La graduación no resultó ser el peor día de mi vida como pensaba sería, accedí asistir al baile luego de ver como Rom casi pierde el conocimiento cuando dije que no iría, aunque no quise tomé unas cuantas copas para no quedar como la aguafiestas del festejo pero Romina… tuvo que dormir en mi casa ya que si su madre la veía en esas fachas, moría.
Esa noche las pesadillas de algo desconocido para mí se hicieron presentes con más intensidad, había tenido este clase de sueño antes pero ahora. Fue más fuerte, más sangre, más muertes. Después de intentarlo por mucho tiempo caí dormida.
El cielo estaba en pleno amanecer y mi sueño había partido lejos, Rom al igual que yo desde el pequeño sofá que hay en mi habitación me pregunta con la mirada perdida en algún punto allá afuera, su peinado como su maquillaje habían dejado de ser perfectos y radiantes hace algunas horas, ahora solo una cara manchada y desorden total en su cabello era lo que ocupaban su lugar.
-Qué piensas hacer ahora.
-¿Ahora?
No había caído en cuenta del peso que esa pregunta conllevaba y tampoco quería saberlo. Debía salir de casa, cumplí la mayoría de edad hace una semana y eso…significa muchas responsabilidades a partir de la graduación. ¿Qué si estaba feliz? jamás me sentí tan mal como ahora.
-Sí, ahora. Ya eres una graduada y tienes mayoría de edad. ¿Qué harás?
-No lo sé aún
Y no mentía, jamás había pensado en llegar tan lejos, y si alguna vez lo hice fue por una pequeña cantidad de tiempo, solo me dedicaba a mis estudios sin sentir lo rápido que pasó el tiempo, inevitablemente me vi encadenada a vivir lo mismo todos los días y eso fue desesperante aunque ahora caigo en cuenta de ello.
-¿Que harás tú?
No quitó la mirada de la ventana, sentía que algo no estaba bien, ya que últimamente todo nos iba mal. Parecía perderse, como si estuviera soñando despierta, era la primera vez que la veía de esa forma. Ella no es de las chicas que son responsables y mucho menos sentimentales, así que para mí fue algo inquietante verla de esa forma.
-Daniel dice que debo ayudarle en el restaurante. Que no necesitaré ir a la universidad para ganar dinero
-Y lo harás?... Que hay de tu sueño?
No contestó, solo movió sus hombros, como si fuera lo único que pudiera hacer, y lo unico que podía decir. Tal vez sus palabras se ahogaron en un solo movimiento seco.
Sabía cuáles eran sus sueños, me los contaba cada vez que entraba el tema y sus ojos brillaban, brillaban cual estrella en el más oscuro de los cielos, su carácter de conseguir lo que quería me llevó a creer todos estos años que llegaría a ser una diseñadora de modas primordial, y luego vería en las pasarelas sus nuevos y locos estilos que tenía dibujados en un cuaderno que llevaba siempre consigo para plasmar cualquier cosa que le llame la atención, vaya con el estilo que estaba diseñando, pero al ser mi amiga, aún sigo creyendo que podrá cumplir ese fantástico sueño llegando a la fama que a diferencia del mío estaba tan altivo y definido. Sentía que de uno u otro modo éramos completamente iguales, la admiraba tanto, que en tan solo pensarlo me alegraba el día.
Miento, éramos tan diferentes, mientras ella definía su destino yo no tenía planes, ni metas, mucho menos sueños, eso fue lo que nos llevó a compartir esta amistad, un poco deprimente.
-Creo que debo irme, mi madre debe estar preocupada.
-Le avise que estarías conmigo, quédate un poco más.
-Te lo agradezco enserio, vuelvo mañana de seguro.
En la oscuridad pude ver como su mirada se tornó triste, se opacaba. Intentó ocultarlo pero su sonrisa parecía torcerse del otro lado, no le dije nada, solo se fue por aquella puerta. Porque tal vez yo también necesitaba meditar un poco.
Sin pensarlo caí dormida nuevamente y esta vez sin aquellas pesadillas.
Aún son las nueve de la mañana, y como cada vez el olor delicioso a comida hace que me levante aún somnolienta. Esa mañana más que nunca me entraron ganas de entrar al cuarto de mamá, me contuve, pero cuando estuve a punto de bajar por la gradas una voz distante llama mi descuidada atención.
“Elizabeth… tan inmadura e ingenua”
Las voces aumentaban y era más difícil de descifrar lo que decían.
Entre entrecortados murmullos logré entender...
“Este no es tu hogar”
“Morirás si no regresas”
¿Morir? ¿Por qué habría yo de morir? y regresar ¿Dónde?, la curiosidad se apodera de mí, las voces cesan por un momento dejando el pasillo en silencio.
Siento una presencia a mis espaldas, dudo en si girar o quedarme paralizada en ese momento y al parecer mis sentidos no iban responder a ninguna de mis órdenes, después de un tiempo vuelvo al control.
Del cuarto de mi madre venía una melodía, la recuerdo, me la solía cantar cuando era pequeña, me dirijo a su habitación, estaba cubierta por unos tonos blancos con enormes cortinas doradas en las que reflejaba una hermosa combinación de luces, el armario, brillaba con tonos azules y violeta, se lo veía más delicado de lo normal, parecía cobrar vida aun siendo una simple decoración, mi madre jamás lo utilizó, siempre ha estado vacío, o eso es lo que creo, siempre ha sido un tema tabú para mi.