— Es tan delicado de salud mi hijo, que incluso si come una fruta y su organismo está débil, puede producirle una diarrea mortal, es muy estresante para mí, Ramón se la pasa todo el día en casa, como es millonario no se preocupa por el dinero, pero para él soy invisible, ya no salimos a ninguna parte — se quejaba la madre.
— Eres tan joven y bella para estar enterrada en vida cuidando a ese niño, con su condición si llega a los 10 años sería milagroso.
— A veces quisiera que muriera de una vez, para que descanse por fin, no quiero verlo sufrir tanto. Ya no quiero nada con Ramón, solo me llama para que cuide a nuestro hijo, pero no puedo separarme, firme un acuerdo prenupcial, si no tengo un motivo de peso me quedaré sin nada, y luego que le di los mejores años de mi vida.
Ella siempre se quejaba de lo mismo, hasta que Armando le hizo una propuesta.
— ¿Te parece si acabamos con el sufrimiento del pequeño? Solo adelantaremos lo inevitable, y así podrías separarte de Ramón, puedes argumentar sufrimiento mental al estar cerca del padre de tu hijo muerto.
Aprovechando que el niño estaba de nuevo en el hospital, Armando cambió sus turnos y en la noche le aplicó un medicamento que le produjo un paro cardiaco, el pequeño amaneció muerto.
En el juicio se demostró que el padre había quedado confundido porque el niño estaba mucho mejor, no tenía sentido que hubiera fallecido, siguió indagando cuando su mujer se fue, pagó a un detective que descubrió la relación de su esposa con el enfermero, y que éste estaba con el niño cuando murió. Por eso solicito que se realizará la autopsia a los restos de su hijo, a lo que se había opuesto la madre, inmediatamente se comprobó que un medicamento estaba en una concentración demasiado alta, así Ramón se dio cuenta que lo habían matado.
— Pero eso — alegó el fiscal en el juicio — no le da derecho a matar a su esposa y al enfermero, todo lo que usted hizo fue premeditado, supo esto 15 días antes de los asesinatos.
El abogado defensor llamó al acusado al estrado.
— ¿Puede decirnos que pasó exactamente esa noche?
— Yo había decidido que esto llegará a la justicia, no era mi intención matarlos, esa noche estaba mirando televisión como siempre, estaba con este muñeco, tiene pelo de mi hijo, su ropa. Supongo que perdí por un momento la cordura, solo sé que no recuerdo nada más hasta que la policía llegó a mi casa.
En eso el juez ordenó que le quitarán el juguete, el hombre se descontroló, comenzó a gritar como loco.
— Es mi hijo, es mi hijo, no me lo quiten, por favor.
Lo sacaron de la sala entre tres guardias. En vista de lo que ocurrió decidieron revisar su estado psicológico.
Al Dr. Maine, el padre le aseguro que el muñeco tenía el alma de su hijo, y que él había sido quien en realidad había matado a los amantes, pero que quería protegerlo, pensaba que podrían destruirlo si sabían la verdad.
— ¿Por eso este... juguete estaba bañado en sangre cuando lo detuvieron?
— Exacto.
Le dieron el resultado de la entrevista al juez, el padre había perdido la razón al morir su hijo, y descubrir que fue su esposa quien orquesto todo eso.
— Se ve tan normal.
— Todos son iguales, si pudieras ver la mente de los demás... recomiendo internación.
— ¿Y esa cosa? — el juez apuntó con un dedo el muñeco que estaba sobre una silla.
— Mejor es separarlo de él, lo llevaré a casa, mañana lo desarmaré y lo tiraré a la basura.
— ¿Y si se lo dejamos? Todavía grita que lo quiere.
— Mejor es que no lo vea más, así seguro se olvidará de esta fantasía.
Pero esa noche, cuando el psicólogo dormía, algo lo despertó.
— ¿Qué?
Vio al muñeco a su lado, con un cuchillo entre sus manos.
— Estoy soñando — susurro asustado.
— Si no me llevas con papá, te mataré como a los otros.
— No puede ser — el hombre salió de la cama, corrió por toda la casa ocultándose en distintos lugares, pero siempre el pequeño juguete se le aparecía.
Esa madrugada los vecinos del Dr. Maine fueron despertados por los gritos del psiquiatra, que corría por las calles en ropa interior. Lo tuvieron que internar inmediatamente.
En el psiquiátrico donde internaron a Ramón, nadie supo cómo la marioneta llegó a sus manos, lo que fue bueno porque el hombre que había llegado agresivo y gritando todo el tiempo, se calmó, así que decidieron dejárselo. Era común para todos ver al hombre y al muñeco en sus brazos, en el jardín.
Una tarde Gepetto fue a ver a su sobrino al manicomio y le hizo una propuesta.
— Sobrino, te parece que comience a hacer tu nuevo cuerpo, así estará listo para cuando mueras.
— Gracias tío, no quería volver a molestarte, luego de lo que hiciste por mi hijo.
— Te debo mi vida, por eso no debes preocuparte de pagarme.
Ramón recordó cuando tenía 15 años, iba en una camioneta con su tío, sufrieron un accidente, el hombre mayor sufrió muchas heridas, con ayuda o sin ella moriría.
— Por favor sobrino, sálvame, llévame a casa.
— Mejor vamos a un hospital.
— Sé que no hay forma que sobreviva a esto, por favor, a casa.
Insistió tanto Gepetto que el muchacho lo ayudó a llegar a la casona donde vivía.
— Ahora, por favor abre esa caja.
Dentro había un muñeco del anciano, de tamaño natural, era igual al titiritero hasta en los mínimos detalles.
— Pero...
— Corta mi pelo, ponlo en mi cabeza.
El muchacho hizo lo que le pidieron, el cabello inmediatamente fue absorbido.
— Ahora dame ese libro.
El moribundo dijo varias frases en un idioma extraño, cuando quedó quieto, el muñeco empezó a respirar, y abrió los ojos.