Un 6 de enero de 1969, en la hacienda “Casa Amarilla” fue encontrado un cadáver extraño de cuerpo flácido y pelaje negro como las alas de un cuervo, al parecer un carnívoro de contextura felina, bastante grande recuerdo, con lo que parece ser extrañas protuberancias en su espalda, como extremidades extra. Un olor putrefacto inundaba aquella zona, y los dueños nunca habían visto nada igual, pero decían que esa cosa había atacado el ganado con anterioridad por las marcas que dejaban en los vientres de las vacas y yeguas preñadas, vientres que habían sido desgarrados por una fuerza brutal, y cuencas oculares vacías, además de mordidas espeluznantes en forma de círculos, como si hubiera sido un molde de galletas grande y afilado. El cadáver fue vendido a una universidad cercana a Casa Amarilla, donde pusieron manos a la obra y tomaron muestras de tejidos podridos, de los cuales difícilmente sacaron una conclusión. Un feto malformado de un puma. Todos en el pueblo miraron mal a la universidad, ¿De verdad creían que eran tontos o algo así? El pueblo no se tragaría semejante excusa para desmentir un depredador tan terrible como lo fue aquel monstruo. Pero la universidad descubrió algo peor, y esta vez, cierto. El ejemplar solo había sido un cachorro, un cachorro que se había separado de sus hermanos y madre, y en un intento desesperado por conseguir comida había invadido propiedad de Casa Amarilla y recibido un disparo como merecido. El caos se detuvo por unos meses, y poco a poco fue olvidado ese acontecimiento.
Pero años después fue reabierto, al ser encontrado un hombre en las montañas, en estado mental deplorable, diciendo y balbuceando cosas incoherentes, como que un león negro, más grande que un oso y más feroz que una manada de lobos hambrientos había atacado un campamento de al menos veinticinco personas, y él y algunos otros heridos habían sido los únicos sobrevivientes del ataque de aquel escalofriante ser. Tras algunas terapias intensivas, su historia fue contada en periódicos de todo el mundo, siendo esta la versión de aquel hombre:
Estaban ya las veinticinco personas acampando en la colina de Black Down, una colina bastante alejada de la civilización y que fue el peor error de estas personas, un frío viento azotaba el clima invernal de aquellos meses crudos, y uno de ellos estaba asando carne, lastimosamente había arrojado la bolsa donde antes se hallaba la carne a un riachuelo que se dirigía a las montañas mucho más allá de Black Down, arrastrando consigo la sangre dentro de la bolsa y atrayendo peces. Horas después el grupo estaba alrededor de la fogata viendo bailar el fuego. Un joven que había aprendido impecablemente el idioma de cherokee contaba que sus parientes le habían narrado la historia de “tlv-da-tsi” como una bruja que había traicionado a su clan, convirtiéndose en bestia y devorado a su ganado antes de escaparse a las montañas, el “tlv-da-tsi” poseía seis extremidades, cuatro eran sus patas y dos eran manos humanas en su espalda (vestigios de su abandonada forma humana) que usaba para aferrarse a los animales domésticos y devorar su vientre, en especial yeguas y vacas preñadas, alimentándose del feto de estos animales para así nunca morir y seguir siendo bestia, ya que si una noche se quedaba sin comer, al día siguiente aparecería muerta. Es por eso que el “tlv-da-tsi” tenía cachorros continuamente para poder reencarnarse en ellos si eso pasaba alguna vez. El público no le creyó y explotaron en carcajadas burlándose del pobre joven, quien avergonzado prefirió entrar a su tienda y dormir el resto de la noche. Al cabo de un rato, el joven, viendo que todos se habían dormido, decidió abandonar el campamento. Esa decisión le había salvado la vida, pues de entre las malezas se escuchó un murmullo suave y cansado, como si alguien estuviera sufriendo del hambre. El joven trepó a un árbol como reflejo, desgastando y rompiendo sus uñas en el intento. Llegando a una parte donde podría sentarse cómodamente a visualizar lo que lo había asustado. De las malezas, había emergido una cabeza felina muy grande, seguido de un cuerpo robusto y marcado por heridas de flechas y garras, en una postura casi humana, expediendo un aroma a pus y descomposición de sus heridas, rugió con la voz de una mujer desgastada por los siglos, arrastrando un lastimero alarido, despertando a todos, de su espalda salían dos manos manchadas de tierra y lodo, alzándose como clamando al manto plateado de la noche, resaltando la falta de uñas por su continuo uso, sus ojos blancos como la luna eran cubiertos por cataratas de continuas infecciones, y su boca presentaba dientes cuadrados como los de un humano, en una expresión triste, desamparada y estresada, elevándose sobre sus extremidades irritadas, con indicios de sarna, aulló desgarradoramente, lo que venía después no lo podía recordar, sus ojos se cerraron ante el terror y el sonido de mandíbulas triturando huesos, carne y tela de las personas. La masacre no paró hasta los primeros rayos del sol, cuando por fin esa cosa había bajado al riachuelo a limpiarse la sangre de su boca. El joven tenía la mirada ida, aún sosteniéndose del árbol, y sus manos ya tenían moretones por el firme y exagerado agarre. Y se bajó del árbol, corriendo y gritando con locura y desnfreno, intentando digerir que todos sus compañeros habían sido masacrados por una criatura maldita, aún recordando sus alaridos arrastrados y socarrones. Se tropezó con una piedra y deseó morir, deseó no haber contemplado esa macabra escena.