Viajar en auto puede ser sencillo, viajar en avión un pequeño lujo, aprender a andar en bici provoca escalofríos, y viajar en autobús puede cambiar tu mundo.
Un viaje al trabajo, o tal vez a la escuela, el destino que escojas no es el problema; podrás viajar con amigos, podrás viajar con la abuela, o incluso hacerlo solo, que no te de pena.
Unas personas suben, otros bajan o se quedan, pero tú continuas la ruta porque tu paradero aún no llega; pagarás tu pasaje, quizás tengas tu tarjeta, pero al final de cuentas, solo te queda aportar lo que conlleva.
El viaje continúa, ya sea con sol o con lluvia, y tú permaneces sentado mientras dejas que todo fluya.
Artistas en la carretera, vendedores que se suben, y piden un apoyo porque de alguna deuda huyen. Sus familias van creciendo, pero los sueldos no suben, por eso se dejan la vida en levantar lo que construyen.
Siempre llega gente nueva, personas raras y comunes, a la par de aquellas que te mantienen despiertos los lunes.
Aquella chica rubia, diosa de ojos azules, que me obliga a cambiar de ruta, para averiguar por dónde subes.
Nunca te he hablado, solo espero que continúes, iluminando mis mañanas como cada comienzo de lunes, donde tu presencia me asegura, al igual que tu perfume, que si un día tomo el valor, te agradeceré si no me huyes.