Cuentos aún más cortos

45 - Chocolate para todos

 

  • Mañana vienen todos mis hijos. Asegúrate de tener suficiente chocolate y panetón para ellos.

Mamá siempre decía que sus hijos la visitarían, pero no que todos lo harían al mismo tiempo y menos en navidad que es tan difícil viajar.

  • Sí, mamá, tenemos todo lo necesario para que vengan y pasen un buen día… pero ¿estás segura de que van a venir todos? ¿Los has llamado?

Ella respiró hondo antes de reírse e irse a su cuarto. Quizá solo era un capricho de una vieja deseosa de ver a toda su prole, en fin, no le di importancia y continué preparando la ensalada navideña mientras que mi hermano se encargaba de ir a recoger el pavo.

Terminé de bañarme, me puse mi mejor vestido y fui a la sala donde ya estaba reunida la familia lista para cenar. Mi madre se veía hermosa, pareciera haberse arreglado para ver al mismo papa en persona, hasta se maquilló, cosa que no hacía hace muchos años. Recuerdo que estaba muy sonriente y se reía mientras contaba sus anécdotas. A las once de la noche empezamos a cenar mientras los hijos de mi hermano lloriqueaban por abrir sus regalos, aunque sabían que debían esperar hasta las doce. Mamá se sirvió un poco de pavo, ensalada, puré, cogió un pedazo de panetón y devoró las viandas disfrutando cada bocado. Brindamos llegada la hora y vimos la emoción en los ojos de los más pequeños al rasgar el papel que envolvía los juguetes que les regalamos. Luego de cantar un par de villancicos, mi madre se levantó de la mesa y llevó su plato al lavadero.

  • Chelita, hija, empieza a preparar el chocolate en la olla grande esa que tenemos mientras que tu hermano vaya cortando los panetones.
  • Ya mañana podemos hacer eso, mamá, ahora ve y descansa, no te preocupes.
  • No, hijita, debes empezar ahorita, después ya no tendrás tiempo.

Me levanté de mi asiento y me dirigí a sacar la enorme olla que tenemos guardada, empolvada y la puse a punto para empezar a cocinar mientras veía a mi hermano con rostro de que me siga el juego, cosa que entendió muy bien. Mi madre, feliz, empezó a despedirse con un beso en la frente de todos sus nietos, luego se despidió de mi hermano y, por último, vino hacia mí, me abrazó y me besó en la frente también.

  • Pórtate bien, Chelita. Que quede bien rico ese chocolate.

Reí un poco mientras seguía en mi papel de hacer el chocolate caliente hasta que escuché como mi madre cerró la puerta de su cuarto. Yo guardé la olla y continué disfrutando junto a la familia de lo que quedaba de la celebración.

 

 

Aproximadamente a las once de la mañana, todos los hijos de mi madre estaban reunidos en su casa. Todos iban de negro con un gran pesar sobre sus hombros, el viaje de cuatro horas pareciera haberse reducido solo a dos cuando les di la noticia. Efectivamente, no hubo tiempo de preparar el chocolate ni de cortar los panetones.



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Editado: 23.03.2022

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