Tengo un calambre que abraza mi columna, pasando por mi cuello llegando hasta mi maxilar inferior.
Y es que el ser conductor de bus es un trabajo pesado, las largas horas en carretera, los sueños no concebidos y el rumor de las charlas frívolas de los pasajeros agotan mi espíritu.
A pesar de que es el último turno de esta madrugada y se está bajando un pasajero, un joven que se accidento en su moto a las afueras de la ciudad, no obstante noto que debo afanarme en volver, porque ya empiezo a escuchar las letanías en torno a mi alma.