-Mami... Tú y papi me podrían contar de nuevo la historia del Príncipe Consentido y la Doncella Encantada –Pregunta la pequeña niña de grandes ojos verdes, como su madre, ya lista para ir a la cama.
Sus padres la miran con ternura, incapaces de negarse a su petición, la madre se sienta al final de la cama y acomoda su abultado vientre, mientras que el padre se acerca a ellas con una mirada de amor y creyéndose al fin completo y el hombre más afortunado del planeta.
-Está bien, mi niña, pero luego a dormir, de acuerdo. –Dijo la madre en un tono de voz dulce a su pequeña hija de 5 años.
-Sí, mami –Miro a su padre sonriendo. – Papi... Te sientas junto a mí, por fis... - Le pidió en pucheros y este lo hizo encantado.
-Sí, mi hermosa Dalia.- Se acomodó junto a su hija y miro a su esposa ilusionado, esperando que esta comenzara la historia. Está viendo a las personas más importantes de su vida, sonrió, acaricio su vientre y empezó la historia.
-Erase una vez, hace mucho tiempo, en las colinas escondidas del reino perdido, en medio del bosque de las tinieblas, rodeada por los verdes paisajes había una vieja cabaña, con un majestuoso jardín, Al que su dueña dedicaba el alma a cuidarlo, pues en su solitaria vida, era lo único que conservaba como suyo. Fue uno de los regalos hechos por la madre naturaleza como recompensa a la maldición hecha por una de sus hijas.
La dueña de la cabaña no tenía más de quince años cuando despertó la envidia de la hija pequeña de la madre naturaleza, debido a su gran belleza aun a su corta edad, sus grandes ojos verdes y las chispas de felicidad en ellos, fueron la causa de su condena.
La hija pequeña y más caprichosa de madre naturaleza la vio mientras jugaba en el bosque cerca de su casa y envidio su alegría y felicidad, día a día durante un mes, Jenna – La hija de la madre naturaleza- observo a la pequeña doncella y al siempre verla sonriendo y siendo amable a pesar de los obstáculos que ella misma se encargaba de ponerle, decidió castigarla, así que una noche mientras la doncella dormía, uso su magia para llevársela de su casa, encerrándola en una cabaña alejada de todo, condenándola a la soledad. Y no conforme con eso y aun considerando la belleza de la pequeña como una amenaza, quiso quitársela, pero su magia no era lo suficientemente poderosa para quitarle la belleza para siempre por lo que como último recurso le lanzo una maldición.
Con su maldición trasformaría a la doncella, durante el día su cabellera larga y lacia, tomaría forma parecida a la melena de un león, salvaje y descuidada y sus piel mestiza se tornaría escarlata al contacto con el sol, sufriendo quemaduras al instante, motivo el cual la pobre doncella se vería obligada a llevar una capa con capucha para protegerse. Pero nada de eso calmo la furia de Jenna, pues por las noches la doncella volvería a ser ella, tan hermosa como siempre lo habría sido, así que temiendo también que se escapara de la cabaña, le robo la alegría de sus ojos, dejándolos sin luz, sin vida y obligándola a vivir solo en los límites de la cabaña, sin vista y en soledad.
Sonrió pensando que al día siguiente sería un verdadero infierno para su bella rival, solo debía esperar la culminación de su gran plan.
A pocos minutos de que saliese el sol en el bosque de las tinieblas, un grito de angustia se escuchó desde afuera de la cabaña, seguido de una risa capaz de poner los pelos de punta, los animales de los alrededores activaron su instinto y la madre naturaleza intuyo que se avecinaba un problema.
La doncella grito angustiada luego de despertar y no lograr ver nada más que oscuridad, a pesar de poner todo su esfuerzo en ello, intento agudizar sus otros sentidos. Pero antes de acostumbrarse a la oscuridad que veía, la risa de alguien cerca de ella que la dejo paralizada.
-¿Creíste que dejaría que me llegaras a hacer competencia? - Preguntó una voz de mujer fríamente, la doncella no sabía qué hacer, así que guardo silencio y agacho su cabeza, sintió que unos dedos delgados y fríos tomaban su barbilla y la alzaba hacia un punto específico. - Pues te enteras de una vez, a partir de ahora solo serás una sombra más escondida en lo más refundido de esta asquerosa cabaña.
Aún sin moverse y en silencio la doncella continuo sin responder a su secuestradora, tenía muchas preguntas para ella pero no sabía si tendría el respaldo de su voz a la hora de hablar, de repente sintió como la temperatura del lugar bajaba unos grados.
-¿Que está pasando aquí, Jenna? - Dijo una voz de lo que parecía una mujer madura.
-¡Mamá! ¿Qué crees que estás haciendo?, no vez que estoy ocupada. - Pregunto la primera voz, algo indignada.
-No, -Dijo la voz madura. - Lo que veo es a una ninfa envidiosa que lo más probable es que acabe de condenar a una inocente joven.
Esa acusación desato aún más la ira de Jenna.
-¡Esa no es ninguna inocente!- Exclamo señalando a la chica, pero mirando a su madre. - Mírala, tan bella y alegre, no es más que una amenaza para mí, y sabes que no soporto el sentirme amenazada. Así que solo hice algo definitivo para evitarlo. - Finalizo furiosa.