En un pequeño pueblo vivía un niño que siempre andaba pastoreando a sus chivos, y por eso le gustaba andar por todo su terreno.
Un día sus animales huyeron al bosque y se fueron muy lejos a terrenos ajenos y de difícil acceso, pero el niño fue a buscarlos y cuando los encontró, escuchó que alguien le tiro una piedra; como no era temeroso, se acercó al lugar por donde había salido y descubrió una enorme cueva, pero decidió retirarse por que ya era tarde.
Al día siguiente, regresó y esta vez se atrevió a entrar, pero lo único que logró fue perderse y jamás lo encontraron.
Cuentan los adultos que cuando alguien pasa por ese lugar se escucha el canto del niño dentro de la cueva, por lo que advierten:
No entrar solos a las cuevas desconocidas porque existe el riesgo de correr la misma suerte del niño que se encuevó.