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El golpe me despertó, pero el chirrido que hizo el auto al frenar de improviso me espabiló. Bajo del automóvil a penas se detiene, aún estoy confundida, pero siento un gran miedo creciendo desde mi interior. Veo a todos lados evitando la escena frente a mí, trago saliva y siento como el frío de la madrugada enchina mi piel mientras juguetea con la oscuridad del lugar, pues solo los faroles del carro en el que iba alumbran, a duras penas, la pista. Detengo la avalancha de pensamientos por un momento y veo el auto: es mío, pero no recuerdo casi nada de cómo llegué hasta aquí, solo estoy segura de que es el camino a mi casa. Agito mi cabeza intentando concentrarme e inhalo profundo para reunir el valor de observar lo que ha ocurrido, pero la silueta de un hombre acercándose al cuerpo me desconcierta. Ver al hombre no me provoca miedo alguno, como si lo conociera desde hace mucho tiempo, además de eso, estoy segura de que él conducía mientras yo dormía placenteramente… aunque no tengo idea de cómo abandoné la fiesta.
Su voz me es muy familiar y me relaja de cierta manera, pero la tensión del momento me invita a confiar ciegamente en él y acercarme de a pocos. Mis piernas tiemblan al igual que mis brazos y estoy segura de que no es por el frío. Me acerco lentamente y siento una presión en el pecho que se acrecienta con cada paso que doy.
¿De quién estoy hablando? Ni si quiera he visto que haya una persona ahí. Tal vez es solo una broma de mal gusto, pues siento que conozco a esta persona desde hace años. Aun siento el sabor del alcohol en mi boca y siento como mi cuerpo se tambalea al avanzar, me duele la cabeza y siento el estómago revuelto, pero mi cuerpo pareciera ignorar eso. Llego al lado del hombre que me trajo hasta aquí y lo veo impactado, está nervioso y no parpadea por la impresión, pero parece estar calmado al mismo tiempo. Giro la cabeza con un gran esfuerzo y, luego de esperar que mi mareo cese un poco, veo a un chico tirado en el asfalto, no se mueve y pareciera estar muerto de verdad, pero no hay sangre en el suelo.
Un sinfín de cosas vienen a mí, como si la borrachera y la resaca se esfumaran para dar paso al cóctel de emociones que empieza a embriagarme violentamente. Mis piernas tiemblan hasta no poder sostenerme, así que caigo de rodillas al piso, pero no siento dolor, solo siento una falta de aire inexplicable, náuseas, contracciones en mi estómago, debilidad y, bueno, demasiadas cosas que no entiendo. Cierro los ojos y trago saliva intentando calmar a mi cuerpo, pero no puedo controlar mis emociones.
¿He escuchado bien? Con la poca fuerza que tengo, y arriesgándome a romper algo de mí, respondo.
Escucho que el hombre se levanta y se acerca a mí, quizá para sacarme del trance. Se pone delante mío y me levanta con un solo movimiento obligándome a verlo a los ojos. Sus manos aprietan mis hombros y me sostienen, yo solo tiemblo mientras sobrevuelo el momento.
No siento fuerzas para responder, pero mi cuerpo ya puede mantenerse en pie por sí solo. Él me suelta y se acerca al joven que yace en la autopista, lo ve detenidamente y luego observa el lugar, suspira y se acerca a mí.
Yo no reacciono, no sé cómo debo hacerlo.
Siento que mi cerebro me da una descarga eléctrica, pero no piensa por sí mismo. Me acerco al joven y tomo sus pies sin saber por qué. Siento como la fuerza empieza a brotar de quién sabe dónde y arrastro el cuerpo mientras que el hombre que conducía el auto me guía. Finalmente llegamos al abismo y acerco el cuerpo al borde lo más que puedo, evito ver al fondo del despeñadero y me alejo un poco para evitar accidentes. Me dejo caer al piso para sentarme mientras que pienso en lo irónico e inquietante que ha sonado eso en mi cabeza.
¿Cómo puede estar tan calmado? ¿Cómo puede darle órdenes a mi cuerpo y hacer que este las cumpla? Trago saliva y, sin levantarme, me acerco al cuerpo casi arrastrándome para empujarlo con mis pies mientras cierro los ojos. ¿Por qué lo hago? Solo siento que no soy yo en este momento. Escucho un sonido lejano de algo irrumpiendo en las plantas que habitan ese lugar y es como si fuera la señal para poder salir de esta pesadilla, así que cierro los ojos con fuerza esperando despertar en cualquier momento.
Escuchar su nombre hace que me duela la cabeza un poco, como si intentara recordarlo, pero algo bloquea sus recuerdos; no obstante, siento una gran tranquilidad al verlo, a pesar de lo que acaba de suceder, como si lo conociera de hace mucho tiempo… no puedo quitarme eso de la cabeza. Rolland me ayuda a levantarme y me guía al auto, lo enciende y continuamos el camino. Bajo un poco la ventana para que el viento me ayude a procesar el momento, pero solo me ayuda a sentir como mis ojos se van cerrando cada vez más.
La sed me obliga a despertarme. Intento remojar mis labios con mi saliva, pero mi boca está reseca. El dolor de cabeza afecta mi concentración, mi visión tarda un poco en esclarecerse y siento como si mi estómago estuviera intentando escapar de mi cuerpo. Finalmente respiro hondo y cierro mis ojos por un momento, ignoro mi necesidad de agua y bostezo mientras me estiro para terminar de desperezar mi cuerpo. Sigo en mi auto, pero Rolland ya no está conmigo, probablemente me trajo hasta aquí y se fue a su casa sin decir nada… yo habría hecho eso. Abro la puerta, pero me cercioro de que todas las ventanas estén cerradas antes de abandonar el vehículo. Cierro la puerta detrás de mí y busco las llaves en mis bolsillos, siento un poco de miedo al no encontrarlas, esto me ayuda a percatarme más de las cosas, pero también acentúa mi dolor de cabeza. Abro la puerta por donde salí y veo las llaves aun en el contacto, así que las tomo con un movimiento rápido que me desorienta. Vuelvo a cerrar la puerta y presiono el botón de la llave para asegurarlas, me demoro unos minutos en estabilizarme y ver dónde está la puerta de mi casa, aunque conozco de memoria como llegar de mi auto a ella. Camino casi con los ojos cerrados y sintiendo que el peso de mi cabeza le gana al de mi cuerpo hasta llegar a la puerta de mi hogar y luchar contra mí misma para abrirla. Antes de ingresar, volteó a ver mi auto solo para estar segura de que todo está en orden, pero veo una abolladura en la parte delantera que incrementa mi jaqueca. Los recuerdos de la noche vienen a mí como si me tiraran un balde de agua fría. Mis piernas empiezan a temblar y siento como la fuerza me abandona, mi respiración es agitada y, aunque tomo demasiado aire, siento que me asfixio; las náuseas empiezan a crecer y la presión en mi pecho se ha expandido a todo mi cuerpo. Más recuerdos llegan a mí y mi piel se eriza mientras siento que mi cabeza empieza a temblar, uno de mis ojos palpita y un dolor se acomoda en mi garganta para hacerse insoportable. Trago saliva, tiene un sabor amargo. Respiro hondo para intentar calmarme y camino con la poca fuerza que tengo. Cierro la puerta y me dejo caer al piso mientras observo el techo y siento como las lágrimas mojan mis mejillas. ¿Cómo fui capaz de algo así? ¿Quién tenía el control de mí en ese momento? ¿Por qué ahora siento mil veces más fuerte todo lo que sentí en ese momento? Un impulso hace que me levante y corra al baño evitando que pueda seguir cuestionándome. Vomito como si estuviera expulsando alguno de mis órganos, pero me autoconvenzo de que solo me estoy deshaciendo de todas estas terribles sensaciones, así que cierro la puerta de una patada, aunque siento que mi fuerza no es suficiente. Me siento mejor. Me levanto, jaló la cadena del retrete y lavo repetidas veces mi boca, mi rostro, mis manos, pero aún me siento sucia. Me quito la ropa y entro a la ducha, giro la llave y dejo que el agua fría haga contacto con mi piel, quizá eso me ayude a olvidar un poco. Salgo de la ducha y me seco con mi toalla favorita, quizá eso me alce un poco el ánimo. Veo todo el baño con detenimiento y no me siento cómoda, abro la puerta y veo una pequeña parte de la sala que no me alivia. Bajo la mirada y veo mi ropa en el suelo, siento cierta repugnancia, así que la recojo con cautela y la dejo de caer en el tacho de basura. Siento ciertas náuseas nuevamente, pero no queda nada dentro de mí para botar; aun así, nada alivia la presión en mi pecho. Llego a mi cuarto y me pongo ropa holgada, pero no me tranquiliza, así que amarro mi cabello y empiezo a limpiar mi hogar a fondo, quizá así me sienta más cómoda en este lugar.