Culpa mia

Nick

Cuatro días después y seguía sin aparecer por casa. Después 
de lo que había ocurrido en las carreras no quería ni aparecer por 
allí. No estaba seguro de cómo iba a reaccionar cuando volviera a 
encontrarme frente a frente con Noah; una parte de mí quería 
estrangularla y hacerla pagar por lo que su estúpido jueguecito me 
había costado: mi coche, mi Ferrari negro de más de cien mil 
dólares, y la ruptura definitiva de la tregua que tenía mi banda con la 
banda de Ronnie. El muy hijo de puta nos había disparado por la 
espalda, aún recordaba como mi corazón casi se me había salido 
del pecho al escuchar el disparo y el grito de Noah en el asiento de 
detrás . Recuerdo haber temido mirar hacia atrás por miedo a ver lo 
que me encontraría, recuerdo haber pasado el mayor miedo de mi 
vida, y todo por una insensatez de una tía incapaz de de hacer caso 
ni una puta vez a lo que se le decía. 
Al verla correr me había sentido completamente impotente. Aún 
ni siquiera era capaz de explicarme de donde había sacado aquella 
habilidad para poder conducir de aquella forma pero, joder, cómo le 
había ganado a aquel imbécil. Una parte de mí admiró su forma de 
coger aquella segunda curva, ni siquiera yo habría tenido los 
cojones de arriesgarme como ella lo había hecho, lo que también 
me aclaraba la falta de instinto de supervivencia que tenía, pero lo 
había hecho genial, había sido impresionante. 
Y por otra parte no podía quitarme de la cabeza el beso que le 
había dado y las ganas que me reconcomían por dentro por volver a 
hacerlo. No podía olvidarme de aquel rostro demasiado atractivo, 
aquellos labios llenos y dulcemente sabrosos, aquel cuerpo que me 
volvía loco... 
Mierda.

No podía volver a casa, no sabía cómo iba a actuar, ya que una 
parte de mí, la más pervertida y la que claramente no pensaba con 
la cabeza, quería tirarse a esa chica de cabellos rubios y ojos color 
miel sobre todas las cosas, hacerle de todo y hacerla pagar por 
haberme hecho perder mi tesoro más preciado; y la otra, 
simplemente quería hacerla temer el simple hecho de estar cerca de 
mí, conseguir que ni se atreviese a respirar demasiado fuerte a mí 
lado... Pero claro, la primera opción tiraba más que la segunda, y 
me maldecía por ello. 
Llevaba cuatro días de fiesta en fiesta acostándome a las tantas 
y levantándome con una chica diferente cada noche. Después de lo 
que había ocurrido en las carreras la relación entre Ronnie y yo 
había terminado para siempre y la verdad es que me preocupaba la 
reacción que pudiera tener si volvíamos a vernos, cosa que sería 
más pronto que tarde teniendo en cuenta que nos movíamos por los 
mismos círculos. 
Era increíble como esa chica había jodido absolutamente todo y 
en tan poco tiempo, y encima tenía la obligación de verla todas las 
malditas mañanas. 
De esa guisa llegué a casa, con el cristal trasero de mi coche ya 
arreglado y con un humor de perros que estaba a punto de 
empeorar. 
Aparqué en mi plaza de aparcamiento, me coloqué mis gafas de 
sol, ya que la resaca me estaba matando y me encaminé hacia la 
entrada, deseando desaparecer en mi habitación durante todo el 
día; claro que eso iba a ser imposible. 
En cuanto puse un pie dentro de casa un grito proveniente de la 
cocina me hizo maldecir internamente y rezar por tener la paciencia 
que iba a necesitar en aquel momento. 
Con paso lento entré en la cocina donde mi madrastra, su hija y 
¿Jenna? desayunaban sobre la mesada. 
Mis ojos se detuvieron unos segundos de más en mi infierno 
rubio personal. Noah parecía haberse descompuesto en cuanto 
entré por la puerta. Me fijé en que su piel estaba tostada por el sol y sus pelos más rubios y de más colores que desde la última vez que 
la había visto. Iba vestida con un bañador entero y estaba cubierta 
con una toalla enroscada debajo de los brazos. Su pelo mojado 
chorreaba agua sobre la encimera en donde desayunaba un cuenco 
de cereales. A su lado, Jenna estaba más o menos igual, solo que 
ella iba en biquini y lucia una sonrisa de bienvenida que siempre 
reservaba para amigos y familiares. 
¿Ahora eran amigas? 
.—Por fin vuelves, Nick; tú padre ha estado llamándote durante 
todo el día de ayer—me dijo Rafaella con amabilidad y con cara de 
estar despierta hace mil horas. Al contrario que el aspecto 
desarreglado de su hija, ella iba de punta en blanco, con su pelo 
rubio platino recogido en un moño y un traje blanco de lino bien 
planchado. 
Joder, que rápido se había convertido en la señora de William 
Leister. 
—He estado ocupado—contesté cortante al mismo tiempo que 
me acercaba a la nevera y sacaba una cerveza. 
Me importaba una mierda que fueran las diez de la mañana. 
—¿Qué pasa, Nick, no nos saludas?—dijo Jenna girándose en 
su silla para observarme atentamente. 
La miré con cara de pocos amigos. Jenna sabía perfectamente 
que no estaba para chorradas, ¿Por qué no hacía como Noah y se 
quedaba callada mirando su cuenco de cereales? 
Gruñí un saludo al mismo tiempo que me llevaba la cerveza a la 
boca y me fijaba en como Noah intentaba aparentar como si mi 
presencia allí no le afectara en absoluto. 
—Nicholas, tú padre te ha llamado por que esta noche nos 
vamos a Nueva York—me dijo Rafaella captando mi atención.— 
Tiene un congreso y yo le acompaño; Me gustaría que te quedaras 
aquí con Noah, no quiero que se quede sola en esta casa tan 
grande y... 
—Mamá, ya te he dicho que estoy perfectamente—saltó 
entonces Noah fulminándola con la mirada—Puedo quedarme sola, es más, Jenna se quedará a hacerme compañía, ¿a que sí, Jenna? 
—le preguntó girándose a ella. 
Jenna asintió encogiéndose de hombros y mirándome primero a 
mí y después a Noah. Noah no quería verme, no quería tenerme 
cerca...hummm eso era interesante. 
—Me quedaré—dije entonces, sin saber muy bien en donde me 
estaba metiendo. 
Noah dejó a un lado su semblante indiferente para mirarme con 
sus ojos bien abiertos y con cara de querer estar en cualquier sitio 
menos allí— —Me quedo mucho más tranquila, gracias, Nick—dijo 
entonces Rafaella levantándose y dándole un último sorbo a su 
café.—Me voy a hacer las maletas, os veo luego antes de irme.— 
dijo y salió por la puerta. 
Esa mujer no tenía ni idea de lo que acababa de hacer. 
—No hace falta que lo hagas, se cuidarme solita—me dijo Noah 
con un brillo extraño en sus ojos, como si se estuviese conteniendo 
para mí. 
Me acerqué hacía ella hasta sentarme en la silla que había a su 
lado. 
—Dudo que sepas hacerlo, pero no es por eso por lo que me 
quedo—le dije clavando mis ojos en los suyos—Esta es mi casa y 
me quedo si me da la gana, pero procura evitarme estos días, tú 
cara es lo último que me apetece ver cuando me levante por las 
mañanas—agregué notando como mi enfado crecía al mismo 
tiempo que el deseo por ella se avivaba en mi interior. Mis ojos se 
desviaron involuntariamente a su escote mojado por el agua de la 
piscina y después en su tatuaje que me volvía completamente loco. 
—¡Nicholas!—me gritó Jenna indignada. Apenas le presté 
atención ya que mis palabras parecían haber causado cierto efecto 
en mi hermanastra. 
Se puso de pié y yo hice lo mismo, quedando ambos enfrentados 
con nuestros cuerpos y miradas. 
—Lo mismo te digo, gilipollas—me contesto cambiando su 
actitud pasiva de un segundo para otro—Volvamos al principio en donde yo te ignoro tú me ignoras y todos contentos—agregó 
manteniéndome la mirada sin problema. 
Dios y tanto que me gustaría ignorarla. Pero su cuerpo me atraía 
como un maldito imán. 
—Estaré contento cuando me pagues los cien mil dólares que 
valía mi Ferrari; hasta entonces y si no quieres tener un problema de 
verdad procura mantener la boca cerrada y tu persona lejos de 
cualquier cosa que me pertenezca.—Le contesté cogiendo mi 
cerveza y largándome de allí. Noah se había quedado callada otra 
vez; estupendo. 
—¡Y eso va por ti, Jenna!—le grite a la novia de mi mejor amigo 
al mismo tiempo que cerraba la puerta de un portazo.




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