Estaba empezando a comprender a Bo, y no sabía cómo sentirme al respecto. Era como si la chica que había puesto un cuchillo en mi garganta hubiera decidido que ya no era necesario llevar una máscara, y que podía relajarse en el sillón aterciopelado de mi habitación. Mientras más la conocía, más confundida conmigo misma me sentía, y aunque a veces la incomodidad de preguntarme si yo misma no estaba usando una máscara me pesaba, su personalidad me resultaba casi adictiva, y una parte de mi esperaba que no se recuperara tan rápido de sus heridas para que no tuviera que irse.
Bo era todo lo que en el palacio no tenía cabida: tenía mal carácter, era competitiva, hablaba sin tapujos sobre lo primero que se le ocurría, nunca bajaba la voz, se reía sin disimular su ruidosa y extraña risa, se saltaba la etiqueta, disfrutaba su comida y muchas veces dejaba los cubiertos olvidados sobre la mesa, bromeaba como lo hacen los chicos, hacía preguntas difíciles y llevaba el cabello corto, como si no le interesara para nada toda la carga social que conllevaba una cabellera larga.
Y sus ojos cambiaban de color.
Me avergonzaba lo mucho que me había tardado en notarlo, especialmente porque después de que me di cuenta, los cambios se habían hecho ofensivamente evidentes. Todavía no lograba descifrar el patrón, pero sospechaba que algo tenía que ver con lo que estaba sintiendo en un determinado momento. Normalmente, sus ojos eran del azul del cielo cuando anochece y todo está quieto por un momento, lo que no dejaba de parecerme irónico, ya que parecía imposible que Bo se quedara quieta por mucho tiempo. El tono cambiaba cuando reía, cuando se ponía pensativa, cuando algo la irritaba… iban del azul cielo, al turquesa del río en verano y luego al índigo del amanecer. A pesar de que había visto a hechiceros y magos hacer grandes trucos con fuego, flores y colores, nada se comparaba con Bo.
¿Es que acaso así se sentía tener una amiga? Me sentía culpable por preguntármelo, siempre había considerado a Lily una amiga, y no solo una amiga, sino la única. ¿Pero qué otra cosa podría ser? Esperaba cada día a que llegara para pasar tiempo con ella, y sentía que podía hablar con ella por horas, o incluso mirar sus ojos cambiar por horas. Incluso en este momento quería cancelar mis planes e invitarla a pasear, pero la Mascarada del Eclipse no era algo que se pudiera posponer, ni por mis deseos ni por los de mi padre. Era una fiesta para agradecer a la Estrella por un buen año y darle ofrendas para que el próximo fuera igual de próspero. Después del Solsticio de Verano, era la fiesta más grande en el reino, y mi favorita absoluta. Todos los nobles y algunos altos cargos de la guardia se reunían con nosotros en el jardín interior, donde el legionario presidía una hermosa ceremonia religiosa que luego era seguida por bailes, pirotecnia, barriles de licor de luna y una enorme cantidad de deliciosa comida. La mejor parte eran las máscaras, en las que artistas Arceses trabajaban por meses para que nosotros las lleváramos durante la fiesta. Este año, además, las expectativas eran enormes, dado que como invitados especiales tendríamos a la familia real de Chiasa, y todos -yo incluida- estábamos muriendo de ganas de ver qué sorpresas nos traerían.
—Lily, ¿qué traerás puesto esta noche?
Lily levantó la cabeza de mi tocador, donde estaba escogiendo mi maquillaje para más tarde, y me miró como si no comprendiera.
—¿Yo, señorita?
—Para la Mascarada —dije con naturalidad—. ¿Acaso no lo has pensado todavía?
—No quiero ser imprudente, señorita. Pero el personal no está invitado a participar de la Mascarada.
Oh. Lily tenía razón, los empleados no estaban invitados a la fiesta, y si bien entendía por qué el personal de cocina y las mucamas eran necesarias para que todo resultara perfecto, no me parecía justo que personas como Lily o incluso Selma no pudieran participar, ¿acaso no era el eclipse algo que todo el reino debía disfrutar? ¿No debíamos también asegurarnos de que los cocineros y mucamas pudieran celebrar también, aunque fuera al día siguiente? Quise morir de vergüenza, ¿cómo no me había dado cuenta de nada de esto antes?
—¿Podrías por favor acompañarme también esta vez? —le pedí—. Sé que es tu noche libre, pero me acostumbré a tenerte a mi lado en estas celebraciones, ¿me harías el favor?
—Por supuesto —Lily parecía contenta, eso no arreglaba todos los años que la había dejado ignorada en su habitación, pero por algo tenía que comenzar—. Pero no tengo una máscara.
—Yo me encargaré de eso. Selma —llamé a mi otra doncella, quien estaba preparando mi vestido—. ¿Podrías conseguir una máscara para Lily? Quiero algo especial, que esté a la altura. Y también una para ti, si te apetece venir esta noche.
Selma levantó la ceja, curiosa.
—¿Me está invitando a la Mascarada, su alteza?
—Así es, si tienes ganas.
—Es un honor —me agradeció—, pero tendré que declinar la oferta. Ya tengo planes para esta noche.
—¿Planes, Selma? —inquirió Lily— ¿Y cuáles serían esos planes?
—La curiosidad mató al gato, Lilian —respondió con una extraña sonrisa.
—Que aburrida eres, Selma —Lily se sentó finalmente en el banquillo, olvidando por completo el maquillaje—. Entonces seremos solo nosotras, señorita.