Él vivía en la atalaya, y por eso era atenta su mirada, siempre vigilante. Los enemigos iban y venían todos los días; rara vez podía dormir, porque su deber era tocar el clarín de inmediato para dar la orden de defender el castillo. ¿Cuánta más sangre debía derramarse para lograr la paz soñada?
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Editado: 15.09.2024