Hace muchísimos años vivían en la selva del Amazonas un hermoso tigre negro y un primoroso venado blanco. Ninguno de los dos tenía hogar así que hacían su vida al aire libre y dormían amparados por el manto de estrellas durante la noche.
Con el paso del tiempo el venado empezó a echar de menos cobijarse bajo techo y decidió construir una cabaña. Muy ilusionado con el proyecto, eligió un claro del bosque y planificó bien el trabajo.
– Mi primer objetivo será mordisquear la hierba hasta dejar el terreno bien liso ¡Sin unos buenos cimientos no hay casa que resista!
Trabajó duramente toda la jornada, y cuando vio que había cumplido su propósito, se tumbó a dormir sobre un lecho de flores.
No podía imaginar que el tigre negro, también harto de vivir a la intemperie, había tenido ese día la misma idea ¡y casualmente había escogido el mismo lugar para construir su hogar!
– ¡Estoy hasta las narices de mojarme cuando llueve y de achicharrarme bajo el sol los meses de verano! Fabricaré una cabaña pequeña pero muy confortable para mi uso y disfrute ¡Va a quedar estupenda!
Llegó al claro del bosque al tiempo que salía la luna y se sorprendió al ver que en el terreno no había hierbajos.
– ¡Uy, qué raro!… Conozco bien este sitio y siempre ha estado cubierto de malas hierbas… Ha debido ser el dios Tulpa que ha querido ayudarme y lo ha alisado para mí ¡Bueno, así lo tendré más fácil! ¡Me pondré a construir ahora mismo!
Sin perder tiempo se puso manos a la obra; cogió palos y piedras y los colocó sobre la tierra para montar un suelo firme y resistente. Cuando acabó, se dirigió al rio para darse un baño refrescante.
Por la mañana, el venado volvió para continuar la tarea y ¡se quedó alucinado!
– ¡Uy! ¡¿Cómo es posible que ya esté colocado el suelo de la cabaña?!… Supongo que el dios Tulpa lo ha hecho para echarme un cable ¡Es fantástico!
Muy contento, se dedicó a arrastrar troncos para levantar las paredes de las habitaciones. Trabajó sin descanso y cuando empezó a oscurecer se fue a buscar algo para cenar ¡Quería acostarse pronto para poder madrugar!
Ya entrada la noche, llegó el tigre negro. Como todos los felinos, veía muy bien en la oscuridad y para él no suponía un problema trabajar sin luz.
¡Se quedó con la boca abierta cuando vio las paredes perfectamente erguidas sobre el suelo formando un cuadrado perfecto!
– ¡Pero qué maravilla!… ¡El dios Tulpa ha vuelto a ayudarme y ha construido las paredes por mí! En cuanto monte el tejado, la daré por terminada.
Colocó grandes ramas de lado a lado sobre las paredes y luego las cubrió con hojas.
– ¡El tejado ya está listo y la cabaña ha quedado perfecta! En fin, creo que me he ganado un buen descanso… ¡Voy a estrenar mi nueva habitación!
Bostezando, entró en una de las dos estancias y se tumbó cómodamente hasta que le venció el sueño. Era un animal muy dormilón, así que no se enteró de la llegada del ciervo al amanecer ni pudo ver su cara de asombro cuando este vio la obra totalmente terminada.
– ¡Oh, dios Tulpa! ¡Pero qué generoso eres! ¡Has colocado el tejado durante la noche! ¡Muchas gracias, me encanta mi nueva cabaña!
Feliz como una perdiz entró en la habitación vacía y también se quedó dormido.
Al mediodía el sol subió a lo más alto del cielo y despertó con sus intensos rayos de luz a los dos animales; ambos se desperezaron, salieron de su cuarto al mismo tiempo y … ¡se encontraron frente a frente!
¡El susto que se llevaron fue morrocotudo! Uno y otro se quedaron como congelados, mirándose con la cara desencajada y los pelos tiesos como escarpias ¡Al fin y al cabo eran enemigos naturales y estaban bajo el mismo techo!
Ninguno atacó al otro; simplemente permanecieron un largo rato observándose hasta que cayeron en la cuenta de lo que había sucedido ¡Sin saberlo habían hecho la cabaña entre los dos!
El venado, intentando mantener la tranquilidad, dijo al tigre negro:
– Veo que estás tan sorprendido como yo, pero ya que tenemos el mismo derecho sobre este hogar ¿qué te parece si lo compartimos?
– ¡Me parece justo y muy práctico! Si quieres cada día uno de nosotros saldrá a cazar para traer comida a casa ¿Te parece bien?
– ¡Me parece una idea fantástica! Mientras tanto, el otro puede ocuparse de hacer las faenas diarias como limpiar el polvo y barrer.
Chocaron sus patas para sellar el acuerdo y empezaron a convivir entusiasmados y llenos de buenas intenciones.
Lo primero que había que hacer era conseguir comida y por sorteo le tocó salir a cazar al tigre. Regresó una hora después con una presa que al venado no le hizo nada de gracia porque era un ciervo… ¡un ciervo blanco como él!
– ¡Qué situación más desagradable, amigo tigre! Este animal es de mi misma especie y como comprenderás, no pienso probarlo.