EL MAGO QUE QUERIA AYUDAR
En un reino muy muy lejano, entre altas montañas y espesos bosques, vivía un mago llamado Evander. No era un mago común y corriente, no señor. Evander era un mago muy especial porque lo que más deseaba en la vida era usar sus poderes mágicos para ayudar a los demás.
Cada mañana, Evander se despertaba contento pensando en todas las personas a las que podría ayudar ese día con sus hechizos y encantamientos. Podía hacer aparecer comida para los que tenían hambre, construir casas para los que no tenían techo, curar enfermedades e incluso hacer que lloviera para los campos sedientos.
¡Las posibilidades eran infinitas! Así que, sin perder el tiempo, Evander emprendía sus largos paseos por el reino buscando quien necesitara de su magia.
Pero por más que buscaba y buscaba día tras día, no lograba encontrar a nadie que quisiera su ayuda.
Una y otra vez, Evander quería ayudar, y una y otra vez era rechazado. Nadie en el reino parecía necesitar o siquiera querer su ayuda. Evander no lo entendía, él solo quería usar sus dones mágicos para hacer el bien.
Triste y desanimado, el mago se sentó bajo la sombra de un gran roble a descansar.
Evander estaba a punto de rendirse con su sueño, cuando de pronto escuchó débiles quejidos que venían de lo alto del árbol. Alzó la vista y para su sorpresa, vio a un pequeño gato atrapado en una de las ramas.
Evander no lo pensó dos veces, agitó sus manos mágicas y pronunció unas palabras. ¡Puf! Una suave nube apareció bajo el gato, atrapándolo antes de caer al suelo. Luego lo transportó sano y salvo junto a Evander.
Evander entusiasmado pensó “Tal vez los humanos del reino no quieren mi ayuda, pero si el reino animal”. Había logrado salvar al pequeño gato y, viendo la carita de felicidad del minino, Evander supo que no todo estaba perdido. Sentía que todavía quedaba bondad e inocencia en el mundo y sí apreciaban sus poderes.
Así que con renovado ánimo, Evander y su nuevo amigo el gato, a quien llamó Eki, continuaron su misión de usar la magia, para ayudar a quien lo necesite, sin rendirse nunca. Y descubrió que cuando das sin esperar nada a cambio, la recompensa de ver una sonrisa o un “gracias” es el mayor tesoro de todos.
Al día siguiente, mientras paseaban por el bosque buscando a quién ayudar con sus poderes, Evander y Eki el gato, vieron a lo lejos a una anciana caminando lentamente con un gran cesto de frutas sobre su cabeza. Se veía realmente agotada, como si el peso fuera demasiado para ella.
Con unas frases mágicas, Evander hizo que el cesto se elevara por los aires y flotara junto a la anciana.
Evander estaba muy satisfecho, por fin alguien apreciaba su ayuda.
Luego de acompañar a la anciana hasta su cabaña, Evander y Eki reemprendieron su camino, cuando de pronto escucharon sollozos que venían de entre los matorrales. Al investigar, encontraron a una niña pequeña llorando desconsolada porque se había perdido.
El mago usó entonces un conjuro para crear un sendero con luces mágicas pata guiar a la pequeña de vuelta hacia su aldea. Allí la esperaban sus padres, quienes también agradecieron conmovidos la ayuda de Evander.
Cada vez más personas en el reino comenzaban a hablar sobre ese misterioso hechicero y su gato, que usaban sus poderes mágicos para ayudar a todo aquel necesitado que se cruzara en su camino, sin pedir nunca nada a cambio.
Pronto, la fama de Evander se expandió hasta llegar a oídos del mismísimo Rey. Intrigado, el monarca solicitó la presencia del mago en su palacio real. Cuando Evander llegó -siempre acompañado de su fiel amigo felino-, el Rey le explicó el motivo de su llamado:
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personajes fantasticos, un mundo mágico donde todo es posible., magia y aventuras en mundos desconocidos
Editado: 14.12.2023