Todas las mañanas se encontraban dos cerditos al pie de un guayabo. Uno era pinto, a quién su amo le llamaba cariñosamente: “Nariz redonda”.
El otro cerdito no tenía pelo alguno en todo el cuerpo, y su amo le llamaba con enojo “Cerdo pelón”.
En una ocasión cuando estaban platicando, el “Cerdo pelón” dijo:
-Veo que nuestro amo me mal mira, y siento que me llama con enojo; en cambio a ti, te quiere más, te llama con cariño, no sé por qué vivimos así.
“Nariz redonda” le contestó:
- ¡No te preocupes compañero! Nuestro amo sí nos quiere, verás que cuando nos guisen y nos coman, hasta los dedos se van a chupar.
Entonces nos dirán si somos de nariz redonda o si estamos pelones, pues nuestra carne habrán de saborearla por igual.
Esto quiere decir que después de muertos, nadie vale más ni menos.