La imagen de mi puño chocando contra ese idiota no dejaba de
aparecerse en la mente. Me había pasado toda la maldita cena
deseando estamparlo contra la pared y usarlo como saco de boxeo.
Maldita fuera Noah por fijarse en uno de los tíos con los que más
problemas habían tenido en el pasado. Había procurado
mantenerme apartado de Mario después del incidente que había
tenido con esa chica, pero cada vez que nos encontrábamos
surgían esos deseos irrefrenables de querer partirnos la cara el uno
al otro. Y ahora Noah estaba con él. No sé porque le daba tanta
importancia pero durante toda la cena no había podido apartar los
ojos de ella. Su manera de reírse, la facilidad con la que parecía
entablar conversación con él, al contrario que conmigo, su forma
inconsciente de acariciarse la parte inferior del cuello, donde estaba
su tatuaje, y cuyo movimiento me había estado volviendo loco
durante toda la noche...
Después de ver como se marchaba con él, simplemente me
había levantado, había llevado a Anna a su casa y ahora me
encontraba de camino a uno de los pubs que había en la cuidad. Ni
siquiera me había quedado en casa de Anna, había estado
insoportable, y comprendí que había pasado demasiado tiempo con
ella las últimas semanas. Si no quería que se pensase que quería
algo serio con ella, iba a tener que buscarme a otra tía para pasar el
rato. Con esos pensamientos en mente entré al local donde había
pasado demasiado tiempo los últimos años. Estaba en la parte baja
de la cuidad y la gente que lo frecuentaba era de todo menos
respetable. Los guardias de la entrada ya me conocían por lo que no
tuve que tragarme la cola de fuera para poder entrar. Ya dentro la
música era atronadora y las luces centelleantes le daban un toque
lúgubre y extraño a las personas que se pegaban para bailar con sus cuerpos sudorosos y colocados por sabe Dios qué tipo de
droga.
Me acerqué a la barra y me pedí un JB observando a la gente
que había a mi alrededor. Desde el año que había estado viviendo
con Lion en ese barrio lejos de mi padre, de su dinero y todo lo que
el apellido Leister acarreaba, me había hecho un hueco entre toda
aquella gente; me respetaban y me aceptaban entre ellos y para mí
había supuesto una perfecta vía de escape de todas las cosas que
detestaba de la vida que ahora se me había obligado a llevar. Me
había ido de mi casa en el instante en el que mi padre dejó de tener
ningún tipo de custodia legal sobre mí. La relación que habíamos
tenido desde el momento en el que mi madre desapareció había
sido tan escasa que llegué a creer que a nadie le importaría si
desaparecía y me buscaba la vida por mi cuenta. Paso toda una
semana entera hasta que se dio cuenta de que había empaquetado
todas mis cosas y de que ya no estaba viviendo bajo su mismo
techo. En cuanto me localizó, una semana después, mandó a Steve
a buscarme. Fue irónico ver como un hombre alto y trajeado venía a
buscarme a la casa que en ese tiempo se había convertido en mi
hogar, pero más irónico fue ver como no tardó menos de tres
minutos en darse cuenta de que si quería hacerme regresar iba a
tener que venir con un ejército entero.
Al día siguiente todas mis tarjetas de crédito fueron canceladas,
y el dinero de mi cuenta corriente suspendido. Tuve que ponerme a
trabajar en el taller del padre de Lion para ganarme la vida y nunca
me sentí más libre y más realizado como en aquel momento.
Pero la vida en aquellos barrios podía ser dura. Me dieron mi
primera paliza nada más llegar y entonces comprendí que ser hijo
de un millonario y vivir en aquel barrio no podía salir bien, a no ser
que me convirtiera en uno de ellos. Comencé a entrenarme todos y
cada uno de los días, nadie iba a ponerme la mano encima otra vez,
no mientras estuviese consiente como para devolver el golpe. Lion
me enseño a defenderme, a saber cómo golpear y también a
encajar un golpe. La primera pelea seria vino dos meses después de haber estado entrenado, y dejar a un tío como Ronnie tirado en
el suelo y machado de sangre hizo que me ganara el respeto de
todos los allí presentes. Las carreras y las apuestas llegaron
bastante después y la tregua que surgió entre Ronnie y yo se hizo
más evidente a medida que la gente iba escogiendo bando.
Estábamos Lion y yo con nuestra gente y después estaba Ronnie
con sus compinches de la droga y delincuentes.
Aún así todo cambió cuando después de un año necesité la
ayuda de mi padre por primera vez. Mi madre se puso en contacto
conmigo y no pude ignorar el hecho de que tenía una hermana a la
que deseaba hacer parte de mi vida. Mi padre me ofreció ayudarme
con el juicio y con conseguirme derechos de visita a cambio de
regresar a casa, ir a la universidad y vivir con él por lo menos tres
años más. Tuve que aceptar, regresé a la mansión Leister y
descubrí que mi padre por fin mostraba cierto interés en mí. Nuestra
relación mejoró pero mi vida siguió siendo prácticamente la misma.
Vivía con él pero pasaba la mayor parte del tiempo con Lion,
emborrachándonos, colocándonos y metiéndonos en problemas...
mientras que durmiera en casa de mi padre y fuera a la
universidad él no se metía en mi vida ni yo en la suya... y así había
sido hasta el momento, solo que él no tenía ni idea de en que
estaba metido cuando salía por la puerta de su casa.
Las peleas y las carreras se hicieron parte de mí día a día y la
banda de Ronnie y la de Lion comenzaron a enfrentarse cada vez
más. A pesar de que por aquellos tiempos ninguno de los dos
éramos lo que éramos ahora, siempre había visto el rencor
escondido en los ojos de Ronnie. La tregua que teníamos debía
existir ya que ambos vivíamos en el mismo lugar y la gente con la
que nos juntábamos era prácticamente la misma, pero lo que
empezó siendo una rivalidad amistosa terminó en convertirse en dos
bandas enfrentadas a muerte con un resultado tan peligroso y
latente como la última vez que le había visto. Mi puño estrellándose
contra su cara en las últimas carreras suponía un desafío abierto
que no estaba del todo seguro cuando se llevaría a cabo. Que Noah le venciera era la mayor humillación que podría haberle ocurrido y
sabía que pronto iba a tener que enfrentarme a él para solucionar el
conflicto. El problema era que Ronnie había dejado muy atrás las
peleas callejeras y los enfrentamientos amistosos. Que nos
disparara la última vez me había demostrado lo peligroso que se
había vuelto en el último año y no podía sacarme de la cabeza el
posible encuentro de Ronnie con Noah en algún momento cercano...
Maldita fuera Noah por hacer lo que hizo...y maldita fuera por
haber vuelto mi mundo patas arriba. Necesitaba sacármela de la
cabeza, volver a lo mío, divertirme como yo sabía, disfrutar de la
vida tal y como la conocía...
Una rubia embutida en un minúsculo top y unos pantalones
negros de cuero se me acercó a la barra.
—Hola Nick—me dijo y al verla más de cerca y ver el tatuaje de
dragón que surcaba su clavícula recordé que ya me había enrollado
con ella en una ocasión. Su nombre empezaba por
S...Sophie...Sunny...Susan, o algo así.
Asentí con la cabeza a modo de saludo. No me apetecía hablar,
no estaba de humor pero sí que me apetecía hacer otro tipo de
cosas. Al ver que se me a acercaba descaradamente, no hizo falta
hacer mucho para que sus labios se encontrasen con los míos.
Coloqué mis manos en su cintura y la atraje hacia a mí, su
aliento olía a vodka y a algo dulzón, tenía el pelo rubio y un cuerpo
lleno de curvas esperando ser acariciadas. Esto era exactamente lo
que necesitaba para poder liberar la tensión acumulada de los
últimos días. La cogí de la mano y la arrastré hacia una parte oscura
de la discoteca a uno de los muchos reservados que estaban sin
usar.
Pero entonces Noah apareció en mi mente al ver como las luces
de la discoteca creaban colores diferentes en la melena rubia de
Susan.
Maldije entre dientes y empujé a Susan contra la pared con un
poco más de violencia de lo necesario pero el suspiro de placer que
vino en respuesta me alentó a seguir adelante. Sentía su cuerpo pegado al mío en todos los lugares adecuados, pero los labios que
se movían con demasiada insistencia no eran los que quería..., me
aparté y le besé el cuello...olía a humo y a alcohol. Le aparté el pelo
y vi el tatuaje del dragón... ese no era el tatuaje que quería besar,
ese no era el cuello que con tan solo mirarlo me volvía loco de
deseo... Coloqué ambas manos en su rostro y no vi ni una sola
peca, aquellos ojos azules no eran de color miel ni estaban
rodeados de miles de pestañas...
Me aparté.
—¿Qué pasa?—me preguntó Susan bajando las manos por mi
pantalón y acariciándome de forma lasciva. Cogí sus muñecas con
una de mis manos y las aparté de mi cuerpo.
—Lo siento, pero tengo que irme—le contesté y me giré dándole
la espalda. Ni siquiera me quedé para escuchar sus protestas,
necesitaba salir de ahí.
Cuando salí del local giré hacia uno de los callejones y caminé
intentando ignorar aquel pensamiento que no cesaba de decirme
que estaba realmente jodido. Estaba tan cabreado y tan
ensimismado en mis cosas que no me di cuenta de quien se
encontraba al final del callejón hasta que unas voces conocidas me
hicieron levantar la vista y ponerme automáticamente en tensión.
Ronnie y tres de sus amigos camellos estaban apoyados contra
un coche, un Ferrari para ser exactos... mi Ferrari. Me detuve con
ambos puños apretados contra mis costados y una rabia que estaba
seguro me iba a costar demasiado poder controlar.
—¡Pero mira quien tenemos aquí!—gritó Ronnie bajándose del
capó y caminando en mi dirección. –El niño rico de papá—dijo
soltando una carcajada. Los demás le imitaron. Sabía quiénes eran,
dos eran afroamericanos, llenos de tatuajes y colocados hasta las
cejas; el otro era latino y era la mano derecha de Ronnie, Cruz.
—¿Has regresado para suplicarme que te devuelva tu coche?—
dijo Ronnie con una gran sonrisa. Me habría encantado quitársela
de un golpe.