En serio, estaba perdiendo los nervios. No tenía ni idea de cómo
controlar a aquella tía que había entrado en mi casa, y ahora encima
iba a tener que estar vigilando a Hugo para que no la liara en la
fiesta de inauguración de mi padre. Noah se estaba pasando de la
ralla con sus desplantes e iba a enterarse de lo que era enfrentarse
a mí de una vez por todas. Hoy iba a dejarle del todo claro con quien
se estaba metiendo.
Como siempre en estas fechas se hacían las carreras ilegales en
el desierto y hoy después de la fiesta debía estar ahí. Era una
locura, música rock, drogas, coches caros, y carreras hasta que
salía el sol o venía la policía; aunque casi nunca se entrometían, ya
que las hacíamos en lugar de nadie. Las chicas se volvían locas, la
bebida estaba en manos de todos y la adrenalina era el ingrediente
perfecto para vivir la mejor noche de toda tú vida...Siempre que no
fueras de la competencia, claro.
La banda de Ronnie siempre competía contra nosotros; el que
ganaba tenía el derecho de elegir coche además de codearse
durante todo el año por nuestras fiestas y nuestras reuniones. Eran
peligrosos, yo lo sabía de primera mano y por ese mismo motivo
todos confiaban en mí cuando se encontraba cerca. Ronnie y yo
teníamos un trato amistoso que podía romperse tan fácil como quien
rompe un papel y aquella noche tenía que estar tan alerta como me
fuera posible, además de ganar las carreras como fuera.
Y ahí entraba Noah. La llevaría conmigo, dejaría que viera con
quien estaba viviendo, que apreciara de primera mano lo peligroso
que podía ser meterse en mi mundo si no te andabas con ojo, y
aquella lengua que no se callaba ni debajo del agua iba tener que
aprender a hacerlo si no quería acabar muy mal a manos de mis
enemigos.
Por ese motivo me paré en su puerta antes de que fuera la hora
de salir hacia el hotel en donde se celebraría la fiesta.
Después de llamar tres veces y de esperar casi un minuto
apareció ante mí. Sus ojos me observaron con calma antes de
fijarse en que era yo quien estaba ante su puerta; entonces se
tiñeron de negro y me fulminaron de aquella forma tan intrigante y al
mismo tiempo tan molesta.
—¿Qué quieres?—me preguntó de malas formas.
La rodeé y entré en su habitación. Antes de que mi padre se
casara con su madre aquella habitación me había pertenecido.
—Esto era mi gimnasio, ¿sabías?—le dije dándole la espalda y
acercándome hacia su cama. Madre mía, con qué facilidad un sitio
de hombres podía convertirse en algo tan cursi como lo era aquella
habitación ahora.
—Que pena... el niño rico se queda sin sus máquinas—dijo
burlándose y entonces me giré para encararla.
La observé detenidamente, en un principio para fastidiarla a
medida que recorría sus curvas con mis ojos pero después, no pude
más que admirar su cuerpo. Mis amigos tenían razón, estaba buena,
y no sabía si eso era bueno o malo, teniendo en cuenta mi situación.
Le habían hecho un peinado de lo más elaborado. Llevaba un
moño recogido en lo alto de la cabeza con rizos que la enmarcaban
el rostro de forma elegante y desenfadada, aunque lo que más me
sorprendió además del vestido azul claro que le llegaba hasta los
pies y no dejaba mucho a la imaginación, teniendo en cuenta que el
escote era en pico, por delante y por detrás, fue lo maquillada que
estaba. Alguien profesional lo había hecho, ya que su piel parecía
de alabastro y sus ojos dos posos sin fondo. Sus pestañas eran tan
largas que me dieron ganas de acariciarlas con uno de mis dedos, y
su boca... Ese color rojo carmín era la perdida de cualquier hombre
cuerdo como yo.
Intenté controlar aquel deseo inesperado que me recorrió entero
y le solté el primer comentario hiriente que fui capaz de crear.
—Estas pintada como una puerta—le dije y supe que le había
molestado. Sus ojos echaron chispas y se sonrojó.
—Bueno pues así vas a tener un motivo más para no tener que
dirigirte a mí—me dijo dándome la espalda y cogiendo un collar de
su mesita de noche. Pude ver su espalda desnuda y la seda del
vestido caer como si de agua se tratase.
Me acerqué hacia ella sin siquiera saberlo. Mis dedos ansiaban
comprobar si su piel era tan suave como parecía...
—¿Qué estás haciendo?—me preguntó al notarme tras su
espalda, y girándose al mismo tiempo.
Ahora que la veía más de cerca pude ver que no había ni una
sola peca a la vista.
Le quité el collar de las manos y lo levanté para que creyera que
mi intención solo había sido ayudarla a colocárselo.
Me miró con desconfianza.
—Vamos, hermanita, ¿tan malo crees que soy?—le dije al mismo
tiempo que me preguntaba qué demonios estaba haciendo.
—Eres peor—me contesto arrebatándome el collar de mi mano.
Sus dedos rozaron mi piel y sentí como se me ponía la piel de
gallina.
Joder.
Me aparté, frustrado por lo que me estaba causando tenerla tan
cerca... El deseo me embargaba y era de lo más incómodo sabiendo
que ni siquiera podía tocarla, ni mirarla sin saber que ella era la hija
de la mujer que yo despreciaba más que a nadie.
—He venido para invitarte oficialmente al acontecimiento de esta
noche—le dije observando cómo se colocaba el collar ella sola y
admirando su destreza. A mí ya me habría costado colocárselo aún
estando mirando.
Ella se rió.
—Gracias por tu consideración pero no me hace falta tener tu
invitación teniendo en cuenta que soy la hija de la mujer de tu padre
—me dijo rodeándome y alejándose de mí. Agradecí el espacio que
se creó entre los dos.
—No me refiero a la fiesta de esta noche, si no a lo que va a
tener lugar después—dije disfrutando de cómo fruncía el ceño al
mirarme— Teniendo en cuenta que has decidido meterte de lleno en
mi vida, salir con mis amigos y asistir a mis fiestas...¿Qué menos,
no crees?
Ella se quedó observándome con detenimiento.
—¿Qué te hace pensar que me interesa ir algún sitió contigo?—
me preguntó con descaro.
Me era tan extraño que una chica me hablara de aquel modo...
Normalmente no me las podía sacar de encima, simplemente les
dirigía una mirada y ya las tenía pegadas a mi cuerpo deseosas de
complacerme. Me había ganado una reputación a pulso, las mujeres
me respetaban y me adoraban al mismo tiempo; yo las complacía y
ellas respetaban mi espacio, siempre había sido así, desde que
tenía catorce años y descubrí lo que las mujeres son capaces de
hacer ante un rostro y un cuerpo atractivo. Y
allí estaba Noah, alguien salido de la nada, que me desafiaba a
cada momento y ni se inmutaba ante mi presencia.
—Vendrás—dije demostrando una confianza que no sentía en
absoluto— Será la mejor noche de tú vida, siempre y cuando hagas
todo lo que yo te diga—agregué sabiendo que si no lo hacía podía
llegar a acabar muy mal.
—¿Eso le dices a las tías para llevártelas a la cama?—me
preguntó con altanería—Conmigo no va a funcionar así que ya te
puedes ir ahorrando tus esfuerzos—agregó y al comprender a que
se estaba refiriendo sentí una presión incómoda en los pantalones.
Por un instante me había imaginado quitándole aquel vestido y
haciéndole todas las cosas que sabía volvían locas a las mujeres...
Sería divertido enloquecer a Noah hasta que gritara mi nombre sin
parar...
Mierda.
Le di la espalda intentando controlar mis pensamientos. ¿Qué
coño me estaba pasando?