Durante una gélida noche de invierno, acurrucado entre las sábanas escuche un lamento. Incorporándome con rapidez me senté en la cama y contemplé a mi alrededor, oscuro y siniestro. Las cortinas se movían parsimoniosas a causa del viento que penetraba por una rendija de la ventana, mientras que los rayos de la luna bañaban las lámparas en la cabecera de la cama, lo cual no permitía que mi vista alcanzara a divisar más objetos en concreto, así que forcé la vista un par de minutos más, pero mis pesados párpados comenzaban a cerrarse, cayendo víctimas del sueño más que de la sorpresa y susto de aquel lamento que bien pudo provenir de un sueño.
A veces tengo la impresión de que estoy viviendo la realidad cuando me encuentro soñando, y al despertar lo tomo como un hecho que aconteció para mí porque lo viví, pero no hoy, trabajé hasta tarde y el cansancio seguro que me provoca pesadillas. Sólo quiero estar calientito de nuevo entre las sábanas y dejarme reposar hasta la mañana.
Sí que hace frio – pensé en mis adentros- los dedos de mis pies se están entumiendo. Adopté la posición fetal a fin de mantener el calor y cerré los ojos con despreocupación. Apenas me encontraba cómodo cuando de repente el alarido volvió, está vez más cercano y con mayor pesar, provocándome un salto de terror que se reflejó al acurrucarme con el cuerpo tenso y la cabeza cubierta, como si la tela pudiera proveerme de algún tipo de escudo que me proteja de lo desconocido. Ni siquiera sé que es o dónde está, sólo sé que tengo miedo y lo primero en lo que pienso es que estoy solo en una enorme casa con un gran jardín y un árbol delantero cubriendo parte de mi venta.
-Oh no, ¿y si alguien trepo por el árbol y en un intento de entrar a la casa se lastimó? ¿qué tal si está armado y quiere lastimarme para robar? Pero ese alarido es tremendamente desgarrador, no creo que una persona herida pudiera hacer un sonido así. Entonces ¿qué podrá ser? Ya no soy un niño para creer en cuentos como la llorona, pero es la primera vez que me quedo sólo así que tengo que ser valiente.
Estaba tratando de consolarme, hablando conmigo mismo como suelo hacer cada vez que estoy nervioso, sin embargo, otros ruidos comenzaron a perturbarme aun más cuando me pareció que arrastraban un objeto pesado y esta vez pude identificar que el sonido provenía de la sala de mi casa. - ¡No puede ser, hay alguien dentro! -pensé-
Contuve todo el miedo que me fue posible, tome un bat de beisbol que guardo siempre bajo la cama, y con sumo cuidado, tratando de no hacer el menor ruido, gire el pomo de la puerta y me conduje hacía la sala, desde donde provenían los ruidos. Me asome por pasillo con apenas un rabillo del ojo y, lo que alcance a divisar me dejo sorprendido y alterado, mi gata, Betzi, estaba dando a luz a sus hijitos encima de la alfombra.