El robo del ángel
No hace mucho que se suscitaron una serie de hechos que por su naturaleza bizarra permaneció oculta la verdad de lo que realmente ocurrió en aquellos días de mayo en la ciudad de Dolr. La razón principal por la que las autoridades actuaron de esa manera fue para evitar una histeria colectiva que podría generarse con demasiada facilidad en la población que era conocida por ser gente supersticiosa. Pero sobre todo se quería evitar que alguien indagar acerca del asunto y liberará nuevamente aquél horror en nuestra ciudad.
Sin ningún ánimo de publicar esto, me he dado a la tarea de redactar lo ocurrido, dado que fui una de los principales personas implicadas. Añadiendo algunos datos que creo estuvieron relacionados. Escribo esto para poder sacarlo de mi mente, dejar que me llegue el olvido, pero a la vez dejar una prueba de que todo aquello fue verdad, esperando que si algún día vuelve a pasar algo similar, mi historia pueda servirle de ayuda a mis predecesores en el cuerpo policíaco.
Una mañana fui llamado junto a mi compañero a una parroquia dentro de Dolr, ubicada cercas del conocido puente de navidad, famoso por los muchos suicidios que todos los años se llevaban ahí por los desesperados en épocas navideñas, tradición comenzada por una mujer que se colgó de ese puente justamente en una 25 de diciembre.
La parroquia que nos había hecho el llamado, era conocida como el templo de San roco y era una de las más antiguas de la ciudad. Reconocida como una de las tres iglesias fundadas durante el tiempo cuando Dolr apenas y era un pueblo pequeño.
Aquel que solicitaba nuestra ayuda era el cura Jerasmo, un hombre viejo de más de 50 años que vivía solo en aquel lugar con otro hombre delgado de apariencia afeminada del cual nadie conocía su identidad. Pero se decía que había llegado a vivir con él cura, como su ayudante desde que era apenas un niño, el viejo siempre lo llamaba como "Su regalo de los cielos"
Al entrar y ver la parroquia de estilo barroco no pude evitar pensar en los muchos chismes que corrían sobre ese lugar y sus habitantes. Se decía que ambos eran amantes que el cura mantenía relaciones con el muchacho desde su niñez y que este había sido comprado por el viejo a algún grupo de trata de personas. Se aseguraba que San Roco hace mucho que no pertenecía a las cosas de Dios, pues desde la muerte del anterior cura Antonio de las Casas, no se llavaba ningúna misa en aquel lugar.
No pude evitar sentir curiosidad y recelo al entrar en aquellos aposentos. Todo tenía un olor a pergamino, un aroma similar al que ciertos viejos de larga edad llevan en los últimos años de su vida, un olor amargo y seco a muerte.
Imágenes religiosas colgaban por todos lados, unas encima de otra, era como un collage malsano, Santos de caras bondadosas y miradas luminosas custodiaban de manera escalofriantes. Eran bastantes y todas parecían girar sus rostros hacia el centro superior donde estaba el púlpito. Ahí donde siempre se suele ver una cruz coronando cualquier iglesia, solo se veía un pedestal de gran tamaño que se encontraba vacío.
El cura nos saludo amistosamente aunque se notaba turbado. Nos contó rápidamente la razón por la que había llamado a la policía. Mientras a lo lejos su compañero afeminado nos veía desde una esquina, tímido y con expresión sombría.
El cura nos reporto que aparentemente durante la madrugada, cuando aún gobernaba la noche, un grupo de malhechores habían entrado furtivamente a la iglesia sin ser notados con el objetivo de robar uno de los objetos religiosos de la iglesia. Más específicamente una estatuilla de un metro y medio de altura hecha de oro que representaba un ángel y que era la pieza que adornaba el pedestal junto al púlpito. El cura no se explicaba como los ladrones se habían enterado del material del objeto pues este dato era un secreto a voces que sólo algunos conocían. Y nadie podía creer que tal estatua enorme fuera de oro y no de otro material.
Nos explicó que él no vio a ninguno de los criminales pero según sus hipótesis debían de ser más de uno ya que la estatua tenía un peso considerable y no era tarea sencilla moverla.
El cura Jerasmo se veía muy preocupado y desesperado al solicitarnos encontrar el paradero de la estatua. Nos advirtió de manera extraña y confusa para nosotros que la estatua del ángel debía ser regresado lo antes posible, que esta no debía pasar una sola noche fuera del resguardo de la iglesia.
Cuando le pedimos señas sobre el objeto, este evadió el tema, solo aseguraba que nosotros la sabríamos reconocer fácilmente.
Sin más aportaciones partimos en la búsqueda. Pero fue algo imposible desde el principio, nadie parecía a saber nada sobre el robo. Ni la gente de las casas de empeño ni los usureros la habían visto.
Lo ladrones eran personas prudentes y parecía que estaba dejando pasar un tiempo antes de intentar vender la estatua. Tenía sentido ya que mover algo tan ostentoso como lo es una estatua de oro, generaría muchas sospechas y más al tratarse del ángel de una iglesia.
El cura nos llamó nuevamente, rogando prácticamente que encontráramos la estatua antes del anochecer, pero no fue algo posible, ya que no existía algún indicio que seguir no por el momento al menos.
A la mañana siguiente, se produjo una caos en Dolr, una serie de llamadas llegaron a la estación de policía. La gente reportaba escuchar ruidos de aleteo de lo que parecía un ave enorme, incluso algunos decía a verla visto. Aunque esto nos lo vinculamos al principio con el caso del robo del ángel.
Horas después hubo más llamadas pero esta vez avisaban acerca de la aparición del cuerpo de un hombre atrozmente asesinado. Se encontro destripado en el jardín grande de la ciudad, los testigos aseguraban que el cuerpo había caído del cielo.
Una histeria colectiva se propagó entre la gente cuando más cuerpos fueron hallados en un estado similar como el anterior descrito, esta vez los cuerpos los encontraron en las orillas del ciudad, una zona en su mayoría compuesta de casas abandonadas donde ya sólo vivían vagabundos y adictos. Al principio se creyó que podía tratarse de algún asesino en serie pues junto a los cuerpos se encontraron herramientas como sierras y taladros. Pero no se podía confirmar nada ya que las averiguaciones arrojaron que estas herramientas no tenia ningún rastro de sangre o carne de las víctimas. Lo único que se descubrió de las herramientas era que estas habían sido usadas para cortar algún material extremadamente duro ya que estaban abolladas de manera severa.