“Ya no puedo posponerlo más” Pensó Leyla al levantarse ese día, tenía que hablar con Jason y darle fin a su relación. Era una de las cosas más dolorosas que había hecho, pero posponerlo no sería posible, no podía pretender que todo era normal, Jason la engañó con una de sus mejores amigas, ya nada volvería a ser igual…
-Jason, ¿Puedo hablar contigo? -Preguntó después del desayuno, cuando él y sus amigos se metieron a la sala con una bolsa de gimnasio. -A solas, por favor…
-Lo que debas decir, puedes decirlo enfrente de ellos. -Respondió Jason, retándola con la mirada, sus gentiles ojos claros llenos de una extraña oscuridad que no había notado antes. ¿De verdad se iba a esconder tras sus amigos? Maldito cobarde…
-Bien, terminamos.
- ¿Solo porque no quiero dejar a mis amigos? No seas inmadura.
-No soy inmadura y no, no es por tus amigos ¡Ellos nunca han sido un problema! Es porque eres un infiel, un cínico y no quiero volver a verte cuando termine esto…-Dijo ella, estallando al fin. La tristeza convertida en enojo.
-Espera, amor, hablemos…
- ¿Ahora si quieres hablar?
-Podemos solucionarlo.
-No Jason, quédate con Alison, se ve que son el uno para el otro. Espero que no la engañes a ella. -Concluyó antes de salir. Curiosamente sentía un extraño alivio, como si el nudo en su pecho se hubiera aflojado. Ya podía respirar con facilidad, y si bien nunca esperó vivir sin Jason, se las arreglaría sola, no lo necesitaba.
Ella salió de ese cuarto, consciente de que dejaba atrás una gran parte de su vida. Jason fue su primer novio, su primer gran amor. Imaginaba que vivirían juntos, bailarían juntos en la graduación y despertarían abrazados cada mañana por el resto de sus vidas. Una solitaria lágrima rodo por su mejilla hasta perderse en su cabello, que ese día llevaba suelto. ¿Quién lo habría dicho? Su tía Aurora tenía la razón, había acertado… Quería hablar con ella, miró su teléfono, aún no tenía señal.
Necesitaba alejarse, necesitaba salir, no podía quedarse ahí mientras todo su mundo se derrumbaba y ella era incapaz de cambiarlo. Corrió hacia la puerta con la intención de irse, pero ¿A dónde iría? Estaba encerrados ahí y aun si no lo estuvieran había pasado los últimos años alejando a su familia para dedicarle más tiempo a Jason. No estaba segura de si fuera bien recibida después de todo…
- ¿Leyla? - Preguntó el profesor Salva desde la huerta. - ¿Está todo bien?
Johanna también la miraba, una expresión de preocupación en su pálido rostro. Se secó la lágrima y frotó su cara con ambas manos, decidida a parecer fuerte, necesitaba sentirse fuerte para evitar esa tristeza que amenazaba con destruirla.
-Le dije a Jason que terminamos. -Dijo, cada palabra una retorcida puñalada de verdad.
-Lo lamento… ¿crees que él…-Murmuró Jo, sus pantalones vaqueros llenos de tierra y una mancha de lodo en la manga de su suéter. - Ya sabes, lo de Helen…
-Antes habría puesto ambas manos en el fuego por él, ahora ni siquiera le confiaría la vida de mi peor enemigo. -Respondió, en la huerta el profesor plantaba unos brotes de espinaca. - Supongo que a veces, cuando la confianza se destruye, se lleva toda la fe que tenías en esa persona. Él tenía un motivo, mientras que nadie más lo tenía…
Pasaron el resto de la mañana en el huerto, plantando semillas y quitando hierbas. Leyla descubrió que le ayudaba a distraer su mente de Jason, alejarse de los traicioneros recuerdos. “Te amo”, “Nunca había amado a alguien como te amo a ti”, “Eres lo mejor que me ha pasado”. “Tú eres mi otra mitad, Leyla”, “Amor, yo nunca te lastimaría”, palabras vacías resonando en su mente, amplificadas por la traición. “El amor no debería doler” pensó antes de seguir cavando un surco.
El olor a tierra húmeda invadió el lugar, agradecía el silencio de Johanna y Salvador, no se sentía de humor de dar más explicaciones y la verdad prefería guardarse sus sospechas para sí misma hasta saber en quién podía confiar, la traición de Jasón había dañado su capacidad de confiar, tanto en los demás como en su propio juicio. Una infidelidad no es algo que se supere de la noche a la mañana, es el tipo de herida emocional que deja rastros, te hace dudar de cada decisión, cada gesto, cada instante podría ser una mentira.
Mientras ella intentaba olvidar, dos personas se encontraban en un cuartito alejado de los demás. Cerraron la puerta con llave antes de besarse apasionadamente, perdiéndose en los labios del otro, tan pronto como inicio el momento terminó, cargaban con un gran peso sobre sus hombros, un secreto por el cual matarían si era necesario.
-Creí que ibas a matar a Rosa, no a Helen. -Dijo la más nerviosa de ambas personas, respiración acelerada y corazón palpitando cual tambor de guerra-Dijiste que tenías un plan.
-Así es, fue un error. ¡Ella no debería estar ahí!
-Tienes que detenerte, esto es una locura…
-No, no me detendré hasta que él pague, hasta que se arrepienta por volver mi vida un infierno. No te pido que me ayudes, sólo guarda silencio, cuando llegue el momento dejaremos de ocultarnos. -Gruñó la segunda persona, su usual tono frío y calculador teñido de emoción. - Voy a hacerlo, ya es tiempo de que decidas, si estás de mi lado, o en mi contra…
Esas palabras pronunciadas con tanto odio tenían el poder de destruir vidas, y pronto lo harían…
ROSA
El problema de esconder secretos es que no importa cuánto lo ocultes, tarde o temprano todo sale a la luz… A Rosa le gustaba ser directa, sin secretos o segundas intenciones. Ese día iba a revelar su gran secreto. Encontró a Jason en la cocina, extrañamente estaba solo pero no se detuvo a pensarlo, había algo pesando sobre sus hombros y era momento de compartir la carga con alguien más.
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Editado: 21.10.2020