(Leyenda Indígena Originaria del Estado Yaracuy)
El mito y el culto a María Lionza tiene su asentamiento inicial en las zonas montañosas del estado Yaracuy, específicamente, en el Cerro María Lionza y la Serranía de Sorte, los cuales actualmente forman parte del Monumento Natural Cerro María Lionza.
El nombre de María Lionza se superpone al de una antigua deidad indígena llamada Yara, Igpupiara Caapora, Yuripari, Chía, Yubecaiguaya y Bauchué. Se dice que la llamaron Maria Lionza porque era una indígena que acostumbraba a cabalgar sobre un jaguar u onza.
Cuenta la leyenda que hace mucho tiempo, existió una tribu muy poderosa en la que vivió una de las mujeres más valientes y hermosas de esos días. Su nombre era Yara, la hija de un Cacique, quien nació con unos bellos ojos verde agua. El shamán de la tribu predijo que debido a su gran belleza, ella debía ser sacrificada a la gran anaconda o si no traería la perdición al pueblo.
Su padre fue incapaz de hacerlo, así que yendo en contra del bienestar del pueblo, la escondió en una cueva, custodiada por guardianes, de la cual la muchacha no podía salir y mucho menos mirarse reflejada en el agua.
Un día una misteriosa fuerza adormeció a los guardianes y la niña al percatarse de ello, salió. Se acercó al lago más grande que había allí y vio su reflejo en el agua, quedando encantada. Al notar una presencia extraña en la orilla, el dios del agua Anaconda salió y al ver la belleza y la hermosura de los ojos ajenos, se enamoró de la doncella. Pero este Dios era envidioso por lo que no quería que nadie más la tuviera, así que se acercó a ella y la tomó para sí.
Un día el padre de la niña fue a visitarla pero al notar que no estaba empezó a buscarla por todas partes, hasta que la vio sentada en la rama de un árbol que se encontraba casi en medio del lago. El cacique intentó separarlos, pero la anaconda se enojó y con su gran poder, causó una gran inundación que acabó con la aldea. A Yara le dolió mucho ver la destrucción de su gente, por lo que al no soportar el dolor, se ahogó en el lago y al ser su espíritu tan noble y al estar lleno de dolor se convirtió en la protectora de las aguas, la naturaleza y el amor.
Otra versión de leyenda reza que luego de haber sido encerrada, la niña fue creciendo, era muy bella y cuando le vino la primera menstruación, ella deseó salir a purificarse al río. Esperó que los guardianes se durmieran y salió de su escondite. Ella nunca había visto el Sol, era la primera vez y era pleno mediodía. Se fue a la laguna y fue aquí donde por primera vez vio reflejado su rostro en el agua quieta de la laguna.
En vez de ver sus ojos, lo que miró fueron dos grandes cavernas. En ese momento la vio el espíritu acuático, la serpiente anaconda quien se la tragó y desapareció de manera inmediata en las profundidades de la laguna. Sin embargo, la tradición tenía que cumplirse, la serpiente anaconda se agrandó tanto que hizo desbordar las aguas de la laguna y provocó una gran inundación, una especie de diluvio.
El agua inundó todo el valle y la tribu de los indígenas kaketíos desapareció. Después del diluvio, la serpiente se reventó, la joven salió del vientre de la serpiente y entonces ella se convirtió en diosa de la aguas, protectora de los animales, dueña de la montaña y madre de las cosechas.
Al pasar el tiempo, la leyenda fue tomando varias versiones, pero lo cierto es que con la llegada de los españoles, Yara fue convertida al catolicismo bajo el nombre de María de la Onza del Prado de Talavera de Nivar, o sea María Lionza.
La imagen de María Lionza se presenta como una diosa que protege la selva y persigue al cazador que mata inútilmente a los animales y al campesino que quema los bosques, así también la presenta como una reina buena, feroz, sublime y profana.
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Editado: 10.03.2022