Cuarentena Letal

Noche 1. Johanna

 

 

La casa era enorme, a donde quiera que mirara podía ver el inmenso terreno con árboles frutales y las paredes blancas de la casa, Johanna no podía evitar sentirse sobrecogida por la enorme y vieja propiedad. De los chicos del grupo era la única que no venía de una familia de ricos, toda su vida vivió en un departamento y debía trabajar los fines de semana para ayudar a su familia sin mencionar que necesitaba ocultarlo de sus amigos. ¿Qué pensarían de ella si lo descubrieran? Siempre intentaba apoyar a su familia, incluso tenía un pequeño huerto en la azotea para cultivar sus propios alimentos y escondía su uniforme del trabajo siempre que invitaba a Helen a su casa.

 

A veces se sentía tan ajena a sus amigos y su mundo libre de preocupaciones…

 

La muerte de su hermano había fracturado a su familia de muchas formas, ambos padres actuaban distantes, apáticos e indiferentes ante muchas cosas, victima del dolor su madre dejó el trabajo para cuidar a sus hijos restantes. Johanna no la culpaba, también ella cargaba con la pérdida que los aquejaba a todos… No era fácil seguir adelante…

 

Mientras los demás bajaban sus cosas del auto ella mandó un mensaje desde su teléfono, le había estado mandando su ubicación a su pareja, con quien esperaba pasar la cuarentena. Lo conoció en su trabajo, unas semanas antes de regresar a la escuela. Ella aprovechaba la ausencia de clases para tomar un par de turnos extra. Él entro a la tienda de productos naturistas donde ella atendía el mostrador cada fin de semana. Se sintió como uno de esos momentos de película donde un chico apuesto entra en escena y todo lo demás se detiene, el reloj deja de avanzar, suena una hermosa melodía en el violín, el aire se siente más lento y el corazón se salta un latido…

 

Entonces pasaron media hora hablando sobre plantas, literatura y cine, Descubrió que era muy interesante hablar con él. ¿Cuáles son las probabilidades de encontrar a un hombre apuesto que tiene los mismos intereses que tú? Era un poco mayor, pero no demasiado. Se llamaba Salvador y regresó todos los días de esa semana para platicar con ella, finalmente el viernes la invitó a salir. ¿El problema? Cuando regresó a clases descubrió que Salvador era su profesor de literatura.  El único profesor de literatura en la pequeña universidad privada.

 

-Deberíamos terminar. -Había sugerido ella, intentando luchar contra sus emociones. -Las relaciones entre profesores y alumnos están prohibidas, podrían expulsarnos a los dos…

 

-Jo, entiendo si quieres terminar, es tu decisión, pero tenemos algo bueno, yo te amo…-Respondió el, un brillo singular en sus claros ojos. - Podemos ser profesionales y separar nuestra relación personal, no pido que tengamos citas en la escuela, pero afuera de la escuela podemos vernos. También podemos esperar a que termine el semestre, entonces puedo pedir que me transfieran al turno vespertino… pero… ¿Estarías dispuesta a intentarlo?

 

-Necesito pensarlo…

 

-Claro, toma todo el tiempo que necesites, voy a esperarte…

 

Y así fue, pasaron las semanas sin que Johanna supiera que hacer. Terminó el primer parcial sin que tuviera la menor idea de cómo manejar la situación. Por un lado, amaba a Salvador, por el otro lado su vida sería mas complicada si tuviera que esconder una relación de todo el mundo. Peor aún, podría perder su beca si los descubrían y entonces adiós universidad, adiós promedio de diez y adiós maestría en Europa. No había forma de ganar, nunca había tenido que tomar una decisión tan complicada. Podía resolver cualquier problema matemático, pero cuando le tocaba elegir a su corazón… era harina de otro costal. Al final decidió escuchar a su corazón por primera vez en mucho tiempo y saltar sin paracaídas, metafóricamente hablando, claro.

 

Ahora, cuando sus amigos por fin la invitaron a pasar la cuarentena con ellos sólo podía pensar en lo mucho que desearía tener a Salvador ahí. Veía a Leyla y Jason juntos y deseaba tener eso, alguien que se riera de las bromas estúpidas de sus amigos, que se sentara a su lado en la sala, que no fuera un secreto. Eso no evitó que le mandara la dirección a Salva y saliera de la casa cuando nadie miraba para mostrarle la pequeña cabaña donde podía quedarse.

 

Caminó entre las sombras hasta la reja negra que separaba el terreno del mundo. Afuera Salvador ya esperaba, con una sonrisa honesta en su rostro y una maleta digna de viaje en aeropuerto internacional. Al igual que ella, al profesor le gustaba estar listo para cualquier eventualidad, juntos habían empacado y vuelto a empacar tres veces, debatiendo cuántos libros sería conveniente llevar (veinte), si fuera buena idea empacar bufandas (siempre es buena idea empacar bufandas) y desde luego, Salva llevaba una pila gigantesca de trabajos pendientes de calificar.

 

-La clave para tolerar el confinamiento es mantenerse activo. -Solía decir Salvador cuando se anunció el encierro obligatorio, señalando su librero lleno a más no poder de libros repletos de anotaciones.

 

Esa noche ni siquiera se saludaron, sólo se apresuraron a la cabaña, conscientes de que cada momento que pasaba Johanna lejos del grupo era un momento más que se arriesgaban a ser descubiertos. El silencio parecía traicionarlos, haciendo que cada paso resonara en medio de tanta quietud. A pesar de la perspectiva de permanecer un mes encerrado en una cabaña, Salva sonreía cada vez que sus miradas se cruzaban y ella no podía evitar contestar con una cálida sonrisa, no era el tipo de chica que acostumbrara a demostrar sus emociones, pero con él nunca sentía la necesidad de ocultarse.

 

Salva era todo lo que necesitaba para sentirse feliz…

 

Regresó a la casa, sintiendo aun los brazos de su amado rodeándola como un cálido recordatorio de su afecto. La luna y la brisa le ayudaban a mantener su mente en aquel estado de alegría absoluta en el cual todos los problemas desaparecen, pierden importancia, flotan en el abismo del olvido… Eso claro, hasta que la realidad se impone sobre la fantasía, encontró a Leyla y Jason en el jardín entonces no tuvo más tiempo para pensar en abrazos, libros o misteriosos pasos en medio de la noche.




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