Lo último que esperaba encontrarme al entrar en casa era a un
Nick completamente destrozado. La sorpresa al haber visto su
llamada en mi móvil pasó a la de horror en menos de un segundo.
—¿Dónde demonios estabas?—me preguntó de forma
intimidante, como siempre. Aquella pregunta me dejó descolocada
por un instante pero lo que más me dejo alucinada fue su aspecto.
Tenía el ojo izquierdo completamente amoratado, su labio estaba
partido pero eso no era lo peor; su torso desnudo me dejó entrever
los hematomas que estaban comenzando a formarse bajo aquella
piel bronceada y bajo aquellos abdominales. Por un momento, ver
aquellas heridas me dejó quieta donde estaba; paralizada. Sentí el
corazón latirme a mil por hora, y el pánico me inundó haciéndome
sentir mareada. No me gustaban las heridas ni la sangre y los oídos
comenzaron a pitarme de forma que tuve que sujetarme un
momento a la puerta.
—¿Qué te ha pasado?—le pregunté con la voz ahogada.
Nicholas estaba enfadado, lo podía ver por como apretaba la
mandíbula con fuerza y por cómo me miraba: como si de cierta
manera sus heridas hubiesen sido culpa mía.
—Te he hecho una pregunta—me dijo tirando de malas maneras
la bolsa congelada sobre la mesa de entrada.
Sacudí la cabeza al mismo tiempo que cerraba la puerta sin
hacer ruido. Mi madre y Will ya estarían acostados y no quería
despertarlos, al contrario que Nick que parecía no importarle el
volumen de voz con el que se estaba dirigiendo a mí.
—Estaba con Mario—le dije acercándome hacia él. A pesar de
las ganas terribles que tenía de alejarme corriendo de aquellas
heridas, no podía ignorar su estado.—Lion y Jenna se han reunido
con nosotros poco después de tomarnos un helado, además ¿Qué importancia tiene eso? ¿Tú te has visto?—dije estirando el brazo
para rozar inconscientemente uno de los hematomas que tenía justo
en un costado del estómago.
Su mano voló hacia la mía para apartarme, pero en vez de un
manotazo, que es lo que hubiese esperado de él, me la sujeto con
fuerza, tanta que me hacía daño. Levanté los ojos hacia él, y vi rabia
y miedo en su mirada.
—Ven a la cocina, necesito hablar contigo—me dijo entonces
tirando de mí y arrastrándome tras él. Involuntariamente me fijé en
su espalda desnuda. Dios, cada músculo se marcaba a la vez que
caminaba y sentí el deseo de acariciar la piel tersa de su cuerpo. Se
veía como otro cardenal comenzaba a formarse en uno de sus
costados y de repente sentí tal odio hacia la persona que le había
hecho eso, que mi visión se nublo allí donde mis ojos miraban.
Nick solo encendió la lamparita de la vitrocerámica por lo que la
luz era tenue cuando se sentó en una de las banquetas de la isla
aún sin soltarme la mano. Verle en ese estado me estaba matando,
podía ver como sus ojos se fruncían por el dolor con cada
movimiento que realizaba, y mi mente no dejaba de imaginar formas
de hacerle sentir mejor.
—¿Has notado algo raro hoy cuando has estado por ahí?—me
preguntó con la preocupación tiñendo su rostro—¿Alguien que te
seguía, o algo parecido?
Aquello no me lo esperaba. Me obligue a mirarle a la cara para
contestarle.
—No, claro que no, ¿porqué?—le dije con incredulidad.
Me soltó la mano y apartó la mirada de mi rostro, frustrado.
Desee volver a estar en contacto con él, pero opté por quedarme
quieta.
—Ronnie no se ha olvidado de lo de las carreras—me dijo y
entonces comencé a comprender de que iba todo aquello—Quiere
vengarse y no dudaran en hacerte daño si te vuelven a ver—agregó
clavando sus ojos azules en los míos.
Aquello me dejó descolocada por un instante.
—¿Ha sido él el que te ha dado esta paliza?—le pregunté
maldiciendo en mi interior a aquel desgraciado.
—Él y sus tres amigos—me confesó. Abrí los ojos con horror.
—¡Dios mío, Nick!—dije sintiendo una presión extraña en el
pecho.
Mis manos subieron inconscientemente hacia su rostro,
examinando sus heridas—¿Cuatro tíos?
Noté como se tensaba bajo mi contacto pero luego se relajó. Mis
dedos apenas le rozaron las heridas pero sí que dejé que se
deslizasen por sus mejillas, sintiendo bajo mis yemas la piel áspera
y sin afeitar que le daba aquel aspecto tan temible y sexy al mismo
tiempo.
—¿Te preocupas por mí, pecas?—me dijo en tono burlón pero le
ignoré al ver que rozaba su herida y él hacía una mueca. Subió sus
manos y me cogió las mías entre las suyas.—estoy bien—agregó y
vi como sus ojos recorrían mi rostro involuntariamente.
—Tienes que denunciarlos—dije entonces apartándome al
sentirme incomoda con su mirada.
Me alejé de él y fui hacia la nevera. Cogí el primer paquete
congelado que había allí y volví a acercarme. Hizo una mueca
cuando le coloqué el paquete en su ojo.
—A esos tíos no se les denuncia, pero eso no es lo que importa
—dijo cogiendo el paquete y quitándoselo de la cara para poder
mirarme con ambos ojos.—Noah, a partir de ahora y hasta que las
cosas no se tranquilicen un poco, no quiero que vayas sola a ningún
sitio, ¿me oyes?— me advirtió en tono de hermano mayor.
Me aparté mirándole con incredulidad.
—Esa gente es peligrosa y la han tomado contigo... y conmigo
pero a mí me da igual recibir una paliza, y se defenderme, a ti te
comerán viva si te encuentran sola e indefensa.
—Nicholas no me van a hacer nada, no se van a meter en
problemas porque haya herido el orgullo de ese gilipollas.—le
contesté ignorando la mirada amenazadora que me lanzó.
—Hasta que no se haya solucionado no te voy a quitar los ojos
de encima, ya puedes ponerte como te dé la gana—me soltó
entonces.
¿Es que nunca íbamos a poder llevarnos bien?
—Eres insufrible, ¿lo sabías?—le contesté cortante.
—Me han llamado cosas peores— dijo encogiéndose de
hombros y haciendo una mueca segundos después.
Respiré hondo varias veces.
—Ponte paños de agua caliente sobre los hematomas y algo frio
sobre el ojo y el labio—le dije entonces, sintiendo pena por él—
Mañana estarás horrible pero si te tomas una aspirina y te quedas
en la cama se te pasará en dos o tres días.
Frunció el ceño a la vez que una sonrisa curvaba sus labios.
—¿Eres experta en palizas o qué?—me preguntó divertido.
Me encogí de hombros.
—He visto muchos documentales—contesté antes de dar media
vuelta y alejarme de él. No quería estar cerca de aquellas heridas
por más tiempo y tampoco de un Nick descamisado; era demasiado.
Aquella noche me fui directa a la cama... y tuve pesadillas.
A la mañana siguiente me levanté de mal humor. No había
dormido casi nada y lo único que me apetecía era quedarme tirada
en mi habitación. Solo un motivo me hizo deslizarme por el colchón
y dirigirme al cuarto de baño. Lo admitiera en voz alta o no, quería
saber cómo estaba Nick. No sé ni cuándo ni cómo ni porqué de
repente me sentía preocupada por él, o siquiera porque me
importaba, pero parecía que desde los últimos días habíamos
creado una tregua agradable entre los dos.
Desde la caricia que me había dado en la cocina antes de que
me cortara el dedo no había vuelto a intentar nada conmigo y una
parte de mí estaba cabreada por ello. Solo en aquellos instantes que
había estado entre sus brazos mi vida había sido agradable. Me
hacía olvidar de todo lo demás, pero supuse que era mejor llevarnos
bien y no besarnos y odiarnos a muerte, como había ocurrido desde
que había llegado.