He vivido entre peces desde que tengo memoria, quizás, en un intento de no ser tan notoria, no salgo mucho a la orilla, prefiero disfrutar las olas, sin importar el día, el tiempo, el clima o la hora.
Una chica tranquila, disfrutando su vida en el mar, y sin más, siempre me busco relajar, desde pequeña es que yo he aprendido a nadar, ya que en una sirena convertirme planeo lograr.
Suena infantil lo sé, ya no soy una niña, pero a quién le importa ¿se trata de tu vida o la mía?
Nadando cada día para al menos así estar, un poquito más cerca de mi sueño alcanzar.
Hoy en día soy una solitaria, ¿amigos? A los que tenía ya no les agrado. Todos se terminaron yendo de manera voluntaria, ¿el motivo? Dicen que mi sueño es anticuado.
No los necesito yo sé que hago lo correcto, mi familia es de pescadores, ellos sí apoyan mi sueño. Las sirenas son reales en mi corazón lo siento, y algún día dirán que soy una, en mi alma lo presiento.
Un día que estaba nadando algo sucedió, una luz en el agua de pronto apareció, me acerqué para mirarla encontrando un medallón, que decía "Hijo mío, es hora de decir adiós".
Salí a la superficie buscando a su dueño, pero todo estaba vacío y en calma, no lo entendía, ¿acaso apareció como en un sueño? Se sentía irreal pese a tenerlo en mi palma.
Regresé a la orilla en busca de un bocadillo, pero bueno, nada puede ser tan sencillo, unos metros a mi derecha sentado en un banquillo, un muchacho mirando el mar disfrutando del sol y su brillo.
Esta parte de la playa siempre estaba despejada, de ahí, que me encontraba un poco intrigada, ¿quién era este que se aparecía de la nada? ¿Algún pescador, o solo disfrutaba de no hacer nada?
Lo ignoré, caminando hacia mi casa, "Que tipo tan raro, seguro que algo le pasa".
…
Los días pasaron y todo siguió igual, los días se repitieron y me empezaba a disgustar. Yo nadaba, salía, lo veía la playa mirar, y antes de darme cuenta me retiraba una vez más.
No parece tener motivos, no sabía lo que estaba pasando, "¿Se trata de un pervertido? ¿Acaso me estará acosando?"
Finalmente después de días me acerqué con valor, diciendo "para hacer ¿no tienes algo mejor?"
No me respondió parecía ignorarme, bueno, de brazos cruzados no iba a quedarme, le volví a reclamar por su falta de atención, pero entonces respondió "Solo un día más y entonces yo me voy".
Quedé paralizada, no comprendí sus palabras, sentí que lo correcto era quedarse callada, lo miré con más cuidado sabiendo que ya no importaba, enterándome que a ese hombre una pierna le faltaba.
No pude evitar el sentir simpatía, su dura situación a cualquiera le dolería, el solo imaginar que nadar ya no podría, seguramente mi alma destrozaría.
Entonces le pregunté "amigo ¿qué te ha pasado? Llevas días sentado ahí y pareces preocupado, si requieres ayuda tal vez pueda hacer algo, claro, siempre y cuando esté dentro de mis manos.
Un recuerdo dijo que al mar arrojó, por algo que su madre le aconsejó, "los tesoros en vida, al regresar dan amor", y por eso se sentaba a esperar lo que nunca volvió.
Su pierna la perdió en un cruel accidente, donde su madre fue la que tuvo la peor suerte, que tomara su medallón e hiciera lo siguiente, fueron sus últimas palabras antes de ver la muerte.
"Hijo amado, solo somos nosotros dos, pero no quiero despedirme con un triste 'adiós', por cuidarme toda tu vida nunca hallaste el amor, y por eso te digo que arrojes ese medallón."
No tenía palabras, no sabía qué decir, ¿debía estar triste por él? ¿O tal vez feliz? Creyendo que las palabras de nada iban a servir, le dije que me esperara, que pronto iba a venir.
Corrí de vuelta a mi casa buscando aquel medallón, pero no había rastro de él en mi habitación, una gaviota en mi ventana hizo un ruido y me alertó, al ver que lo que buscaba con su pico lo tomó.
Huyó volando, y yo la fui a perseguir, se está alejando, tengo que bajarla de ahí, me he tropezado, pero tengo que proseguir, ¡se lo prometí a ese tipo no me puedo rendir!
Corrí todo el camino en dirección a la playa, pero aquella ave por nada el medallón soltaba, en una desespero he tomado mi sandalia, pero de nada sirvió rápidamente se alejaba.
La perdí de vista… ¿En serio el medallón no lo podré devolver? Quizás pueda sonar como un deseo egoísta pero pese a su situación ojalá me ayudara… ¿él?
Apareció frente a mí, aquel hombre de la playa apoyado con un bastón, "sentí que necesitarías ayuda" dijo antes de ayudarme sin preguntar lo que pasó.
Le expliqué lo sucedido y me disculpé con él, "quise devolver tu medallón pero no lo pude hacer", esperaba un reclamo pero ninguno vino de él, "la intención es lo que cuenta, estas cosas pueden suceder".
Lo ayudé a caminar de regreso a la playa, platicando en el camino sintiéndome aceptada, él también era nadador según lo que me contaba, y me divertí mientras escuchaba sus hazañas.
…
Antes de darnos cuenta había caído la noche, pero ninguno se quejó o dio el más mínimo reproche, tenía que volver a casa pero fue cuando lo noté, "¿cómo hará él para regresar a casa sin coche?"