El valor de ser uno mismo
Estos cuentos enseñan a los niños la importancia de aceptarse a sí mismos, valorar sus cualidades únicas y no temer ser diferentes.
1. El pez que quería volar
En el fondo del océano vivía un pececito llamado Aleta. Tenía escamas brillantes de colores y una sonrisa amigable. Pero Aleta no estaba contento. Cada día miraba hacia arriba y veía a las gaviotas volando libremente en el cielo.
Ojalá pudiera volar como ellas, suspiraba Aleta.
Un día, mientras nadaba cerca de la superficie, conoció a una tortuga marina llamada Sabia.
-¿Por qué estás tan triste? -preguntó Sabia.
Aleta le contó su deseo de volar. Sabia escuchó con atención y luego dijo: Aleta, eres un pez maravilloso. Puedes hacer cosas que las gaviotas no pueden.
-¿Como qué? -preguntó Aleta, curioso.
Puedes respirar bajo el agua, nadar a grandes profundidades y ver la belleza oculta del océano, respondió Sabia.
Aleta nunca lo había pensado así. Sabia le propuso un reto: Por una semana, explora el océano y descubre cosas nuevas.
Aleta aceptó. Durante esa semana, nadó a lugares que nunca había visitado. Vio coloridos arrecifes de coral, jugó con delfines y descubrió cuevas submarinas llenas de tesoros.
Al final de la semana, Aleta se dio cuenta de que el océano era un lugar mágico y que ser pez era increíble. Ya no quería ser una gaviota.
Gracias, Sabia, dijo Aleta. Ahora sé que soy especial tal como soy.
Desde ese día, Aleta disfrutaba cada momento en el océano y enseñaba a otros peces a valorar su hogar submarino.
Moraleja: Valora lo que eres, tienes dones únicos y especiales.
2. El árbol de hojas cuadradas
En un bosque donde todos los árboles tenían hojas redondas, nació un arbolito diferente. Sus hojas eran cuadradas. Se llamaba Cuadradito.
Al principio, los otros árboles se reían de él. Miren sus hojas raras., decían. Cuadradito se sentía triste y solo.
Un día, llegó al bosque un pintor. Buscaba inspiración para su próximo cuadro. Cuando vio a Cuadradito, se emocionó.
Qué árbol tan hermoso y único., exclamó el pintor. Sacó su caballete y comenzó a pintar a Cuadradito.
Los otros árboles estaban sorprendidos. Nunca habían visto a alguien tan interesado en un árbol.
El pintor pasó días pintando a Cuadradito. Mientras tanto, les contaba a los otros árboles por qué Cuadradito era especial.
Sus hojas cuadradas crean sombras fascinantes, explicaba. Y miren cómo la luz juega de forma diferente en sus bordes.
Poco a poco, los árboles empezaron a ver la belleza en Cuadradito. Se dieron cuenta de que ser diferente podía ser maravilloso.
Cuando el pintor terminó, mostró su obra a todos. Era un cuadro hermoso de Cuadradito, lleno de colores y luz.
Los árboles aplaudieron con sus ramas. Cuadradito se sintió orgulloso y feliz.
Desde ese día, Cuadradito fue admirado en el bosque. Y todos aprendieron que las diferencias hacen que el mundo sea más interesante y bello.
Moraleja: Ser diferente te hace único y especial.
3. La nube que no quería llover
En el cielo vivía una nube llamada Esponjita. Era suave, blanca y adoraba flotar libre por el aire. Pero Esponjita tenía un secreto: le daba miedo llover.
Cada vez que las otras nubes se juntaban para hacer llover, Esponjita se escondía. No quiero desaparecer, pensaba.
Un día, mientras se escondía, escuchó a un granjero en la tierra.
-Si no llueve pronto, mis cultivos se secarán -decía preocupado.
Esponjita se sintió mal. Quería ayudar, pero tenía mucho miedo.
En ese momento, una nube anciana llamada Tormenta se acercó a ella.
-¿Por qué te escondes, pequeña -preguntó Tormenta.
Esponjita le contó su miedo. Tormenta sonrió comprensiva.
-Oh, Esponjita -dijo-, llover no significa desaparecer. Es parte de nuestro ciclo de vida. Nos convertimos en lluvia, ayudamos a la tierra y luego volvemos al cielo.
Esponjita escuchó con atención. Tormenta continuó: Además, cuando llueves, haces feliz a muchos. Las plantas crecen, los animales tienen agua y los niños juegan en los charcos.
Esponjita pensó en el granjero y sus cultivos. Quizás podría ayudar después de todo.
-¿Me enseñarías a llover? -preguntó tímidamente.
Tormenta asintió feliz. Le enseñó a Esponjita cómo juntar gotitas de agua y cómo soltarlas suavemente.
Finalmente, Esponjita estaba lista. Se acercó a los campos del granjero y, con un poco de nervios, dejó caer su primera lluvia.
Fue una sensación maravillosa. Veía cómo las plantas se animaban y el granjero sonreía. Y lo mejor de todo, seguía siendo ella misma.
Desde ese día, Esponjita ya no tenía miedo de llover. Estaba orgullosa de poder ayudar y ser parte del ciclo de la vida.
Moraleja: Enfrentar nuestros miedos nos permite descubrir nuestro verdadero potencial.
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fomento de la lectura, desarrollo de la imaginación, literatura infantil divertida
Editado: 30.09.2024