Hace tiempo había una gallina ponedora, que cada vez que ponía un huevo aleteaba y cacareaba con todas sus fuerzas. Llegó un día en que al poner su huevo y cacarear como acostumbraba hacerlo se acercó a ella una rana, y muy molesta le dijo:
-Por qué pegas gritos tan fuertes? Nos ensordeces a todos, ¿qué no te das cuenta que a muchos no les agrada? De verdad que molestas a todo el mundo.
La gallina respondió:
-Yo no grito, yo canto de alegría. ¡Mira, he puesto un huevo muy bonito!
La rana dijo:
-Y por un huevito haces tanta fiesta?
Ella contestó:
- Claro que sí, y ¿cuál es el problema?
Le respondió:
-Está bien, yo sólo te advierto, cuando tú hagas enojar a toda la gente te jalarán el pescuezo y no va haber quien te defienda.
Al atardecer todos los animales se disponían a dormir, al oscurecer, la rana comenzó a croar, misma que durante el día había regañado a la gallina. En seguida las demás ranas comenzaron a cantar también, y así continuaron toda la noche. Al siguiente día la gallina también muy molesta fue a ver a la rana para decirle:
- ¿Piensas que tus gritos de anoche no fueron muy escandalosos?
La otra le contestó:
-Cuales gritos?, yo sólo estuve cantando, ¿acaso no te agrada mi canto?
Le respondió:
-¡Claro que no!, y si es verdad que tú sabes cantar yo no le veo sentido, pues no veo que hagas algo bueno, yo todos los días pongo un huevito para que se lo coman los que viven en la casa, o para que lo vendan. Por eso a mí no me jalaran el pescuezo.
La rana arremetió:
- ¡Mira!, tú por un solo huevo haces tanto escándalo, sin embargo, yo pongo más de cuatrocientos y no hago tanto alboroto. Dicen que la gallina sólo se agachó de vergüenza sin decir palabra.