Kuru hizo una pausa, con su cuchillo de piedra sobre la muerte a medio desollar. Escuchó, al mismo tiempo moviendo sus sensibles fosas nasales en un esfuerzo por leer los mensajes del viento. Pero no había nada en el aire que su nariz pudiera leer. Más bien, fue el sonido lo que le advirtió.
Se puso de pie y miró a través de los árboles hacia el pequeño valle más allá de la loma en la que se encontraba. Podía oír el estridente grito de los pájaros y la gente de los árboles.
Kuru tenía muchas ganas de correr hacia su gente, pero si lo hiciera, ¿qué les diría? ¿Que estaba huyendo de aquello que ni siquiera había mirado con sus propios ojos? ¿Que Kuru huyó del grito de los pájaros y la gente de los árboles?
Ahora la gente de los árboles lo vio y se detuvieron en su vuelo, concentrando sus números en los árboles sobre su cabeza, mirándolo y parloteando y gesticulando con sus ocupados bracitos peludos. Era consciente de que lo reconocían como un cazador y enemigo de la bestia asesina, y estaba orgulloso, sabiendo que ahora lo estaban atrayendo frente a este nuevo y mayor enemigo, fuera lo que fuera. Pudo ver que estaban apuntando al cielo.
¡El cielo! ¡Solo los dioses vivían en el cielo! Sintió que el cabello a lo largo de la base de su cuello se erizaba rígidamente.
¡Algo grande y terrible estaba saliendo del cielo!
La cosa era larga y redondeada y brillaba intensamente como las estrellas. Brillaba a la luz blanquiazul de los triples soles como una piedra del amor traída de las Cuevas Lejanas más allá del Gran Río. Y flotaba sobre pilares de fuego hacia el valle. Se estaba volviendo más y más grande, al igual que los grandes ojos negros de Kuru.
El miedo comenzó a ceder lugar al asombro de Kuru. ¿Cómo había llegado a ser algo así? ¿Y qué estaba haciendo en el cielo? ¿Qué era?
Era grande, mucho más grande de lo que Kuru podría haber imaginado. Cuando llegó al suelo, aplastó y quemó docenas de grandes árboles. Y allí se sentó, inmóvil y sin sonido, como si una montaña hubiera caído del cielo para quedarse allí para siempre.
De repente, en la brillante superficie de la gran joya del cielo apareció un largo agujero negro, e incluso mientras observaba algo brillante comenzó a emerger de él. Al principio parecía que se trataba de una especie de capullo gigantesco, que se abrió para liberar el ala de un insecto inimaginable. Pero en otro momento recibió la mayor sorpresa de todas.