¡cuéntame un cuento!

3- Mi primer día de clases

(Este cuento utiliza palabras "inventadas" por un grupo de alumnos y alumnas de entre 7 y 15 años.)

   Me sentí choripantástico cuando mis ma-pas me dijeron que iría a la escuela. Media hora antes de Cristo ya estaba listo, con mi guardapolvo y mi mochila. Apenas entramos, tuvimos en el patio de la escuela un acto protocolástico. Para algunos puede parecer aburrido pero a mí no me dio flojera. Y mientras el Director hablaba acompañado de una interpretadora, que traducía el discurso en lenguaje de señas, mi perro Mandioca corría de acá para allá entre toda la gente, con su pelo acaracolado y un poco apestosote, porque nunca quiere bañarse.
Luego del acto, nuestro maestro, Amadeo "el loco" Page nos llevó al salón. En la primera hora, tuvimos clase de oimento. Sillásticamente me senté con una niña llamada Macashudaia, quien me contó que nació en Inglesia por lo que viene a ser inglaterrana.
En Lengua no me fue muy bien, ni con el presente vocalístico ni con la oración preguntativa. Pero en matemáticas estuve mejor. Me saqué un vintiquince. Solo mi compañero Taratuteca pudo superarme. Luego nos fuimos a portuguesear y vino el recreo.
La clase de Historia fue lo mejor de la mañana: estudiamos a Plutartonio quien gobernaba Daltonia. Era un rey rudo pero muy creyente. Sus dioses eran Coffe-man y Macido, el dios del mate cocido. Y también aprendimos que los daltonianos encomiaban a sus muertos. Hicimos una traduction de un antiguo texto daltoniano y luego fuimos a nuestra clase de educación física.
Y mientras nos empatatábamos con la pelota, se armó un gran alboroto porque la mascota de la escuela, un enorme pato-gallina se escapó de su jaula y pasamos todo el rato tratando de agarrarlo, hasta que con unas ducharingas y unas chucaritas, el Director lo pudo atrapar.

   – ¡Qué poco lindo!– dijo Macashudaia cuando nos vio a Taratuteca y a mí.

   Estábamos llenos de barro y pasto por haber perseguido a Mefostrófeles, que así se llamaba el pato-gallina.

   – ¡Estamos todos mefostrofoliados!–  contestó mi compañero.

   – ¡A ver cuándo vais a madurar!– nos retó Macashudaia.

   A lo que Taratuteca respondió:
- Madurar es para las frutas, yo voy a ser un biscocho.

   Y finalmente y con la realización de un árbol genealógico lagartijero como tarea, regresé a casa y traté de emplear prosperadamente el resto de la tarde, esperando con ansias otro día de clases.



#6662 en Fantasía
#7897 en Otros
#2377 en Relatos cortos

En el texto hay: fantasia magia, infantiljuvenil, cuentosparapensar

Editado: 15.11.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.