Después de lo ocurrido con Nick, decidí no volver a acercarme a
él, tal y como él me había pedido. Lo ocurrido había sido extraño y
placentero, por lo menos hasta que abrió la boca y me di cuenta de
con quien estaba haciendo lo que estaba haciendo.
Por lo menos había conseguido lo que quería, de alguna manera
me había vengado de lo de Dan aunque en el fondo supiera que
nada podía hacerme sentir mejor después de que dos personas tan
importantes para mí me hubiesen engañado de aquella manera.
La foto que había hecho Nick me había dejado un poco
descolocada.
Nunca me había hecho fotos con Dan en las que nos
estuviésemos besando...
es más creo que nunca me habían besado de aquella forma.
Cuando la había visto la piel se me había puesto de gallina. En ella
se veía nuestros perfiles entrelazados, sus labios entreabiertos en
los míos y nuestros ojos cerrados disfrutando del momento. Mis
mejillas se veían acaloradas mientras el semblante de Nick era duro,
frío y terriblemente irresistible. Aun solo viendo su perfil te dabas
cuenta de lo atractivo que era... Dan se iba a subir por las paredes.
Lo sabía. Era así de egoísta, solo que normalmente dirigía su
egoísmo hacia a los demás y a mí me dejaba fuera.
Escribí un mensaje debajo de la foto antes de mandársela a él:
Me ha costado menos de cuatro horas encontrar a un tío más
hombre que tú.
Gracias por abrirme los ojos; por cierto en esta foto pareces un pescado boqueando, ¡aprende a besar gilipollas!
Debajo del mensaje se podía ver la foto de él y Beth besándose, aparte de la mía con Nick.
Me encantaría poder verle la cara pero sabía que después de
ese mensaje mi relación con él había acabado. No pensaba volver a
verle y por primera vez agradecí que nos separara una frontera de
por medio. En cuanto a Beth solo escribí dos palabras en el mensaje
que le envié a continuación junto a la foto de ella y Dan besándose:
Hemos terminado
Solté todo el aire que estaba conteniendo. Ya está... con eso
acababan nueve meses de relación amorosa y siete años de
amistad. Sentí como mis ojos se humedecían pero no derramé ni
una sola lágrima, no, no se lo merecían.
Guarde mi teléfono en mi bolsillo trasero de los pantalones y me
fui directa con Jenna. Busqué con la mirada a Nick y le vi bebiendo
una cerveza con la espalda apoyada contra su Ferrari negro. Le di la
espalda y me fui directa hacia donde mi nueva amiga me esperaba.
El resto de la noche me la pasé bailando, riendo y pasándomelo
bien con las locuras de Jenna. En varias ocasiones se escabullía
para enrollarse con el buenorro de su novio y entonces yo volvía a
recordar lo ocurrido y sentía que me venía abajo. Intenté distraerme
con las carreras que me encantaban y me hacían recordar
momentos más felices, cuando ir a la pista era algo del día día. No
pude evitar observar con detenimiento la manera de conducir de
todos los pilotos allí presentes. Los que pertenecían al grupo de
Nick eran bastante buenos pero él había sido impresionante cuando
había corrido la primera carrera.
A medida que avanzaba la noche me veía a mi misma
analizando la pista con detenimiento e intentando averiguar que era
necesario para poder ganar aún con más distancia de por medio.
Según me había ido fijando el problema radicaba en la segunda
curva. Si la cogías demasiado despacio perdías distancia y si lo
hacías más rápido te arriesgabas a salirte de la pista.
Me moría de ganas de probar que podía hacerlo mejor. Es más,
estaba completamente segura de que podía hacerlo mejor. Quería
sentir el viento en la cara, la adrenalina en el cuerpo gracias a la velocidad, sentir ese control sobre el coche y saber que era yo la
que lo manejaba, lo controlaba y lo hacía correr.
Estaba con esos pensamientos en mente cuando la última
carrera estaba a punto de realizarse. Ese tal Ronnie era el que
correría contra Nicholas y estaba segura de que si se me daba la
oportunidad podía ganarle con los ojos cerrados.
La gente se había ido subiendo a los coches y se habían ido
trasladando a donde estaba la meta. Jenna, Lion y yo nos teníamos
que quedar allí, solo que estos habían ido a buscar no se qué cosa
al coche de mi amiga. Nicholas también había desaparecido, le
había visto marcharse con la idiota de pelo oscuro hacia donde
estaba su furgoneta, y allí estaba yo, sola, junto a un cochazo y
esperando a que alguien regresase de una vez por todas.
Entonces vi como Ronnie se acercaba hacia su coche tuneado y
me observaba con interés. Aquel tío daba miedo de verdad, tenía
más músculos que un luchador de sumo y miles de tatuajes
marcaban sus brazos y parte de su espalda. Le observé sin emitir
ningún tipo de sonido.
—Eh, guapa—me dijo apoyando sus antebrazos en la parte
superior del coche.— ¿Quién eres?—me preguntó en tono divertido.
Le miré con cierto reparo pero decidí que era mejor contestarle.
—Noah—le contesté cortante.
El sonrió por algún motivo inexplicable.
—Te he estado observando—me dijo con una sonrisa—Se
diferenciar a las chicas que saben de esto—dijo dándole una
palmada a su coche—y las que no—agregó—Tú perteneces al
primer grupo.
Observé con cautela.
—Puede que haya corrido una que otra vez—le contesté
preguntándome donde estaban los demás. No me gustaba la forma
en la que me miraba aquel tipo, me daba mala espina.
—Lo sabía—me contestó divertido—¿Porqué no corres contra
mí, cielo?— me preguntó, mirándome seriamente.
¿Estaba preguntándome lo que creía que estaba
preguntándome?
—Tienes que correr contra Nicholas—le dije dubitativa.
—Nicholas no está aquí ¿verdad?—me preguntó haciendo un
admeán con su mano.
Sentí como la adrenalina me invadía por completo. Dios mío....
Correr otra vez... eso era lo quería, lo que necesitaba... y era verdad
que Nicholas había desaparecido, además él ya había corrido...
Apagué aquella alarma que comenzó a sonar en mi cabeza,
alertándome de que estaba completamente loca y sonreí con
suficiencia.
—Acepto—le dije con una sonrisa.
Él me la devolvió con ganas.
—Estupendo, preciosa—me dijo con los ojos brillándole de
excitación— Nos vemos en la meta—agregó subiéndose al coche
de un solo movimiento.
Sabía lo que pensaba. Pensaba que me ganaría con los ojos
cerrados.
Bien, querido Ronnie. Creo que se me ha olvidado informarte de
que vas a correr contra la hija de un ganador de Nascar.
Ese coche era una pasada. Los asientos eran de cuero, la
caballería era impresionante y qué decir del aquel ronroneo de
motor...mmmm que gustó y que recuerdos.
Puse el coche en marcha con facilidad y me acerqué hacia la
línea de salida. Nadie sabía que era yo quien conducía, nadie
excepto mi adversario.
Sonreí como una niña.
Allá vamos Ronnie tipo duro.
En cuanto los banderines dieron la señal de salida, pisé fuerte el
acelerador y en menos de un segundo dejé atrás la línea de salida.
¡Guau!
Era impresionante, liberador, divertido, relajante, asombroso....
Lo mejor del mundo. Hacía años que no hacía nada parecido y por
fin sentí que estaba haciendo algo por mí, algo que me gustaba, algo que no tenía nada que ver con mi madre, ni con su marido, ni
con mi ex novio ni con mi ex mejor amiga. En aquel instante me
sentí libre, libre como un pájaro y eufórica como nunca.
A mi lado Ronnie se movía con una velocidad impresionante.
Pisé aún más fuerte el acelerador y grité como una loca cuando
pasé la primera curva, dejando al tipo duro atrás.
—¡Sí!—grité con alegría.
Pero ahora venía la segunda curva, la difícil. Y ahí me hice la
pregunta del millón. ¿La pasaba con poca velocidad sin
arriesgarme, o aceleraba hasta llegar al límite, arriesgándome a salir
disparada de la pista?
La segunda opción fue la que más entusiasmo me causó.
Pisé fuerte al mismo tiempo que calculaba cuando tenía que
desacelerar para poder pasar la curva sin peligro.
Al verla más de cerca me fijé que era más angosta de lo que
había pensado en un principio...mierda... iba a salir disparada...
desaceleré al mismo tiempo que giraba el volante con todas mis
fuerzas y sentía la arena golpeando contra el coche y el chirrido de
los neumáticos al ser maltratados de aquella manera... pero la pase,
¡la pasé!
—¡Sí!—grité otra vez, mirando por el retrovisor como Ronnie se
me pegaba al coche casi dándome por detrás. Vi su rostro, estaba
desencajado por la rabia de estar siendo vencido por una mujer.
¡Chúpate esa! Grité con entusiasmo en mi interior. ¡Hombres:
machistas, creídos, y gilipollas!
Esa era la parte difícil, lo que quedaba era pan comido. Aceleré
aún más hasta que vi la línea de meta. Solo me quedaban unos
pocos quilómetros y vencería. La adrenalina me recorría por entera,
estaba eufórica... Entonces Ronnie me dio por detrás. Me abalancé
hacia adelante y el cinturón de seguridad me hizo daño en el pecho.
—¡Serás...!—grité al mismo tiempo que sujetaba con más fuerza
el volante. Ronnie parecía fuera de sí, aceleraba y desaceleraba
intentando golpearme por detrás. Me desvié un poco para evitar un tercer golpe pero él hizo lo mismo. Solo faltaban unos metros, solo
unos pocos...y entonces alcancé la meta.
La gente comenzó a gritar de forma ensordecedora, moviendo
las manos y los pañuelos fluorescentes en el aire. Era alucinante, la
emoción de ganar; la euforia de haber vencido al tipo duro en la
pista...
Desaceleré hasta frenar al final de donde se encontraban la
mayoría de los espectadores. Miré por el retrovisor y vi como Ronnie
bajaba del coche hecho una furia. Le pegó una patada a la puerta y
yo solté una carcajada.
Entonces alguien apareció en mi ventana, abrieron la puerta y de
un tirón me sacaron casi en volandas.
Me encontré con un rostro fuera de sí.
—¿¡¡Estas completamente loca!!?
Mierda, Nicholas.
Nunca le había visto tan furioso. Ni siquiera cuando se había
peleado en la fiesta la noche pasada y había regalado puñetazos
como caramelos. Su pelo estaba despeinado como si se hubieses
estado tirando de él y sus ojos me miraban como si quisiera
prenderme fuego, enterrarme bajo el suelo y no volver a verme
jamás.
Dije lo primero que se me vino a la cabeza: —He ganado...—le
contesté intimidada por su estado.
Sus ojos se abrieron aún más para después cogerme por los
hombros y acercar su rostro al mío.
—¡¿Tienes idea de lo que has hecho?!—me grito a dos
centímetros de mi cara. Me asusté pero no me dejé intimidar y me
sacudí con fuerza para librarme de sus brazos.
—No me grites—le contesté en el mismo tono.
Joder con el niño rico, ni que le hubiera destrozado el coche o
algo parecido. Los golpes que me habían dado por detrás habían
sido cosa del mal juego del imbécil de Ronnie, ¡además había
ganado la carrera! ¡La había ganado!