Cuarentena Forzosa

1

Capítulo 1

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Problema uno: estar en cuarentena junto a cinco hermanos endemoniadamente sexis… y extraños.

Problema dos: no haber empacado condones.

➥ Taddeo Moretti era un chico salvaje; vivía en una libertad brutalmente peligrosa, y esto, constantemente, terminaba metiéndolo en problemas. A veces, Sasha pensaba que él se comportaba de esa forma para escapar de algo… algo que ella no conocía ─y eso, de por sí, ya era sorprendente, porque la pelirroja convivía con todos ellos más que nadie─; quizá, de no hallarse en cuarentena, ella habría intentado descubrirlo.

Pero estaban en cuarentena, así que la hijita consentida de los Berlusconi no se halló interesada en nada más que no fuera examinar el lugar donde pasaría las próximas semanas: una casa en las afueras de Asís. A Sasha le pareció que no era tan grande como la mansión Moretti, pero tampoco tan pequeña como el tugurio en el que ella había crecido.

Taddeo tosió; sin embargo, nadie hizo ninguna broma al respecto. La realidad les había caído como un balde de agua fría. Ese lugar había sido adaptado para ellos, y eso significaba que, en efecto, eso estaba ocurriendo: habían tenido que dejar sus hogares y familia, además, tendrían que limitarse a verlos por cámara quién-sabe-por-cuánto-tiempo.

Sasha palmeó el hombro de Tadd, como un consuelo silencioso. El castaño suspiró… y tosió otra vez.

—Me está llevando el infierno —dijo él.

—A todos, Taddie, a todos —bisbiseó ella, notando que su amigo era muy alto; aunque todos los hombres Moretti eran descabelladamente grandes—. Creo que Kell y Hell están levantando apuestas sobre cuál de nosotros morirá primero.

—Imbéciles.

—Y probablemente más de uno haya mencionado tu nombre —la muchacha trató de sonreír—: me incluyo.

Taddeo no pudo evitarlo, como siempre que Sasha le hablaba así, él dejó ir una carcajada ─a la que le prosiguieron un par de toses más─.

─Traidora.

─Perdóname ─pidió, bromista.

Él negó con la cabeza y cogió la minúscula valija que ella cargaba, encaminándose a la entrada de aquel lugar. Taddeo era consciente de que su familia tenía muchas propiedades ─después de todo, su posición económica era más que buena, a decir verdad: las clínicas y negocios farmacéuticos de los Moretti causaban revuelo en cada rincón de Italia─, pero esa, en particular, no la había visitado jamás, y creyó saber el porqué: su padre nunca le daba el acceso a todos los bienes; no confiaba en él.

Fueron recibidos en el salón por la masculina ─pero en ese momento dramática─ voz de Aris, tirado bocabajo sobre el sofá blanco:

─Debería morirme ahora.

Sasha solo estaba pensando en la distribución de las habitaciones; Theodor había dejado una nota sobre la mesita con las instrucciones exactas: «Keller y Heller juntos, en la primera, porque se cuidan la espalda. Aris y Niklaus también juntos, en la de la izquierda, para evitar conflictos con Taddeo; Sasha y Taddeo en la última; la del fondo. Necesito que todos se comporten y no ocasionen más problemas, ¡tienen muchos medicamentos y artefactos! La casa está preparada en su totalidad para la cuarentena; estaremos en contacto.»

A la pelirroja le causó curiosidad que para todos los demás haya puesto un motivo ─«porque se cuidan la espalda», «para evitar conflictos»─; empero, con Taddeo y ella, no hubo ninguno, es decir, ¿estarían en la misma habitación solo porque sí? ¿ellos eran las sobras?

─Llevaré las cosas al dormitorio ─informó el susodicho, sacándola de su ensimismamiento.

─¿En serio vamos a respetar ese orden? ─inquirió Hell, uniéndose a la escena─. No es como que nos vaya a vigilar.

─… eso crees tú, quizás ya haya puesto cámaras.

Niklaus apareció en el umbral de la puerta. Sasha lo miró por un segundo: él llevaba unos jeans negros, camisa blanca y botas color café; el cabello dorado estaba en un desastre que no lucía mal ─Nik nunca se veía mal─. Entonces, los enormes ojos de distintas tonalidades de él se fijaron en ella, mientras le mostraba una sonrisilla de relucientes dientes blancos. Nik siempre se comportaba así con Sasha; y a ella le gustaba, ¡cómo no! él estaba buenísimo: con ese cuerpo atlético y estatura envidiable.

De todos los hermanos Moretti, Niklaus había sido, durante mucho tiempo, su predilecto. La joven de bucles rojizos estaba obsesionada con él por razones que no sabía siquiera explicar; era obvio que tenía un físico tentador ─como los demás─; empero, una parte de Nik lo hacía único para Sash… y perfecto.

─Dejó a Sasha con Taddeo porque es el gay ─bromeó Aris, y Hell, como su fiel (y estúpido) compañero de bromas, soltó una carcajada. Los cuatro rostros restantes, no mostraron ápice alguno de diversión─. Son unos aburridos de mierda.

Aris Moretti era la materialización de la felicidad, sin duda. A él Sasha lo comprendía perfectamente, porque no se trataba de un sujeto muy complejo ─como Keller…, o Niklaus, o Taddeo─. Sin embargo, un hecho incuestionable era su humor carecía de gracia; no se trataba de un chico con el que te reirías por su ingenio, sino por lo estrambótico de su personalidad.

─Vamos a respetar el orden de las habitaciones ─afirmó ella, cuando sintió la migraña comenzar a proliferar─. Al menos Tadd no ronca ─añadió.

Niklaus se percató de que Sasha siempre defendía a Taddeo de los demás. Desde su niñez, ella solía molestarse con todos cuando lo fastidiaban a él… y a Keller.

─No empieces ─rebatió Aris. Luego alzó ambos brazos, rindiéndose.

A Taddeo no le importó. Se encogió de hombros y, posteriormente, sus pasos se perdieron a través del pasillo.




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