Hubo una vez un hombre perezoso, no trabajaba, y por eso no tenía qué comer. Una noche se atrevió a salir a robar elotes. Al estar llenando su costal soltó la lampara que llevaba y se apagó. Se alejo de ahí temiendo ser descubierto, y sin darse cuenta cayó en un sótano, durante largo rato buscó una salida, hasta que se cansó.
Por el cansancio se quedó dormido sobre el suelo y no vio el amanecer porque dentro del sótano estaba oscuro, así, comenzó a buscar una salida por todos lados. Al no encontrarla se arrepintió de su mala acción y pensó:
- ¿Y ahora? ¿Cómo voy a salir? Si no hubiera venido a robar estuviera durmiendo en mi cama.
En su desesperación, empezó a gritar diciendo:
- ¡Ayúdenme!, ¡no puedo salir!
El dueño del maizal lo fue a ver, se dio cuenta que muchas plantas estaban tiradas y sin elotes. A la vez escuchó gritos de alguien, provenientes del sótano que se encontraba en su terreno. De inmediato buscó a sus amigos para sacarlo, y después de un rato de esfuerzos salió junto con costal de los mejores elotes. Disgustados los presentes le reprocharon:
-Así que ¡tú eres quien roba los elotes!
El hombre flojo contestó:
-Perdóname por meterme a robar en tu terreno, no volveré a hacerlo, voy a devolver lo que te quité, con mi trabajo.
Así lo hizo, ya no volvió a robar, mejor se puso a trabajar para ganarse la comida. Aprendan la lección. ¡Trabajen! ¡No roben!