Hacía muchísimo calor. No veía nada a mí alrededor y sentía
como si me estuviesen asfixiando. Solo tarde un instante en
comprender por qué me sentía como a cuarenta grados de
temperatura. Unos brazos me rodeaban apretándome contra un
cuerpo caliente y grande. Estaba completamente aturdida cuando
mis ojos se posaron en un Nicholas profundamente dormido.
¿Cómo había llegado hasta allí? ¿Y qué demonios hacía en la
cama con él?
Mis ojos recorrieron mi cuerpo comprobando que estaba vestida
pero con una camiseta que no era mía y que me quedaba grande
como un camisón.
Se me cortó la respiración.
Alguien me había desnudado.
El pánico se apodero de mí de una forma abrumadora. La
respiración se me aceleró y me incorporé como pude apoyando la
cabeza en el cabezal de la cama. Entonces al notar mi movimiento
Nicholas abrió los ojos aturdido un segundo e incorporándose y
mirándome con precaución un segundo después.
—¿Estás bien?—me dijo inspeccionando mi rostro con escrutinio
y cautela.
—¿Qué demonios estoy haciendo aquí?—le pregunté deseando
no haber estado demasiado borracha como para no haber podido
cambiarme yo sola en un cuarto de baño.
—Te desmayaste anoche y te traje aquí para poder vigilarte—me
dijo mirándome de una forma extraña. Tenía el pelo despeinado y
había dormido con la misma ropa que llevaba ayer.
—¿Qué pasó luego?—pregunté intentando mantener la calma.
Él me observó unos instantes sopesando sus palabras. Mi
corazón aceleró su carrera.
—Te quite la ropa y te metí en la cama—me dijo y entonces mi
autocontrol se fue a la mierda.
Me levanté y me fui hacia la otra punta de la habitación. Le mire
sin poderme creer lo que había hecho.
—¡Como has podido!—le grité fuera de mí. Nicholas no podía
haber visto mi cicatriz, no podía, eso abría las puertas a un pasado
al que no podía ni quería regresar.
Él se puso de pié y se acercó hasta donde estaba con
precaución.
—¿Por qué te pones así? —me dijo dolido y enfadado; yo
apenas podía controlar mi respiración.—Sea lo que sea lo que tanto
te preocupa debes saber que a mí no me importa y que no se lo diré
a nadie... Noah por favor deja de mirarme así, estoy preocupado por
ti.
—¡No!—le grité furiosa—¡No puedes preocuparte por algo que
no entiendes ni sabrás nunca!
Necesitaba salir de aquella habitación, necesitaba estar sola, las
cosas no estaban saliendo como yo esperaba, nada salía como yo
deseaba.
Sentí un nudo en el estómago y muchas ganas de echarme a
llorar.
Le miré fijamente; parecía no saber qué hacer pero al mismo
tiempo estaba decidido en algo.
—No pienso repetirte que te mantengas alejado de mí.
Su rostro se transformó, se enfureció y se acercó cogiéndome el
rostro entre sus manos. Me quedé quieta intentando controlar mi
respiración y los nervios que me estaban haciendo trizas por dentro.
—Entérate de una vez, no pienso irme a ningún lado, voy a estar
aquí por ti y cuando estés lista para contarme qué demonios te
ocurrió verás que has estado cometiendo un grave error al
mantenerme alejado de tí.
Le di un empujón y agradecí que se apartara.
—Te equivocas, yo no te necesito—le dije cogiendo mis cosas
del suelo.
Salí dando un fuerte portazo.
Quería llorar, deseaba llorar sin parar dejar que toda la angustia
que sentía en ese instante saliese de mi interior. Nicholas había
visto mi cicatriz, ahora sabía que algo había ocurrido, algo que no
deseaba sacar a la luz, algo de lo que me avergonzaba, algo que
había decidido enterrar profundamente.
Con las manos temblorosas me quité la ropa que llevaba puesta,
me metí bajo el agua hirviendo dejando que mi cuerpo se calentase,
intentando entrar en calor otra vez, pues me sentía helada, helada
por dentro y por fuera, pero cuando salí del baño y vi un sobre
blanco sobre mi cama, me sentí desfallecer. Otra vez no, no otra
carta, por favor no, hoy no.
Con manos temblorosas cogí el sobre. Esto ya era acoso, debía
contarlo, debía hablarlo con alguien. Saqué el papel que había
dentro y con el miedo apoderándose de mí empecé a leer:
¿Recuerdas lo que me hiciste? Yo no puedo olvidarme de ese
instante en el que te lo cargaste todo, absolutamente todo. Te odio, a ti y a tú madre, ¿os creéis importantes por vivir bajo el techo de un millonario?
Solo sois unas putas que se venden por dinero, pero eso no
durará: yo voy a asegurarme de ello, y cuando lo haga, lejos
quedarán los días en los que ibas a un bonito colegio con uniforme.
A.P.A
Aquello iba de mal en peor, debía contarlo, debía decírselo a mí
madre, pero una parte de mí me impedía hacerlo, ella estaba tan
feliz con Will, no quería que se enterase que ya me había hecho
enemigos en esa cuidad, no quería contarle lo de Ronnie, no sin
meter a Nicholas en problemas. Lo que había ocurrido en las
carreras era ilegal, y si íbamos a la policía iba a tener que contar
todo lo que habíamos hecho; Nicholas tenía 22
años, podía ir a la cárcel y si Ronnie era el culpable y lo
arrestaban, no iba a dudar en empezar a soltar todo lo que sabía de
Nicholas y de mis amigos. Las cosas podían acabar muy mal si no
tenía cuidado.
Me daba miedo salir sola, me sentía tan abrumada, tan
profundamente triste que solo quería olvidarme de todo otra vez,
igual que había hecho la noche anterior. Beber hasta desmayarme
sonaba horrible y ahora que me había despertado tenía una resaca
que me estaba matando pero había merecido la pena, sí, lo había
hecho porque estaba tan desbordada de problemas, de demonios
interiores, que nada parecía tener sentido,todo a mi alrededor
amenazaba con destruirme, y yo solo quería elegir la vía fácil.
Me senté en la silla y me fijé en la hora. En menos de cuarenta y
cinco minutos tenía que estar en el instituto para mi segundo día de
clase y no había cosa en el mundo que sonara tan ridícula como eso
en aquel instante. Como si otra persona me controlase me vestí con
el uniforme, sintiéndome mal por llevarlo, las palabras de esa
persona habían calado en mi interior, era verdad que yo no merecía
llevar aquella vida, no me pertenecía.
Cuando bajé a desayunar solo estaba Nicholas en la cocina y su
padre.
Ambos estaban inmersos en una conversación y se callaron en
cuanto entré.
—¿Y mi madre?—pregunté, mientras sin mirar a ninguno de los
dos me acercaba hasta la nevera y sacaba la leche.
—Aún descansa, hoy te llevaré yo al colegio si no te importa—
me dijo William con una sonrisa tensa. La noche anterior mi coche
había estado haciendo ruidos raros y le había pedido a Steve si lo
podía llevar al taller. Miré a William y vi que estaba raro, pasara lo
que pasase ayer entre los dos debía de haber dejado mal a mi
madre como para que no quisiese levantarse de la cama. Le
observé con el entrecejo fruncido y asentí mientras hacía una nota
mental para averiguar qué demonios había ocurrido entre esos dos.
Nicholas apenas me dirigía la mirada y lo agradecí. No podía
mirarle a la cara, no sabiendo lo que sabía de mí.
—Nick, mañana quiero que trabajes conmigo en un caso en el
que estoy muy ocupado, te servirá para tu programa de prácticas y díselo a Jeff, el también querrá participar—le dijo William a Nicholas
mientras él levantaba la mirada y le observaba atentamente.
—¿Trabajas sobre ese caso de violación, verdad?—le preguntó y
yo le observé asombrada de que le pudiese interesar alguna otra
cosa que no fueran las chicas o las fiestas.— ¿Cómo va?
William le dio otro trago a su café y contestó.
—Si todo sigue como lo planeado, meteremos a ese mal nacido
en la cárcel—dijo él, muy seguro de sí mismo. William era una
persona que transmitía confianza, serenidad, algo que mi madre
carecía desde hacía muchísimo tiempo. Viéndolos juntos las últimas
semanas me había hecho comprender que él era justamente lo que
necesitaba y no podía entender qué podría haber hecho para
enfadarla tanto como para que ella ni siquiera bajase a desayunar.
—¿Estas lista, Noah?—dijo entonces mirándome a mí.
—En cuanto me anudes la corbata podemos irnos—le dije y él
sonrió.
Era la primera vez que le pedía algo directamente y fue extraño...
sin darme cuenta había ido cogiendo confianza y la verdad es que
ya me sentía lo bastante cómoda como para no temer ir con él en el
coche a solas.
El día paso rápido, gracias a Dios; Jenna se había deshecho en
disculpas por haberme dejado beber tanto; algo de lo que no debía
disculparse puesto que había sido culpa mía y solo mía, y muchas
chicas que ni siquiera conocía se me habían acercado para
preguntarme sobre cómo era vivir con Nicholas Leister. Al parecer
me había convertido en la comidilla de la escuela, y todos o querían
criticarme o querían ser amigos míos. Jenna me decía que ese era
el precio de la popularidad, que ya me acostumbraría pero solo
quería meterme bajo una piedra y que nadie me echase cuenta.
Sobre todo porque junto con las frikis enamoradas de Nick también
estaban las resentidas que me odiaban por pasar tiempo con él,
entre ellas y para nada algo inesperado se encontraba Cassie la
hermana de Anna. No sabía muy bien qué se traía entre manos pero
cada vez que nuestras miradas se cruzaban se ponía a cuchichear con las que estuviesen a su alrededor para después echarse a reír.
Era de lo más infantil pero yo no estaba de ánimos para algo así.
Las ignore a ella y a sus grupies y pase el día con Jenna y sus
amigos que sorprendentemente me caían bien. Siempre estaban
haciendo planes y creando fiestas sin ningún motivo aparente.
Aquella noche por ejemplo tenían planeado ir a casa de Jenna a
beber y pasar el rato y después de pensármelo, y a sabiendas de
que si me quedaba en casa solo iba a ponerme a pensar en lo de
las cartas, acepté en ir, necesitaba distraerme, aunque esta vez sin
pasarme.
A la salida del colegio no vi el coche de mi madre esperándome,
pero a medida que la gente se iba me percaté de una figura
agazapada contra un árbol y que no me quitaba los ojos de encima.
Ronnie.
Mi corazón comenzó a latir aceleradamente y sentí la adrenalina
por todo el cuerpo. Si él era el de las cartas, y seguramente ese era
el caso, estaba metida en un buen problema. Me sonrió al ver que le
observaba y me indicó que me acercara. Estaba bastante apartado
pero no lo suficiente como para hacerme daño sin que nadie me
viera. No quedaban muchos alumnos pero si los suficientes como
para sentirme segura para acercarme. ¿Dónde demonios estaba mi
madre?
Me dije a mi misma que debía zanjar aquel tema lo antes posible
y caminé todo lo erguida de lo que fui capaz. Cuando le tuve
delante, mis ojos volvieron a fijarse en ese pelo oscuro casi rapado y
en los miles de tatuajes que surcaban sus brazos y parte de su
clavícula.
—¿Qué es lo que quieres?—le dije sin rodeos y esperando que
no se me notara el nerviosismo en la voz.
Él se echo a reír ante mi pregunta.
—No tan rápido preciosa—dijo mirándome con lascivia desde la
punta de los pies hasta mis ojos—Estás muy sexy con ese uniforme
que llevas de niña rica, sería divertido quitártelo—me dijo
separándose del árbol y mirándome desde su altura.