Cuentos Mágicos para Primeros Lectores: Valientes y Curiosos

Capítulo 8. Milo y sus zapatos perdidos

Milo, el ciempiés, era un alegre habitante del bosque, conocido y querido por todos sus amigos. Con sus cien pares de patas, se movía con gracia entre los árboles y flores, dejando un rastro de risas a su paso. Su personalidad chispeante y su amor por la aventura lo hacían destacar entre los demás animales. Siempre estaba dispuesto a ayudar y compartir momentos divertidos, lo que le valió un lugar especial en el corazón de cada criatura del bosque. Sin embargo, su mayor orgullo eran sus doscientos zapatos, que reflejaban su singularidad en el mundo que lo rodeaba.

Milo era conocido en todo el bosque por su elegancia impecable. Con sus cien pares de zapatos negros, todos exactamente iguales, siempre caminaba con un aire de sofisticación. Cada zapato tenía cordones blancos perfectamente entrelazados, y a él le encantaba ese orden absoluto. Sentía que le daba seguridad y control sobre sus doscientas patas.

Sin embargo, un día comenzó a notar algo inquietante: algunos de sus zapatos habían desaparecido. Al principio no le importó demasiado. Siempre tenía zapatos nuevos e iguales por si se presentaba alguna emergencia, no le gustaba que el barro los ensuciara.

Al principio no le molestaba, y fue reemplazando los zapatos perdidos, pero pronto se acabaron los de repuesto. A medida que más zapatos desaparecían, Milo comenzó a sentirse incómodo. Se le acabaron los zapatos nuevos y tuvo que reemplazar los zapatos perdidos por algunos viejos que consiguió, pero estos eran de diferentes colores, formas y estilos. Un día llevaba un zapato azul en la pata derecha y uno rojo en la izquierda; al siguiente, un zapato pequeño junto a uno enorme. Cada vez que se miraba, se sentía más ridículo.

Los colores brillantes y los estilos variados, que ahora adornaban sus patas, lo hacían sentir diferente. ¿Cómo podría seguir siendo el ciempiés más elegante del bosque, con esos zapatos tan desiguales?

Intrigado y molesto, decidió investigar.

“Esto no puede seguir así”, se dijo Milo, frustrado. “Tengo que descubrir qué está pasando con mis zapatos”

Un día, mientras paseaba por el bosque, Milo se llevó una gran sorpresa. Se topó con una fila de hormigas que estaban llevando uno de sus zapatos negros hacia su hormiguero. Las hormigas habían convertido los zapatos en su nuevo hogar. La suela les servía como techo para su colonia. Milo, molesto, se acercó para reclamar.

—Esos son mis zapatos —les dijo en tono serio—. ¿Cómo se atreven a llevárselos?

La hormiga líder, nerviosa, levantó la vista hacia Milo y respondió:

—Perdónanos, Milo. Nuestra colonia ha crecido mucho y no teníamos suficiente espacio. Vimos que tenías tantos zapatos y pensamos que no te importaría que tomáramos uno. Es el lugar perfecto para protegernos de la lluvia y el viento.

Milo suspiró. Aunque estaba enfadado, comprendía que las hormigas habían necesitado sus zapatos, pero sabía que no podían vivir así para siempre.

—No pueden usar mis zapatos como casas —les dijo—. Pero entiendo que necesitan un lugar más grande. Déjenme pensar en una solución.

Después de despedirse de las hormigas, Milo se fue a ver a su amigo el escarabajo pelotero, famoso por su fuerza. Tras contarle la historia, el escarabajo se ofreció a ayudar a las hormigas a transportar grandes trozos de madera para construir su nuevo hogar. Con la ayuda del escarabajo, las hormigas lograron construir una colonia más grande y resistente que nunca. Las hormigas quedaron muy felices.

Al otro día, mientras caminaba cerca de un árbol, descubrió que un par de pájaros había hecho un nido en otro par de sus zapatos. Los cordones colgaban como ramas, y las crías piaban felices desde su nuevo hogar.

—Esos zapatos son míos —exclamó Milo, visiblemente molesto—. ¿Por qué los han tomado?

El pájaro mayor, avergonzado, respondió:

—Lo sentimos mucho, Milo. Pensamos que no te importaría prestarnos dos de tus zapatos. Mi pareja y yo no encontrábamos un buen lugar para hacer nuestro nido, y los zapatos son cálidos y seguros para nuestras crías.

Milo, aunque enfadado, entendía la necesidad de los pájaros de cuidar a sus crías. Sin embargo, sabía que no era una solución ideal. Después de pensarlo, decidió hablar con su amigo el búho sabio, quien siempre tenía buenas ideas.

El búho le sugirió un lugar tranquilo en el bosque, protegido del viento y la lluvia, donde los pájaros podrían construir un verdadero nido con ramas y hojas secas. Los pájaros agradecieron la ayuda y rápidamente, junto a otras aves, construyeron su nuevo hogar, en un lugar ideal.

Milo sabía que había perdido más zapatos, y caminaba por el bosque buscando quienes los tenían. Hasta que Milo vio algo aún más increíble: un grupo de ratones había tomado varios de sus zapatos y los estaba usando como pequeñas canoas para cruzar el río.

—Esos también son mis zapatos —gritó Milo, furioso—. ¿Qué están haciendo?

Uno de los ratones se disculpó:

—Perdónanos, Milo. Necesitábamos cruzar el río para buscar comida y no sabíamos cómo hacerlo. Vimos que tenías tantos zapatos y pensamos que no te importaría que usáramos algunos. Son perfectos para navegar.

Milo comprendió que los ratones no lo habían hecho con mala intención, pero sabía que necesitaban una solución más adecuada. Decidió acudir a su amigo el castor, quien era un experto en construcción, el castor podría enseñar a los ratones a construir una presa pequeña para desviar el agua y crear un paso seguro. Con la ayuda del castor, los ratones aprendieron a navegar sin mojarse ni un solo bigote.

Todos estaban felices, pero Milo seguía usando esos zapatos viejos que encontró para reemplazar a los perdidos. A Milo no le gustaba cómo se veía con todos esos colores y estilos diferentes.

Fue entonces cuando apareció su amigo el zorro con una brillante idea:

—Milo, ya que te han quitado tantos zapatos, ¿por qué no pruebas algo nuevo? Nuestros amigos del bosque pueden ayudarte a crear una colección de zapatos increíble. Por ejemplo, los castores podrían diseñar zapatos resistentes, las ardillas zapatos ágiles para trepar, los pájaros carpinteros zapatos con punteras afiladas, las hormigas zapatos pequeños y precisos... Juntos podrían crear una colección de zapatos que te encantaría. Serán todos diferentes y únicos.




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