quedaron observándolo.
—¿Qué quieres decirle a Elizabeth? —su prometida preguntó. Él suspiró.
—Nada—su puso de pie—perdí el apetito—salió de allí y la rubia lo siguió.
—Edgar cariño—dijo Anabelle acompañándolo al jardín, parándose detrás de él mientras fumaba un cigarrillo, vicio que había adquirido luego de nuestra separación pues mientras estuvimos juntos no tenía ninguno—creí que no te afectaría volver a ver a mi prima.
—¿Quién dijo que me afecta? —respondió alterado y evasivo.
—Dejaste de cenar y...
—Tú me afectas, no me dejas respirar, no me permites fumar siquiera ni pensar.
—Disculpa mi amor, yo solo quería saber si estabas bien—lanzó el cigarro y miró su reloj.
—Debo salir, quedé en verme con Sergio—pronunció, Sergio era su mejor amigo, desde queestaban en la Universidad tenían una amistad muy sólida y ahora también trabajaba como abogado en su empresa.
—¿Luego irás a tu casa?
—No vendré aquí—exclamó—dormiré aquí contigo.
—Pero siempre dices que no te gusta quedarte en esta casa, y que el color de las paredes te da jaqueca.
—Haré un esfuerzo, descansaré aquí contigo el fin de semana—exclamó dejando asombrada a su prometida y salió de allí.
***************
—Mamá quién es Edgar—preguntó mi pequeña niña cuando estuvimos sola en la habitación.
—Es el prometido de mi prima—suspiré tirándome a la cama a su lado.
—Es muy apuesto y se quedó observándote con ojos de enamorado—se cubrió los labios con picardía y yo sonreí, Edgar podía estar cualquier cosa menos enamorado de mí, luego de todo lo que habíamos pasado y la trágica separación que tuvimos.
—No lo creo...
—¿Y mi medicina? —cuestionó.
—Todavía no te toca—observé el reloj.
—Entonces has mentido—exclamó abriendo grande sus lindos ojitos—es muy malo mentir mamá.
—Lo sé cariño pero necesitaba abandonar la mesa—pronuncié y es que la verdad , solo lo hice para escapar de las preguntas de Edgar que no podía responder.
—Entonces me enseñarás a mi papá—preguntó la pequeña y esa era precisamente otra pregunta que no podía responder.
—Mili—suspiré—que tal si dibujamos un rato.
—No quiero dibujar, yo solo quiero tener jn papá igual que las demás niñas del colegio—se cruzó de brazos y me miró con nostalgia—¿por qué no quieres que conozca a mi papá? — más y más preguntas difíciles de responder y todas las respuestas estaban en la misma casa a solo unos metros de distancia.
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Editado: 18.09.2025