La primera medida que había adoptado en su reinado Richard, como tanto había prometido a sus fieles aliados, fue la desaparición total de la burguesía. Como sabía que esa medida podía ser un motivo de revolución, decidió que el futuro de Kevin Maug le sería beneficioso.
Hizo llamar a todos los ciudadanos, para que se reuniesen en donde unos días antes, Kevin Maug les había prometido la libertad y ordenó a sus guardias que trajesen a los prisioneros. Mientras esto sucedía, ordenó a la criada que le trajese su mejor traje.
Tanto Braulio como Ana, estaban intrigados por lo que pasaría en la entrada de palacio. Seguramente, anunciase las nuevas medidas de su gobierno, y claro está, toda la policía estaría pendiente del pueblo y alejarían la mirada de prisión, por lo que ese era su momento. Braulio iría a liberar a los prisioneros, mientras Amelia, Lydia y Ana asistían a aquella reunión. Si todo salía bien, podrían huir y esconderse durante un tiempo, lo suficiente como para que Richard llegase a la conclusión de que tanto Kevin como los demás habían huido del país. Después de esto, podrían continuar con un plan para derrocar al gobierno actual y recomponer el anterior.
La mujer encapuchada miraba con cierta lástima las escaleras de palacio y esperaba a que el pueblo acudiese a la llamada del rey.
El pueblo acudió puntual y esperó a que el rey se asomase al balcón principal para saludar a sus súbditos, nuevamente sin rastro de Clare. Al mismo tiempo, en prisión, Kevin Maug miraba entre los barrotes la libertad que les había sido arrebatada, mientras que sentado en el suelo, Joan seguía llorando la muerte de su esposa. La pesada puerta de hierro se abrió y dos guardias reales les arrastraron fuera de la celda, sin entender les siguieron hasta que salieron de la prisión, entonces entendieron: el rey quería verlos.
Cuando los dos prisioneros llegaron al lugar en el que habían sido detenidos, funestos recuerdos asaltaron sus mentes. Miraron a la multitud sin comprender y finalmente miraron hacia arriba. Richard les sonreía. Hicieron que se arrodillasen frente a las escaleras, y advirtieron que todos dirigían sus miradas tanto a ellos como al nuevo rey.
- Queridos burgueses, como ya se os ha avanzado, debéis dejar absolutamente todas vuestras pertenencias a manos de los nobles y retiraros para vivir como lo que sois, miembros del campesinado.
Kevin localizó a su esposa entre la multitud, segundos más tarde Joan localizaba a su hermana mayor, aquella a la que había intentado enseñar a escribir y se llevó una golpiza de su padre por ello, sonrió ante tal recuerdo, si pudiese lo volvería hacer.
- Y si alguno opone resistencia o intenta una revolución contra mi gobierno, esto es lo que le espera – continuó Richard y señaló con la mano a los prisioneros arrodillados.
Dos guardias reales se colocaron delante de ellos con suma rapidez, con tanta que a los dos sentenciados solo les dio tiempo a enderezarse, cuando un disparo simultáneo inundó todo el espacio y acabó con los murmullos de la multitud.
La mujer encapuchada se puso de pie para recoger el alma de Joan, al mismo tiempo que el grito de dolor de Lydia Maug volvía inundar ese espacio. Joan miraba su cuerpo tirado junto al de Kevin con un tiro en la cabeza y miró por última vez a su hermana, que tenía los ojos cerrados mientras miles de lágrimas le recorrían el rostro.
-Un momento –le pidió Kevin a la mujer encapuchada.
Se metió entre la aterrada población que miraba el cuerpo sin vida de su antiguo líder, y se acercó a su mujer, se agachó y le susurró al oído: “Te amo”
Finalmente, regresó al encuentro de la mujer encapuchada.
Sí amigos, este fue el primer líder fusilado tras el gobierno de Richard I El Cruel, y déjenme confesarles, que me temo que no será el único.
Cuando Braulio regresó al encuentro de su esposa, la sangre se le heló al ver el cadáver de Kevin. Para él, era como un presagio de su destino, ¿y si era el siguiente? Esperaba que Richard lo tomase por un inútil campesino, que no era rival para él ni para su gobierno.
Durante la cena, Richard fue elogiado por tal maniobra por parte de los nobles.
- No cabe duda que tenemos un gran líder, digno de ser llamado nuestro rey –le decían.
También fue informado de que Braulio había sido visto en los alrededores de a la prisión, seguramente había ido a liberarlos.
- De Braulio ya me encargaré más adelante, puede ser un riesgo para nuestro gobierno con esas ideas de poner a un campesino por elección en el poder.
Los demás nobles le miraban complacidos y seguros de que resolvería tal problema.
En la otra punta de la ciudad, varios campesinos partidarios de las ideas de Ana y de Braulio están reunidos con ellos.
- Hay que hacer algo, sino nos matará a todos –dijo el molinero.
- No, debemos esperar a que nos subestime. Ahora mismo se espera una sublevación, pero más tarde bajará la guardia –respondió Braulio.
- Braulio tiene razón, debemos dejar que se confié y trazar un plan efectivo.
- ¿Vamos a dejar que nos mate? –preguntó incrédula la hilandera.
- Si no suponemos un riesgo para él, no lo hará –apuntó Braulio.