Bo había estado actuando extraña últimamente. Después de nuestra pelea, había pasado un día completo en el que no nos habíamos hablado, aunque luego habíamos arreglado las cosas. O al menos eso era lo que quería creer.
Más que arreglarnos, el enfado se disipó en el aire y eso, combinado con nuestra necesidad de hablar con el otro, terminó por juntarnos de nuevo. ¿Seguía cabreado? Por supuesto que sí, y es que Bo tenía un talento natural para meterse en problemas, y en casi la totalidad de los casos, eso significaba que yo terminaba en problemas también. Normalmente se lo habría dejado pasar, pero admito que esta vez estuve rumiando unas cuantas palabras en mi cabeza mientras me arrastraba punta y codo sobre el lodo a la hora de entrenar; ¿es que no podía entender lo importante que era esto? Incluso mientras me lo preguntaba, sabía que no era el caso: Bo entendía perfectamente lo que estaba en juego, la única forma de que lo pusiera en peligro era que tuviera una meta más importante en mente. Alguien, o algo. El problema era que, Bo siendo quien era, esto podía ser algo potencialmente beneficioso para todos, o un capricho que no se veía capaz de abandonar. Y fuera lo que fuera, tenía que echarle un ojo.
Por supuesto, eso no tenía nada que ver con el hecho de que estuviera escondiéndomelo. Si ella quería tener secretos, pues era su derecho.
Yo sólo estaba preocupado por el futuro de la misión.
Cuando la noche siguiente Bo se escabulló por la ventana, decidí seguirla en vez de enfrentarla. Esperaba que su paseo tuviera más relación con su insomnio que con la princesa, su cuchillo, o los unicornios, pero creo que en el fondo sabía que no tendría tanta suerte. Con Pyra subida al hombro repetimos el camino que Bo iba haciendo, dejando suficiente espacio entre nosotros como para que, aun estando bien entrenada, no nos escuchara. Pasado el rato, se hizo evidente que Bo no estaba prestando atención, al menos no más de la que necesitaba para no ser vista. No esperaba ser seguida, o tenía la mente ocupada en otra cosa. Me parecía casi imposible que hubiera olvidado a las criaturas con cámaras empotradas en sus cráneos,
especialmente cuando siempre estaba paranoica de que la estuvieran observando. Fuera lo que fuera que la tenía distraída, debía ser muy poderoso.
Tal como me lo temía, después de seguirla durante un rato, se volvió obvio que nos dirigíamos a los establos, y al verla juguetear con la cerradura, se me terminó de caer el corazón al suelo. No había traído comida ni agua consigo, por lo que no parecía ser que los unicornios fueran el motivo de su visita.
Antes de poder pensar en una buena razón para que hubiera ido hasta allí, la mismísima princesa y su doncella, Lily, se encaminaban hacia las puertas del establo que Bo había dejado convenientemente entreabiertas.
Me peiné el cabello hacia atrás con los dedos, soltando un suspiro cansado. A veces sentía que Bo iba a lograr que tuviera canas antes de los treinta.
—Llegan tarde —Bo le recriminó a las chicas a pesar de que ella había llegado apenas unos minutos antes—. Para la próxima, espero que sean puntuales.
Me sorprendió que le hablara a la princesa con tanta soltura, pero me tomó aún más por sorpresa que ella no le dijera nada ni la pusiera en su lugar. Cada segundo que pasaba me sentía más confundido, pero estaba claro que Bo tenía el sartén por el mango y que estaba disfrutando cada segundo de aquello. La princesa y su doncella se quedaron viéndola, sin saber qué decir. Ambas vestían pantalones, y Lily tenía su larga cabellera negra en una coleta. Bo se dio la vuelta y hábilmente lanzó un cuchillo que pasó rozando el cabello de la princesa y aterrizó con un fuerte golpe enterrándose en la pared tras ellas. Los ojos de ambas chicas se abrieron como platos, y la barbilla de la princesa tembló levemente. No la culpaba, a mí no me asustaba únicamente porque llevaba años arrojándome cuchillos, pero para ser honestos, la primera vez era bastante impresionante.
Intentó disimular su satisfacción, pero conocía demasiado bien ese brillo en sus ojos, que además se habían tornado color turquesa.
—Lanzamiento de cuchillos —comenzó—. Lo primero y más básico que deben aprender es como lanzar un cuchillo y dar en el blanco. Eso les dará la posibilidad de evitar un enfrentamiento e incluso de escapar si pueden acertar al lugar correcto.
—Maravilloso —dijo Lily—, pero preferiría que no hicieras ejemplos tan cerca de la señorita.
—No te preocupes. Yo nunca fallo. Era verdad.
—Además —continuó—, no querría arruinar una cara tan bonita.
Me pareció que Bo se cohibió levemente al decir eso, pero también cabía la posibilidad de que la sangre se me estuviera bajando a la cabeza. Apenas había encontrado un diminuto espacio entre la pared y el comienzo del tejado, y aunque no había peligro de caerme, no era la posición más cómoda del mundo. Decidí bajar antes de que se me acalambraran las piernas No había nada más que ver: Bo estaba tirando años de trabajo de la rebelión por la borda, y yo ni siquiera era capaz de entender por qué.
Antes de entrar, me apoyé en la puerta del establo por un minuto que se me hizo eterno, escuchando como Bo nombraba las partes del cuchillo, haciendo énfasis en los diferentes usos de la punta y la hoja. Respiré hondo y abrí la puerta. Esperaba que mi entrada tuviera algún impacto, pero lo único que pude producir fue un cansado: