Cuentos de Calabozos, magas y ¿dragones?

Capítulo 1

Parte 1

Me salvé de la ronda de preguntas, inventando que me había unido a una caravana para aventurarme y aprender muchas cosas. Cuando me preguntaron por mi credencial, tuve que explicarles que la había entregado debido a mi condición de menor de edad. Sin embargo, ahora me encuentro castigada y no se me permite salir sola. Me asignaron una compañera de habitación algo molesta, siempre siguiendo las reglas al pie de la letra: bañarse, comer a la hora y dormir. Yo estaba acostumbrada a vivir a mi antojo, sin horarios de sueño ni preocupaciones por comer o beber, pero todo eso ha cambiado...

Con este extraño suceso, llegué a una importante conclusión: no estoy muerta, ni soy un no muerto. Siento hambre, sueño y hasta necesidad de ir al baño. Y lo peor de todo, tengo que respirar. ¡Qué sensación más horrible! La congestión nasal debido a los olores del orfanato es terrible, sobre todo porque yo solía encargarme de su limpieza. Pero ahora que no estoy, el polvo se acumula y los baños no se limpian como es debido. ¿Me he convertido en una especie de criada? Ni siquiera ha pasado un día y ya me están pidiendo que haga magia de viento y fuego para secar las humedades del orfanato.

Morí a los catorce años, ¿Cuánto falta para que suceda de nuevo?

— Amy, ¿ya despertaste? — preguntó alguien mientras me cubría con las sábanas.

— No — respondí, acomodándome bajo las cobijas.

— En poco tiempo cerrarán la escuela.

¡La escuela! Odio la escuela. ¿Qué sentido tiene ir ahora, cuando tengo miles de años de experiencia a mis espaldas?

— Entonces no habrá almuerzo para ti — advirtieron.

De un salto me levanté. Ahora eso se había convertido en mi debilidad. Si no voy a la escuela, no podré comer. ¿No es eso cruel? ¡Maldita sea, que la magia me mate de una vez!

— Siempre actúas de inmediato cuando se trata de comida — me reprocharon.

— La comida es lo más importante. Voy a la escuela por la comida.

Y pensar que alguna vez lloré por querer sentir hambre, aunque fuera una vez. Me arrepiento de todo. No volveré a maldecir mi inmortalidad...

Bajé las escaleras, tomé un pedazo de pan y salí corriendo hacia la escuela, con el único pensamiento de que al llegar a casa me esperaría comida. Eso me recuerda cuando fui la Bruja Carmesí en la conquista de Oberisk... Con sirvientes dispuestos a atenderme en mis regresos triunfales.

Llegué a la entrada de la escuela. Qué recuerdos. Sufrí mucho aquí. Siempre me trataron mal por no poder aprender adecuadamente. Al no afectarme la magia externa, las tutorías no me servían. Para aprender cierta magia, debes sentirla en tu cuerpo primero, debes experimentarla. Quiero decir, para sentir el fuego, debes quemarte primero. Y cuando aprendía el hechizo, siempre me salía de control, quemando o explotando todo a mi alrededor.

Parte 2

Entré al salón de clases, con su disposición habitual: el profesor al fondo y los estudiantes en asientos escalonados, cada uno con su lugar asignado. Sin embargo, después de dos años ausente, me sentí un tanto perdida. Opté por mi lugar habitual en la cuarta fila, primero, segundo y... tercer asiento. Al menos era cómodo.

Los estudiantes empezaron a llegar, junto con la profesora. Esta última, Millie 'Kirin' Foxrider, irradiaba una aura de grandeza y una mirada algo maliciosa. No era otra que la maestra de magia de fuego.

Entre los estudiantes se encontraban los llamados "tres grandes":

Hellen Glaus, una engreída que ni siquiera su familia soporta.

Lysander Wulfeyes, un chico tímido que sufre burlas por su tartamudez, excepto cuando habla de sus intereses.

Leander Graygate, el hermano adoptivo de Lysander, siempre listo para ayudarlo a expresarse.

La clase estaba a punto de comenzar cuando la profesora sacó una bolsa de cristales y la colocó sobre su escritorio.

— ¿Alguien sabe qué es esto? — preguntó, con una mirada que dejaba claro que no esperaba respuesta.

Nadie dijo nada, así que decidí levantar la mano. Después de todo, completar el curso significaría poder salir temprano y descansar en el patio.

— ¿Oh? ¿Y tú quién eres? — inquirió la profesora, mientras consultaba la lista de alumnos. Cuando encontró mi nombre, me dio la bienvenida de vuelta.

— Me reintegro después de dos años — respondí —. Estoy lista.

— Bien, ven aquí —indicó la profesora.

Me acerqué, aunque su mirada me hizo sentir incómoda.

—¿Qué es esto? —preguntó, mostrando un cristal en forma de esfera—. Cualquier respuesta equivocada será castigada físicamente.

—Es una bobina receptora de maná.

—Me sorprende que lo sepas, y más aún que conozcas su nombre original.

—He estado estudiando —contesté.

Después de que la profesora se girara, yo también lo hice para regresar a mi asiento. Observé mientras la profesora se acercaba al pizarrón y comenzaba a escribir palabras y hacer dibujos. Cuando terminó, se volteó para mirarnos y explicar lo que había escrito.



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En el texto hay: escolar, magia, volver al pasado

Editado: 17.03.2024

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