Sabía que había llegado el momento de ser sincera pero me
daba miedo desenterrar aquellos recuerdos; solo de pensar en
volver a derrumbarme como me había ocurrido en ese armario me
volvía loca de desesperación; pero Nicholas acababa de
confesarme que estaba enamorado de mí, y no podía resistirme
algo así.
—Mi padre era alcohólico, lo fue durante casi toda mi vida... Era
corredor de Nascar, no mi tío sino él y cuando se fracturo la pierna
en un accidente tuvo que dejarlo. Eso lo transformó, dejó de comer,
dejó de sonreír, dejó que la rabia y el dolor lo consumieran y
entonces cambió.
Yo solo tenía tres años cuando le dio la primera paliza a mi
madre. Lo recuerdo porque estaba en el lugar y en el momento
equivocado cuando sucedió. Me caí de la silla por uno de sus golpes
y acabé en el hospital pero hasta que no cumplí los siete años no
volvió a ponerme una sola mano encima. A mi madre le pegaba casi
todos los días, era algo tan rutinario que lo veía hasta normal... Mi
madre no podía dejarle porque no tenía donde vivir ni tampoco un
buen sueldo para poder mantenerme. Mi padre cobraba una
subvención de las carreras y así nos mantenía pero como ya te he
dicho, era un borracho. Cuando llegaba a las tantas después de
haber bebido la pagaba con mi madre. Ella estuvo a punto de morir
dos veces debido a los golpes, pero nadie la ayudó, nadie quiso
aconsejarla y ella tenía miedo de que si denunciaba le quitarían mi
custodia. Aprendí a vivir con ello y cada vez que escuchaba los
golpes o los gritos de mi madre me metía en mi habitación y me
escondía debajo de las mantas.
Apagaba todas las luces y esperaba a que los gritos se
acabaran. Pero una vez eso no bastó... Mi madre tuvo que marcharse dos días a trabajar fuera y me dejó con él pensando que
como nunca me había puesto una mano encima no correría
peligro...
Es como si lo estuviese viendo... Llegó borracho y tiró la mesa
de un golpe... Me escondí pero finalmente me encontró...
Cuando escuché esas palabras supe que papá me haría daño.
Quise explicarle quien era, que era Noah, no mamá, pero estaba tan
borracho que no se enteraba. Todo estaba oscuro, no se veía ni un
poco de luz...
—¿Quieres jugar a las escondidas?—me dijo y yo me escondí
aún más bajo las mantas.— ¿Desde cuándo te escondes, zorra?—
me gritó.
El primer golpe llego poco después, y el segundo, y el tercero.
Sin saber cómo acabé en el suelo y entre golpe y golpe comencé a
chillar y a llorar. Papá no estaba acostumbrado a eso y se enfadó
más. ¿Dónde estaba mamá? ¿Era esto lo que ella sentía cada vez
que él se enfadaba?
Me golpeó en el estómago y me quedé sin aire...
—Y ahora vas a ver lo que te espera por no haber sabido tratar
al hombre de la casa—sentí como papá se quitaba el cinturón. Me
había amenazado muchas veces con golpearme con él pero nunca
había llegado a hacerlo. Ahora pude comprobar lo que dolía. En uno
de mis intentos por escapar me levanté y él de un golpe rompió la
ventana de mi habitación.
Los cristales estaban por todos lados, lo sabía porque rasgaron
las palmas de mis manos y mis rodillas al intentar escapar gateando
de la habitación...
Eso le molestó todavía más, era como si no me reconociera,
como si no viera que a la persona que estaba pegando era una niña
de siete años.
Entonces me tiró sobre la cama y empezó a subirme el camisón.
Chille con fuerza.
—No llegó a violarme—dije con la voz temblorosa. A mi lado
Nicholas se había quedado mudo y miraba fijamente la pared de enfrente con todos los músculos tensos. Me apretaba contra su
costado con fuerza, con firmeza y eso me asustó. Mejor soltarlo todo
del tirón, si no quería estar conmigo después de eso lo entendería,
dejaría de pensar en él, y en nosotros...
—No lo hizo pero por muy poco. Yo conseguí zafarme y salté por
la ventana... La cicatriz que tengo en el estómago es por un cristal
que me clavé...—le dije sabiendo que las lágrimas habían regresado
a mis ojos, solo que esta vez eran silenciosas.—Mis gritos
advirtieron a los vecinos y la policía llegó a tiempo... Estuve dos
meses bajo la tutela del estado ya que no consideraban que mi
madre fuera capaz de cuidarme después de lo ocurrido.... Lo
gracioso fue que recibí más palizas en esos dos meses que en
todos los días con mi padre... Al final pude regresar con mi madre y
a mi padre lo metieron en la cárcel, la última vez que le vi fue
cuando tuve que testificar contra él... cómo me miró, con un odio tan
profundo... No le he vuelto a ver.
Me quedé callada esperando una respuesta...que no vino.
—Di algo—susurré en cuanto vi que él seguía callado.
Entonces bajó la mirada y vi que intentaba ocultar algo.
—Por eso temes la oscuridad—dijo sin preguntarlo sino
afirmándolo.
—La oscuridad revive esos recuerdos y me entra el pánico... Si
no hubieses llegado a tiempo seguramente me habría dado un
ataque más serio... ya me ocurrió una vez cuando estuve en la casa
de acogida... no fue nada agradable—dije intentando sonreír. Él no
lo hizo, me observó unos instantes y después recorrió mi mejilla con
uno de sus dedos.
—Ahora mismo me cuesta mucho controlar la rabia que siento—
me dijo con voz contenida—Me tiemblan tanto las manos y el cuerpo
que creo que estoy a punto de estallar.
Yo solté todo el aire que estaba conteniendo. No daba crédito a
lo que oía. Aún recordaba la vez que había estado a punto te
contarle todo a Dan. Se había quedado tan de piedra que solo me había dejado llegar hasta donde la parte en que mi padre golpeaba
a mi madre.
—Mandé a mi propio padre a la cárcel... ¿eso no te hace
replantearte lo que piensas sobre mí?
Él me observó con incredulidad.
—Noah, hiciste lo correcto, luchaste, sobreviviste... lo único que
quiero es meterte bajo mi cuerpo y protegerte con mi vida... eso es
lo que siento ahora mismo... y te juro que mataré a esos imbéciles
que te metieron en ese armario, los mataré con mis propias manos...
—Nicholas... soy mercancía estropeada—le dije con voz
temblorosa.
Él me sujeto la cabeza y me miró con seriedad.
—No vuelvas a decir eso, ¿me has oído?—me dijo ahora
dirigiendo su rabia hacia a mí.
Supe que las lágrimas me inundaron el rostro por que sentí la
humedad en las mejillas y en la boca.
—Nick... puede que no pueda tener hijos—le dije confesando mi
mayor secreto y ese que tanto daño me hacía. La peor
consecuencia de aquella fatídica noche—Debido a los golpes... los
médicos no creen que pueda llegar a quedarme embarazada...
nunca—dije con un sollozo silencioso.
Él me estrechó contra su costado.
—Eres la mujer más valiente y más increíble que he conocido en
toda mi vida—me dijo apretándome fuerte y dándome besos en lo
alto de la cabeza— Podrás tener hijos, lo sé... y si no pues
adoptarás a un niño, porque no hay persona que pueda ser mejor
madre que tú... ¿me oyes?—me dijo entonces colocándose encima
de mí y mirándome a los ojos.
—Eres mía Noah—dijo entonces dejándome de piedra—Te amo
más que a mi vida, eres mía y cuando llegue el momento te haré los
niños más preciosos del mundo, porque tú eres hermosa y por qué
sé que terminarás superando todas esta mierda... yo voy a estar a tu
lado para que lo superes.
—No sabes lo que dices—dije sintiendo miedo y alivio a la vez.