Desde lo profundo de las tinieblas él sale ante su canto. Cuando las palabras salen de mi boca me siento nerviosa, como si un montón de avispas se hubieran formado dentro de mi estómago y estuvieran teniendo la peor de las guerras jamás vista. Mi alma se hunde y pesa demasiado, tanto que no puedo cargarla y mis rodillas comienzan a perder fuerza. Termino tumbada en el piso y en ese preciso momento comienzo a comer esos pedazos de pan asqueroso junto a las pócimas de mal sabor, en esta extraña comida se encuentra la cara de mi gran señor, su sello es el mejor de todos y supera hasta el mismísimo creador de la Tierra.
Repito la misma frase una y otra vez, “Belsabub goity, Belsabub beyty”, mientras lo espero y visualizo en mi mente. Puedo sentir que la historia pasa a través de mis ojos y lo veo a él junto al gran príncipe de las tinieblas, ambos van montados en su gran hermano Leviatán que es un monstruo con forma de serpiente que sube desde el fondo del mar y vuela a través de los cielos desafiando al Rey de los judíos.
De entre un gran ejército de moscas aparece con su peculiar forma, es un hombre grande como una montaña y su cuerpo está cubierto de bello al igual que el césped cubre todo un páramo, su piel es oscura como la noche misma, tiene alas de murciélago tan extensas como la del águila harpía. Tiene tres cabezas, una es humana de rostro arrugado y cuernos puntiagudos, se encuentra en el centro y es la única que puede hablar; la que está en la derecha es la cabeza de un gato negro con ojos tan amarillos que podrías quedar ciego si los miraras fijamente; la cabeza que está en la izquierda es la de una rana brillante y babosa. Me mira fijamente y habla con un lenguaje jamás entendido; le digo que imploro mi alma ante él, que mi corazón y vida le pertenecen.
De repente, la puerta de mi casa se abre de par en par. Hombres y mujeres vestidos como pingüinos llevan trinches y palos en sus manos, me llaman bruja, traidora, hereje. Me atan con una soga vieja y me llevan hacia una carroza destartalada mientras me arrojan barro y suciedad. En el camino se cuál es mi destino. Llegamos hacia el centro de la ciudad y una cantidad inigualable de personas se une alrededor; una especie de juez se encamina hacia mí y en lo único que puedo pensar es en mi gran señor.
-Bruja, hemos visto tus prácticas, hemos oído tus cantos. Serás colgada en este mismo instante.
Pobre hombre gordo y testarudo, lleva encima muchas muertes, cree que cuando muera su destino será el mismísimo paraíso, que estará rodeado de los más hermosos ángeles y comerá como ningún otro mortal en la tierra. Su destino es el mismo que el mío.
“Los veré en el infierno” fueron mis últimas palabras, luego sentí como la soga oprimía mi cuello mientras se llevaba mi último aliento, mi vista se nubló completamente, sin embargo a lo lejos pude ver la figura del gran señor de las moscas.